En realidad, era porque había estado ocupada por mucho tiempo, estos días por fin terminó todo el trabajo y estaba más relajada.
Ayer después de la cena, Cordelia quería pasear en el patio con Aurelio y justo nevó, por eso se puso mala.
Ella sabía que había hecho mal y no se atrevía a hablar más.
Esperó hasta que el doctor le diera el medicamento y se tomó la pastilla.
Aurelio sabía que se encontraba mal y tampoco le regañó más.
Antes de salir, él le dijo a Cordelia que descansara bien en casa y ordenó a Minerva y a los demás que la cuidaran bien.
Cordelia se quedó en casa medio durmiendo hasta el mediodía y se recuperó un poco, y escuchó mucho ruido abajo.
Cordelia estaba un poco sorprendida.
La Villa Clemente siendo la residencia privada de Aurelio en la Ciudad J, pues raramente venían extraños excepto sirvientes.
Y los sirvientes sabían que a ella le gustaba el silencio, no iban a hacer tanto ruido.
¿Quién había venido?
Justo cuando quería levantarse, Minerva vino con mucha prisa.
—Señora, ¡fatal!
Cordelia frunció el ceño.
—¿Qué ha pasado? ¿Por qué hay tanto ruido abajo?
Minerva estaba un poco incómoda.
—Ha venido la señora Daniela.
Cordelia se sorprendió.
Ella sabía que Aurelio tenía una tía que se llamaba Daniela Clemente.
Los padres de Aurelio murieron por accidente, era esa tía quien le crió.
En teoría Aurelio debería de tener muy buena relación con su tía, pero por alguna razón, habían estado tanto tiempo que nunca había oído a Aurelio mencionar a su tía.
Hasta la existencia de su tía, Cordelia se había enterado por casualidad.
Ella preguntó mientras se cambiaba de ropa:
—¿Qué pasa que haya venido? ¿Por qué estáis tan nerviosos?
Minerva realmente estaba un poco nerviosa.
—Usted no sabe cómo es la señora Daniela, no es una persona fácil de llevarse, cada vez que viene, nunca está satisfecha de nada, siempre nos regaña, nosotros no nos atrevemos a decir nada debido la bondad que ofreció al señor, pero tampoco nos atrevemos a relajarnos delante de ella.
Cordelia asintió con la cabeza, ya entendió todo y no dijo nada más.
Después de vestirse quería bajar por las escaleras, y escuchó a una mujer gritando abajo:
—¿Vosotros qué hacéis? ¿Normalmente le dais este tipo de té para Aurelio? ¿Es que Aurelio os ha tratado tan bien que os habéis olvidado de las reglas?
Cordelia frunció el ceño, bajó por las escaleras.
Y vio a una mujer de mediana edad con ropa blanca regañando a unos sirvientes.
En el suelo había una tetera de porcelana rota con té y agua alrededor, era un desastre.
Los sirvientes tenían la cabeza bajada, tenían miedo y no se atrevían a hablar, y al lado de la puerta había otra persona de pie.
Cordelia levantó la ceja y estaba muy sorprendida.
—¿Qué ha pasado?
Daniela se giró y preguntó a Angelina que estaba cerca de ella.
Angelina sacó una sonrisa amable, se acercó con el bolso en la mano.
—Daniela, usted está bromeando otra vez.
Su voz era muy bonita, ella era gentil y silenciosa y su sonrisa era siempre cortés y cariñosa, le caía muy bien a la gente.
Especialmente estaba al lado de Daniela que era arrogante, así comparada, ella era todavía más cordial y comprensiva.
Daniela no estaba contenta.
—Tú siempre estás callada, nunca dices en alto lo que piensas, si no fuera así, Aurelio estaría contigo ahora y no con esa zorra.
Todo el mundo sabía a quién se refería con la zorra.
Algunos estaban un poco enfadados, al fin al cabo Cordelia y Aurelio tenían un matrimonio legal, y además les trataban muy bien a los sirvientes, nunca les maltrataban y si les pasaba algo, ella les ayudaría con lo que podía, todos confiaban en ella.
Pero en ese momento había sido insultada por Daniela, claro que se sentiría mal.
Pero Cordelia solo estaba sonriendo, como si no hubiera escuchado nada, mandó a una sirviente a limpiar todo lo que había en el suelo y volvió a hervir una nueva taza de té.
—Por favor perdóname por no saber que ibais a venir, a Aurelio no le gusta el té, el de antes que os habéis tomado era mío para pasar un poco el tiempo, el té de esta taza es el mejor, pruébalo.
Ella les sirvió un vaso de té con sus propias manos.
Daniela le estaba metiendo mierda tanto rato, pero Cordelia no le hacía ni caso, y Daniela perdió el interés.
Daniela pasó de Cordelia, cogió la taza y se tomó un trago.
En el segundo siguiente, ella gritó y lanzó la taza que tenía en la mano hacia Cordelia.
—¡Hijo de puta! ¿Quieres quemarme, por darme algo tan caliente?
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