Mi Esposa Astuta romance Capítulo 202

En la hacienda privada.

Camila no mencionó nada como si nada hubiera pasado hoy, charló casualmente un buen rato con la abuela y subió las escaleras para lavarse.

Camila echó un vistazo al reloj en la pared y descubrió que ya era muy tarde.

«¿Dónde está Lorenzo ahora? ¡¿Acaso realmente está con otra mujer?!»

Camila se dio unas palmaditas suaves en la cara para despertarse un poco.

«Eso es imposible. Lorenzo no es una persona así. Me ha dicho esas palabras porque está enfadado. Sí, debería ser así.»

Vacilando un buen rato, Camila se animó a llamar a Lorenzo, pero...

Al primero, nadie contestó, después la llamada fue colgada, y finalmente el móvil del hombre fue apagado directamente.

Camila no se rindió y hizo una serie de llamadas seguidas, pero no recibió ninguna respuesta.

Ella se quedó despierta por toda la noche, con la mente llena de esas imágenes en que Lorenzo fue golpeado por esa gente. Pensando en esto, Camila sentía más pena y las lágrimas se deslizaban fuera de control por sus mejillas y se desvanecían en la almohada.

«Aunque muera yo misma, tendré que curar a Lorenzo. Mañana tengo que ir a la Escuela de Medicina de Capttar a probar el medicamento de ensayo clínico para él. No se puede retrasar más.»

Poco a poco le iba ganando el sueño a Camila, y finalmente se durmió.

A medianoche, Lorenzo condujo un Rolls-Royce recién actualizado hacia la finca privada.

Al ver a su señor bajarse del coche, el mayordomo se acercó y preguntó:

—¿Señor Lorenzo, ha cenado ya?

—No hace falta que te molestes. ¿La abuela y Camila han dormido? —dijo Lorenzo.

—La señora tiene muy buen humor cuando está junta con la señora Camila. Hoy ellos han preparado algunas galletas y le han guardado algunas para usted —le informó el mayordomo a su señor.

Lorenzo sabía que Camila siempre había sido una buena chica, que siempre consideraba mucho por el bien de las personas a su alrededor. Aunque se sintiera mal, no lo demostraría para que no preocupara a sus seres queridos.

Era amable, tierna, extrovertida, simpática e inteligente...

Esta chica era tan especial que no había suficientes palabras de elogio para descubrirla.

—Después de que la señora Camila se unió a la familia Cambeiro, el estado de ánimo de la señora se mejora cada día más y la señora se siente mucho más alegre que antes.

El mayordomo no pudo evitar elogiar a Camila, y sin esperar la respuesta de su señor, se dirigió a la cocina para servirle las galletas deliciosas que le había hecho Camila.

—Mira, señor Lorenzo, todas estas galletas exquisitas son hechas especialmente por la señora Camila para usted —el mayordomo le dijo y puso las galletas en la mesa del comedor.

—Generalmente, son los chicos quienes deben preparar estas sorpresas para las chicas, pero la señora Camila puede preparar personalmente este regalo para usted, de lo que se puede ver que ella lo ama mucho, señor.

Lorenzo sabía la intención buena de Camila, por eso sacó por primera vez su móvil y tomó varias fotos para recordar este momento valioso.

Mirando estas galletas, Lorenzo no pudo evitar reírse felizmente.

«Esta chica tontita no sabe cómo contenerse. Debería ser yo quien le daría esta sorpresa.»

—¿Señor, qué le parece? Son muy ricas, ¿verdad? —al ver a su señor comerse todas estas galletas, el mayordomo también sonrió alegremente.

—Sí que son muy exquisitas —Lorenzo le contestó sonriendo.

Cuando él abrió ligeramente la puerta, descubrió que Camila ya estaba dormida. Cada vez que Lorenzo volvía tarde, ella mantenía especialmente la luz encendida para él porque sabía que no le gustaba la oscuridad.

El hombre se acercó suavemente, se sentó al lado de Camila mirándola en silencio por un buen rato y la acarició en la cara clara y delicada.

Después se bajó un poco la cabeza y ligeramente selló un beso cariñoso en la frente de «la bella dormida».

En realidad esta noche él se había estado quedando en la oficina del presidente en vez de salir con otra mujer. También vio esas llamadas que Camila le habían hecho sin cesar y se contuvo bastante para resistir el impulso de contestar al teléfono.

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