Mi Esposa Astuta romance Capítulo 276

—No me abraces.

Camila quería que la soltara.

Lorenzo se quedó sin palabras.

—Me aprietas mucho que casi me ahogo.

Camila dio un suspiro.

Al escucharlo, Lorenzo la soltó con prisa. Y se reprochó en el mente.

Camila apoyó en el sofá con la almohada como si estuviera agotada.

El pulso de Lorenzo latía rápidamente. Temía a que lo dejara Camila, pero ya que se habían divorciado, no podía hacer nada para evitarlo.

Cada día estaba más inquieto. Siempre hacía sueño que Camila desaparecía en su mundo completamente.

Fuera lo que fuera, quería apreciar los momentos que pasaban. Si se iba Camila, todavía tenía memoria feliz con ella.

—¿Me crees?

Lorenzo miró hacia Camila, y le preguntó con voz baja.

—Nos hemos divorciado. Nadie lo sabe, pero lo sabemos. Así que sé que no tengo razón de enojarme contigo.

Camila estaba angustiada. Creía que debía controlar la emoción, porque el padre de Lorenzo ya le había dicho claramente, que cuando salvaría a Lorenzo con su vida, no se encontrarían para siempre.

—No hago cosas que te hacen triste.

Lorenzo no sabía decir palabras dulces, pero lo aprobaría con lo que hacía.

—Camila.

Lorenzo estaba inquieto. Temía que ella desaparecería. La abrazó sin pensar si ella lo quería.

Nunca se enamoraba de otras mujeres. Estaba franco y honrado ante Camila.

—Mi amor es puro y no me enamoro de otras. Soy sincero.

Camila no lo empujó. Se sentía molesta. No podía quedarse con él. Aunque Lorenzo la quería, no podía vencer a su padre.

Si Raúl quería impedirlos, Lorenzo no podría resistirlo.

Antes de conocer a Lorenzo, no la controlaron las relaciones. Pero todo cambió cuando se casó con Lorenzo. Se enamoró de él, y no podía resistirlo.

No sabía que si Lorenzo moría, podría seguir viviendo.

Pero después de probar el veneno, ella no podría vivir.

Eso la ahogó, pero quería salvar a Lorenzo con su propia vida.

—Te creo siempre.

Camila levantó la cabeza y miró a Lorenzo un rato, entonces dijo lentamente.

Lorenzo no pensó que Camila dijo sinceramente. Se sentía alegre.

***

Al día siguiente.

—Voy a la empresa para resolver este asunto y te daré respuesta satisfactoria. No seas triste. Va a la empresa a mediodía, y te llevré a comer mariscos.

Cuando se despertó Camila, ya había salido Lorenzo, y dejó una nota a Camila.

Camila la cogió y no evitó a reír mirándola. Se arregló y fue a la empresa en coche.

La tormenta apareció de repente, incluso no la había pronosticado el observatorio. Emitía la advertencia del mal tiempo en el radio alertando a los habitantes.

Un relámpago iluminó el cielo.

Comenzó a llover. Camila sentada en el coche, podía oír el sonido de la lluvia que le inquietaba.

Ameriart era un país seco y casi no hacía lluvia. Era su primera vez encontrarse con un clima así.

Vivía en el centro de la ciudad, así que el transporte se paralizó por la tempestad.

Los funcionarios despejaba el tráfico en la lluvia. Había hecho mucho esfuerzo, pero no servía de nada.

Quería aparcar el vehículo en el lado Camila y quedarse bajo el alero por la seguridad, pero no podía por el atasco.

Solo podía apagar el coche para asegurar la suficiencia de la gasolina en esta situación incontrolable.

Solo le costaba veinte minutos ir a la empresa antes, pero ya había estado en el coche una hora.

Con esta condición, la gente se agitaba. La bocina y el juramento molestaban a Camila.

Ella sacó el móvil, y descubrió que el señal era peor por este clima. Olvidó llevar el cargador, y la batería se agotaba.

El mal tiempo inquietaba a las personas, se oía el sonido de la sirena de la policía. Camila aceleró limpiaparabrisas, y podía ver qué pasó fuera a duras penas. El alcantarillado no servía por la angustiedad, y el agua llegaba una altura terrible. La gente estaba asustada, el pito y los faros la angustiaban. Todo eso la ahogaba.

El pulso de Camila se aceleraba. No se atrevía a imaginar porque temía la turbara. El ambiente horrible le alarmaba.

Sentía que el aire estaba agotando. Quería abrir la puerta, pero no pudo. El coche no funcionó.

Parecía que se encontraría con la muerte, sin embargo, en comparación con ver a la muerte, tenía más temor de no ver a Lorenzo.

Empezó a sentirse cansada y tenía sueño. No podía abrir los ojos ni escuchar los sonido.

Sentía que estaba en la nevera, y su cuerpo empezó a entumecer.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Esposa Astuta