Mi Esposa Astuta romance Capítulo 46

Los ojos de Lorenzo miraban fijamente a Camila. Sus ojos se entrecerraron ligeramente, y su mirada era tan profunda como el mar, como si pudiera absorberla en el abismo. Camila se sintió tímida.

—Es tarde en la noche. Date prisa y descansa, tienes que ir a la empresa mañana.

Al ver que la situación estaba a punto de descontrolarse, Camila sintió que le dolían un poco los labios y se asustó tanto que habló con pánico.

—Yo te cuidaré. Que descanses bien.

La voz de Lorenzo era muy suave. Cubrió cuidadosamente a Camila con la fina manta y le puso suavemente su gran mano en la espalda, consolándola como a un niño.

Camila se sintió muy segura y pronto se quedó dormida.

Todo el cuerpo de Lorenzo estaba tenso, pero se resistía a asustar a Camila. Los dedos de sus nudillos envolvieron su seda azul, y sus ojos mostraron una nostalgia infinita.

El teléfono que estaba tirado en la alfombra volvió a moverse. Cuando Lorenzo vio el nombre que aparecía en la pantalla, su rostro se tornó sombrío. Levantó el teléfono para contestar.

—Camila, ¿dónde estás? Sé que todavía debes...

La voz de Tomás era halagadora, pero también cautelosa y ansiosa.

—Camila se quedó dormida.

La voz de Lorenzo sonaba de buen humor.

—Ella...

Tomás respiró profundamente tras escuchar la voz de Lorenzo.

—Fui codicioso hace un momento. No le importó responder a su llamada telefónica. Ahora Camila está demasiado cansada. Se quedó dormida en mis brazos.

La voz de Lorenzo era perezosa y llena de satisfacción.

Sin esperar a que Tomás volviera a decir tonterías, Lorenzo apagó el teléfono.

El conductor llevó a Camila al hospital. En cuanto se bajó del autobús, vio a Ariana de pie no muy lejos y mirando a su alrededor, su cara estaba pálida, toda su persona parecía sin vida, y sus ojos estaban llenos de tristeza. .

—¡Camila, perra!

En el momento en que Ariana vio a Camila, se precipitó hacia ella, tratando de agarrar el cuello de Camila, pero fue esquivada hábilmente por ésta.

—¿Tomás vive con usted? Te lo advierto, ¡dime por favor la dirección donde vive!

Ariana ignoró a la gente que entraba y salía del hospital. Miró a Camila llena de odio, deseando que la destrozaran.

—Tomás y yo no somos parientes. ¿Cómo puedo saber dónde está?

Camila sonrió.

—¡Deja de fingir! Si no hubieras conspirado contra mí en todo momento, ¿cómo podría Tomás no estar dispuesto a casarse conmigo?

Ariana casi ruge, atrayendo a muchos curiosos alrededor para ver la diversión.

—Anoche, tarde, Tomás me llamó más de una docena de veces. Estaba demasiado ocupada para contestar, así que realmente no lo vi.

A última hora de la noche...

Una docena de llamadas telefónicas...

Ariana escuchó un zumbido en su cabeza. Su rostro se quedó en blanco y aún más pálido, y tardó en recuperarse.

—Eso es. Voy a ir.

Camila habló con indiferencia y las comisuras de sus labios se movieron ligeramente. Luego se dio la vuelta para marcharse.

Amara envió un mensaje de texto a Camila, pidiéndole que avanzara poco a poco. Le dijo a Camila que no forzara a Ariana y a Amaya a hacer algo deshumanizado.

—No te preocupes, Leila aún no ha vuelto, y Ariana no se ha casado con una familia rica. Amaya es reacia a utilizar el futuro de sus dos hijas para apostar suerte conmigo.

Camila terminó la conversación con Amara y se volvió para buscar al médico que la atendía.

El médico que la atendió tranquilizó a Camila, diciendo que la situación actual de Rosa era relativamente estable. El médico le dijo que no se preocupara. Lo mejor era que no pasara nada.

Camila fue a una frutería cercana y compró fruta para Rosa. En el camino de vuelta al hospital, fue secuestrada por dos hombres que le taparon la boca sin esperar a que se diera la vuelta.

Camila se resistió y estuvo luchando con uno de los hombres. Después de unos cuantos asaltos, de repente sintió un fuerte olor. Antes de que pudiera salvarse con una aguja de plata, se desmayó en el suelo.

—Hermano, mira esta niña, su piel es tan delicada como si pudiera exprimir el agua. Debe ser muy cómodo estar con ella.

El hombre levantó la mano y la pellizcó con fuerza en la pequeña cara de Camila.

—¿Por qué tienes prisa? Mientras completamos la tarea, ¿tienes miedo de no tener la oportunidad de disfrutar de una deliciosa comida?

El otro hombre resopló y continuó:

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