Paola se quedó muy satisfecha con el desayuno, y él le entregó apresuradamente un vaso de agua para que no se atragantara por comida.
—Vaya, ¿cómo una mujer pudo decepcionar a un hombre tan bueno? ¿Cómo es capaz de perjudicarlo?
Paola dijo y bebió la última cucharada de sopa.
Ella no paraba de hacer las preguntas y el hombre sentado frente a ella tenía tez palideció de rabia.
—Cuéntame algo sobre Andrés, por favor, me parece que sabes todas las cosas de él. ¿Será que ustedes se llevan muy bien y fueron malinterpretados por otras chicas? —preguntó Paola después de haber terminado de tomar la sopa.
—¡Cómo se te ocurre en tener semejante idea!
Él la miró enojado.
—No tengo esa discriminación de los homosexuales, pero si no veo con mis propios ojos, me cuesta mucho en creerlo. Quiero decir que ustedes dos son amigos muy ideales, estén en sintonía de habilidades y de condiciones físicas, pero en ser parejas, no les conviene.
Ella lo miraba con unos ojos muy claros.
«Parece que fue mi culpa que le había dado un descanso muy largo hasta que todos los momentos piensa en otra persona.»
No la había cuidado bien y ella había descansado durante mucho tiempo, así que ella estaba llena de energía para pensar en la vida de otras personas todo el día.
—Qué aburrido eres —murmuró ella.
—No me importa lo que digas de mí, pero si me haces otra pregunta sobre privacidad de otros hombres, te daré una lección.
Ignacio dejó su cuchara con gracia, arqueó levemente las cejas y la miró, acentuando deliberadamente en la palabra Lección.
Su voz era sombría.
—¿Crees que te tengo miedo como los demás? Sé que no soportas verme llorar, así que si me molestes, ¡lloraré a como de lugar!
Ella estaba segura de que él no se atreviera a hacerle algo molestoso, en el caso que sí, lloraría hasta que él se pusiere de rodillas para suplicarle perdón.
—Con que eres buena para llorar, entonces te haré llorar hasta tu última gota de lágrima y lo disfrutarás tanto que no vas a querer parar.
Al escuchar estas palabras, Paola se sonrojó al instante.
Los ojos del hombre la miraban fijamente, sus ojos parecían tener fuego y las comisuras de sus delgados labios se levantaron ligeramente.
Era algo raro que un hombre tan frío como Ignacio pudiera decir esas palabras tan avergonzadas y más encima en casa de ella.
«¿Cómo se sentirían las mujeres que lo quieren mucho al ver su lado vil?»
Rápidamente, ella se rindió de su amenaza.
—Paola, tengo algo que advertirte.
—¿Qué?
—Puedes chatear o hacerme preguntas de Andrés en privado, pero frente a él, no digas nada, solo finges que no sabes nada, ¿entiendes?
Ignacio sabía que ella no tenía malas intenciones, pero al tener tanta curiosidad, se le podría escapar algo de su boca por accidente.
—Claro que entendido, no soy estúpida.
«Este hombre realmente me trata como una niña inocente.»
Ignacio lavó los platos, la abrazó y le dio un beso en su frente y se fue a trabajar.
Paola igual tenía que regresar al estudio para prepararse las lecciones.
Había terminado de arreglarse rápidamente, recogió su mochila y justo cuando estaba a punto de salir, sonó su teléfono con tono que pertenecía especialmente a Ignacio.
—¿Qué ocurre?
Abrió la pantalla para contestar la llamada.
—Te espero en el crucero, ven rápido.
Su voz bajo fue transferido por micrófono.
—¿Ah? Vamos a direcciones diferentes, ¿para qué me quieres llevar?
Paola estaba desconcertada.
—Encontré a Leila —dijo de forma más corta.
—Felicitaciones por tu 9 millones de recompensas, ya puedes recargar tu celular para que no se apague. Además, con tanta rapidez, puedes ir a humillar a Pascual de su capacidad profesional, ¿entonces qué quieres de mí?
Ella resopló con frialdad.
—Leila, deliberadamente te tendió una trampa para echarte toda la culpa, aunque no quieres vengarte de ella, ¿pero tampoco te interesa ver el espectáculo?
Ignacio se rio sabiendo que con esas palabras ella seguramente se uniría a él para ver la diversión.
Él siempre era capaz de resolver el problema lo más rápido posible y el oponente no tenía tiempo para reaccionar.
«Él no fue quien secuestró a Leila ni le había prestado atención, ¿cómo pudo encontrarla tan rápido?»
Dado que este hombre la llevaría a ver un buen espectáculo, significaría que no solamente había encontrado a Leila, sino también había descubierto unos secretos de ella.
—Vale, voy para allá.
Paola dirigió corriendo hacia el cruce y vio el Rolls-Royce desde lejos. Cuando corrió hacia el frente del auto, él salió del auto y la ayudó a abrir la puerta.
—Qué sorpresa que regresaste a llevarme en persona, pensé que dejarías que tu subordinado lo hiciera en tu lugar.
Paola había corrido más de 500 metros con zapatos de tacón de 7 pulgadas de alto. Estaba jadeando de cansancio y se sentía feliz de que los tacones fueran sólidos. Le mostró una dulce sonrisa y rápidamente se sentó en el asiento del copiloto.
—Siempre tengo tiempo dispuesto para ti.
A Paola le zumbaba la cabeza y casi se vomitó al escuchar sus conversaciones.
Obviamente, el hombre dentro debería ser el exesposo de Leila.
Pero, ¿por qué estaban juntos?
Después de un rato, la puerta de la habitación se abrió y salió un hombre de cabello amarillo y pupilas verdes, estaba sudando profusamente y solo llevaba pantalones cortos y pantuflas.
Paola se metió a los brazos de Ignacio asustada.
—Llévenselo al Sr. Pascual —dijo con calma.
—Sí, señor.
El guardaespaldas respondió y se fue escoltando al hombre.
—¡Qué asco! ¿Puedes darme una máscara? No soporto más a este lugar tan sucio.
Murmuró inconscientemente, frunciendo el ceño.
—¿Quieres seguir viendo el espectáculo?
Ignacio le pasó una máscara nueva que sacó de su bolsillo.
—Ya había visto lo más asqueroso, no creo que pueda ver algo peor, así que entramos.
Rápidamente, se puso la máscara.
Antes de dar un paso, se escuchó que alguien venía corriendo desde abajo, pronto, Pascual apareció frente a los dos, su rostro estaba hosco y los miraba disgustado.
—Dígales que se alejan de esta puerta —dijo Pascual seriamente.
Ignacio hizo un gesto, el líder de guardaespaldas asintió respetuosamente y se llevó a sus hombres hacia otra dirección.
Pascual entró rápidamente a la habitación y se detuvo de repente, con una cara llena de sorpresa.
Ignacio y Paola entraron en seguida.
La habitación tenía menos de seis metros cuadrados, solo había una cama de madera muy vieja, el colchón estaba desgastado, hay algunos pastos esparcidos, botellas de cerveza por todo lado y algunos...
—Ustedes...
Leila se echó a llorar, sobre todo, después de ver Pascual, su mirada era complicada.
—Nos retiramos.
Habló Paola embarazosa, ya se le quitó todas ganas de saber lo que iba a ocurrir, tomó la mano de Ignacio y salieron de la habitación.
Realmente era repugnante para Paola al ver a Leila actuaba como una actriz profesional.
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