Sus palabras hicieron que Aubree entrara en trance por un momento.
"Abuela, solía soñar contigo". Alfie se puso en pie de repente, con los ojos iluminados. Estaba emocionado, como si estuviera contando un cuento de hadas. "Soñé contigo cuando tenía cinco años".
"¿Cómo era yo en tu sueño?" preguntó Aubree con curiosidad.
"Tenías exactamente el mismo aspecto que ahora. Tenías paciencia con nosotros y nos gustabas mucho. También nos contabas cuentos para dormir".
Alfie tenía unos rasgos exquisitos, igual que Iván en su infancia. Al mirarlo, Aubree se sintió cálida y dulce.
"Yo también he soñado contigo, abuela". Diana parecía adorable con una mancha de crema en la punta de la nariz. Añadió con seriedad: "Soñé que me sentaba en tu regazo. Mirábamos la luna mientras me contabas cuentos".
Las palabras de los niños hicieron que los ojos de Aubree se llenaran de lágrimas. Por alguna razón, sintió pena por sus nietos.
"Abuela, tienes crema ahí", le recordó Diana, limpiándola con una servilleta de papel.
Eso hizo que las venas de Aubree se calentaran. De repente, se sintió molesta. "Gracias, Diana".
"De nada".
Su voz y sus movimientos hicieron que Aubree se sintiera mucho mejor.
Aubree había esperado amor y cuidados toda su vida.
Su marido la engañaba, así que no confiaba en nadie. La fría y dura coraza de su corazón se había resquebrajado con los niños.
Llegó el crepúsculo.
Aunque había cumplido excelentemente con todas sus tareas, Linda decidió trabajar horas extras.
Siempre recordaba las sugerencias de Catherine, que se esforzaba por ser excelente sin dejar de ser discreta y modesta.
Linda deseaba que su enamorado pudiera verla para poder dejarle una buena impresión.
Finnley vivía solo, así que cenó en el comedor y decidió trabajar también horas extras.
La sonrisa hizo que Linda se alegrara.
"Sr. Russell...", se armó de valor para preguntarle con curiosidad: "¿De qué te ríes?".
"Nuestros pensamientos son parecidos". Finnley abrió el cajón del escritorio y metió las carpetas. Continuó en tono relajado: "No tengo nada que hacer al volver a casa, así que hago horas extras".
Por casualidad, Linda vio en el papel del cajón unas caricaturas dibujadas con bolígrafo. Los personajes de cómic dibujados cubrían toda la hoja de papel.
"¿Algo más, Linda?" preguntó Finnley después de cerrar el cajón.
Linda le miró apresuradamente y respondió: "Nada más". Tras sonreírle, se dio la vuelta tranquilamente. Sin embargo, su corazón martilleaba.
"¿Le gustan los dibujos animados al señor Russell?"
Linda se preguntó si era su ganancia significativa esta noche.
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