La villa de Rowan.
Con el teléfono en la mano, Iván estaba confundido.
Jennifer le había llamado unos minutos antes, pero se negó a contestar cuando él le devolvió la llamada.
Preocupado, Iván volvió a marcar su número, pero seguía colgado.
¿Está Jennie enfadada conmigo?
Negó su suposición, ya que Jennifer no era una mujer mezquina. No estaría enfadada porque él no hubiera respondido a su llamada antes.
Un mal presentimiento surgió en el corazón de Iván.
Llamó a Emerald Bay. Poco después, la llamada se conectó. Inmediatamente, Iván preguntó: "¿Ha llegado Jennie?"
"Buenos días, señor Marsh", respondió Marry, "la señora Marsh no ha llegado a casa".
Iván pensó en la hora. Aunque Jennifer condujera a 40 mph, debería haber llegado.
Se preguntó si había pasado por una floristería en el camino.
Iván esperó pacientemente, tratando de ser optimista sin relacionarlo con la huida de Hanson.
Sin embargo, cada segundo le parecía una tortura.
El mal presentimiento de su corazón empeoraba, pero no estaba dispuesto a creerlo.
Mientras tanto, el todoterreno negro había llegado a una fábrica abandonada. Jennifer miró a su alrededor y se aseguró de que nunca había estado allí. A grandes rasgos, sabía que estaban en los suburbios del sur.
Fue arrastrada por el vehículo a la fuerza, con los brazos aún atados.
"¡Sube!", le espetó un hombre.
Jennifer no supo a quién había ofendido, preguntándose si Aubree estaría allí dentro.
Sin embargo, no creyó que fuera posible. Aubree no tenía por qué hacerle esto.
La fábrica estaba en mal estado, con las paredes agrietadas, parecía que se iba a derrumbar en cualquier momento.
"¡Rápido!"
Los hombres a ambos lados la arrastraron ferozmente.
La mirada de Jennifer barrió a su alrededor.
El miedo la abrumó, enviando un escalofrío por su columna vertebral.
"¡Sube!", la empujó un hombre con impaciencia.
Jennifer perdió el equilibrio y estuvo a punto de caer en el gas. La arrastró para que se quedara quieta y tiró de ella hacia arriba con violencia.
El segundo piso.
Era una habitación vacía con más de una docena de frascos de hierro en la esquina. Jennifer vio varios pilares.
En una silla cercana estaba sentado un hombre de negro. Llevaba una gorra, cuyo borde ocultaba su rostro.
Detrás de él había varios matones. Algunos llevaban barras de hierro y otros sostenían cuchillas. Todos tenían un aspecto feroz y violento.
Jennifer sintió un entumecimiento en los brazos. En silencio, miró alrededor del lugar.
El olor a gas llenaba completamente el aire.
Jennifer vio dos grandes botes de gas tirados en el suelo. El gas cubría el suelo, y una parte goteaba hacia las escaleras.
Le recordó dos palabras: el desesperado.
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