El brazo de Elías se tensó por un momento, pero no quitó la mano de Helen. Él también tenía interés en observar al hombre frente a Anastasia, quien la había hecho reír con tanto entusiasmo. Cuando Anastasia levantó la mirada, vio que Elías y Helen estaban caminando hacia ella. En ese momento, se dio cuenta de que la mesa a su lado se había desocupado.
«No se van a sentar aquí, ¿cierto?»
Helen le lanzó una mirada engreída a Anastasia cuando se acercó y fingió estar sorprendida de verla.
—¡No sabía que estabas aquí, Anastasia!
Anastasia miró a Helen con frialdad antes de girar su cabeza hacia la ventana. Ella no se molestó en ser amable con ella pues no le encontraba sentido. Helen solo pudo sentarse con una sonrisa amarga en su rostro. Mientras tanto, Elías se sentó del lado opuesto a Helen. La posición de su asiento le permitía mirar directo al rostro de Anastasia. Luego, él le echó un vistazo al hombre frente a ella mientras pensaba:
«No sé quién es ese hombre, lo cual quiere decir que seguro sean una persona ordinaria»
—¡Mi empresa está muy cerca de la suya, señorita Torres! Está a solo dos calles. A la próxima, ¡tendré que invitarla a almorzar y a tomar una taza de café!
La mirada de Samuel se mantuvo en Anastasia todo el tiempo y no se dio cuenta de la mirada glacial que había detrás de él. Anastasia pasó sus dedos por su cabello mientras sonreía con timidez y decía:
—¡Claro! Podemos tomar café cuando estemos libres. Ya que usted es una persona muy impresionante, apuesto a que podré aprender algunas cosas sobre inversiones de usted —dijo Anastasia.
—Sí he logrado algunas cosas en ese campo, así que, con gusto le enseñaré algunos trucos —respondió Samuel con un tono lleno de seguridad. Por dentro, él se sentía satisfecho al notar que Anastasia parecía tener una mejor impresión de él después de que hablara de su carrera.
—¡Vamos por comida, Elías! —dijo Helen.
—Ve tú. Necesito hacer una llamada —dijo Elías mientras se mantenía en su lugar. Helen no tuvo otra opción más que ir sola. Luego, volteó a ver al hombre que estaba sentado frente a Anastasia y resopló mientras pensaba:
«¿Qué gustos tiene Anastasia? Ese hombre no se ve nada atractivo»
Al mismo tiempo, Elías tenía su mirada fija en la mujer que estaba en la mesa de al lado. Había una luz por encima de la cabeza de Anastasia y su vestido de noche gris hizo que su piel luciera más impecable de lo usual. Sus facciones definidas y sus ojos hipnotizantes hacían que lucieran aún más atractivas y sus labios rojos y brillantes lucían más seductores de lo normal. Cualquier hombre que observara sus labios gruesos tendría el deseo de morderlos. A pesar de que Anastasia no estaba prestando atención al hombre de la mesa de al lado, ella podía sentir cómo él la estaba observando.
«¿Qué está mirando? ¿Acaso no está con Helen?»
Mientras Samuel agachaba su cabeza para tomar agua, Anastasia aprovechó la oportunidad para voltear sus ojos a Elías antes de mirarlo con intensidad. Los ojos confundidos de Elías se encontraron con los de ella y de pronto, sintió algo inexplicable en su pecho.
«Anastasia se ríe de forma tan alegre con ese hombre, pero a mí nunca antes me ha sonreído así. ¿Por qué? ¿Acaso no merezco sus sonrisas?»
Esos pensamientos frustraron aún más a Elías. Mientras observaba cómo Anastasia continuaba conversando con el otro hombre, él sentía que ya no podía soportarlo más. Al final, él se levantó y caminó hacia Samuel para decir:
—Creo que hablar sobre el trabajo es mejor que conversar con este hombre aburrido.
Elías había atacado la personalidad de Samuel al instante al llamarlo hombre aburrido. Samuel se quedó sin palabras por dos segundos antes de sonreír con amabilidad y decir:
—Tiene razón, presidente Palomares. Soy una persona fastidiosa que le gusta tener conversaciones sobre temas sin sentido —dijo Samuel.
Anastasia no sabía cómo responder mientras observaba a Elías.
—Creo que esta es la primera vez que veo a alguien hablar de forma tan grosera de otros en su cara —murmuró Anastasia.
—¿Dije algo malo? —dijo Elías mientras alzaba una ceja de forma arrogante.
«¡Es cierto que Samuel alardea, pero yo estaba dispuesta a escucharlo! ¡Prefiero escuchar a Samuel antes que a Elías!» pensó Anastasia.
—Me agrada cuando otros alardean. ¿Usted tiene la habilidad de hacer eso, presidente Palomares? ¿Por qué no lo intenta? —dijo Anastasia de forma provocativa.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...