Ya que Elías no quería irse, Anastasia decidió que ella se retiraría. Tomó su bolso y estaba por irse cuando Elías alzó una ceja y extendió su largo brazo para tomarla de la muñeca y jalarla hacia sus brazos. Anastasia perdió el balance y de inmediato cayó de cara sobre su pecho. Luego, levantó la mirada con enfado cuando de pronto sintió su respiración sobre su cara. Elías fijó su mirada en su rostro y había un toque de burla en su mirada mientras ella intentaba empujarlo.
—¡No juegues conmigo, Elías! ¡Suéltame!
—¿Y qué si no lo hago?
Elías comenzó a jugar con ella.
«Ella fue quien me hizo sentir en conflicto toda la noche. Ni siquiera tenía la capacidad mental para preocuparme por otra cosa que no fuera ella durante la cena de hoy. Esta vez, ha llegado a mi límite»
—Elías... —dijo Anastasia mientras continuaba empujándolo.
Elías llevaba una camisa blanca de seda y Anastasia podía sentir sus músculos firmes contra su palma mientras lo empujaba. De pronto, Elías rodeó sus brazos alrededor de su cintura y entrelazó sus dedos para asegurarlos firmemente detrás de su espalda. Para ese momento, Anastasia estaba perdiendo la cabeza.
«¿Qué está intentando hacer este hombre? Cualquiera puede abrir la puerta en cualquier momento y mi reputación quedará arruinada si nos ven así. Si eso sucede, el rumor de que yo intenté seducir al joven de la familia Palomares se propagará como fuego»
Mientras ella continuaba forcejeando para salir de su agarre, Elías admiró sus bellas facciones en silencio. Su mirada cayó sobre sus labios rojos; el labial que había usado ese día la hacía ver especialmente linda, pues el color hacía que sus labios lucieran gruesos y brillantes. Él podía sentir cómo su corazón se agitaba y sentía la tentación de saber cómo sabían sus labios. De pronto, Elías debilitó su agarre y Anastasia creyó que podía escapar, pero el hombre la tomó de su cintura y de su nuca. Su agarre era firme y dominante mientras que su mirada se volvió peligrosa.
La frustración hervía dentro del pecho de Anastasia mientras los labios de Elías se acercaban a los de ella. Justo cuando estaba por besarla a la fuerza, ella levantó su mano derecha para arrojarla hacia su rostro. ¡Zas! El sonido de la bofetada fue aún más fuerte y crujiente en la habitación pequeña. Luego de un momento, apareció una marca roja en el rostro atractivo de Elías. Parecía que el aire se congelaba mientras la mirada de Elías se volvía cada vez más oscura. Había una mirada feroz en los ojos de Anastasia; como si fuera un fénix fiero que estaba observando a su presa.
—Atrévete a besarme de nuevo.
—Hola, señora Palomares —dijo Anastasia en un tono serio.
—¿En dónde estás, Anastasia? ¿Por qué no te he visto? —preguntó Eva.
—Estoy descansando en una de las habitaciones del segundo piso —respondió Anastasia.
—Yo estoy en el primer piso. ¡Apresúrate y ven! Me gustaría verte —dijo Eva con un tono gentil pero firme. Anastasia sintió que su corazón se detuvo mientras pensaba:
«No creo que la señora Palomares sepa que acabo de golpear a su nieto favorito, ¿cierto?»
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...