El hombre dejó de llamarla cuando no logró localizarla con la primera llamada, por su parte, Anastasia se dedicaba a mirar las calles atestadas por fuera de la ventana y no podía dejar de recordar la imagen que había visto hace rato.
«No está pasando nada entre Elías y yo, así que si él quiere compartir un beso con alguien más, no es de mi incumbencia. No obstante, ¿por qué me siento enojada sin razón alguna? ¿Qué tiene de malo que bese a Helen? Aparte, ellos han hecho cosas que son más íntimas que un beso, o quizás sea Helen quien ha estado satisfaciendo su deseo sexual todo este tiempo. De otra manera, sería anormal que un hombre de 29 años no tuviera ninguna necesidad en lo absoluto. ¡Demonios! ¿Cómo se atrevió a obligarme a que lo besara? ¡Estoy muy enojada!», pensó ella, pues concluyó que Helen era la actual compañera de cama de Elías.
Cuando Anastasia pasó por su hijo al jardín de niños, el pequeño volteó a ver atrás de su mamá, luego, volteó a ver a sus alrededores y levantó la cabeza para poder hacerle una pregunta a ella.
―Mami, ¿dónde está el señor Palomares? ¿Por qué no está aquí?
―Él no vendrá esta noche, tiene otros asuntos que atender ―explicó Anastasia mientras dirigía a Alejandro agarrándolo de la mano y saliendo del territorio escolar. Justo en ese momento, los ojos del niño se llenaron de emoción y se soltó del agarre de su mamá.
―Mami, ¡me mentiste! ¡El señor Palomares está aquí! ―gritó.
Después de que él dijo eso, corrió en dirección del hombre, por lo que ella se dio la vuelta y miró la figura imponente de Elías; a decenas de metros en la lejanía, ella pudo sentir la mirada filosa de los ojos que eran tan oscuros como la noche, ocasionando que su expresión cayera y le regresó la mirada.
«¿Qué no tiene una cita con Helen? ¿Qué hace aquí?».
―¡Señor Palomares! ―exclamó el pequeño niño corriendo hacia el hombre y saltando hacia él, haciendo que el otro reaccionara rápido, abriendo sus brazos y levantando al pequeño en un movimiento que parecía natural en lo particular―. Señor Palomares, ¡dijo mami que estaba muy ocupado y que no iba a poder venir! ―dijo mientras que ladeaba su cabeza para un lado.
―No importa qué tan ocupado esté, aun así, vendré por ti a la escuela ―contestó Elías, después extendió su mano y acarició la cabeza del niño―. Subamos al auto.
Ese hombre sabía que siempre y cuando el niño estuviera dentro del auto, en definitiva, Anastasia tendría que seguirlo; aparte, había puesto un asiento especial en el vehículo ese día: un asiento para niños. Primero, Anastasia había planeado regresar en taxi junto con su hijo, pero al ver que entró al auto de Elías, no tuvo más opción que caminar hacia ellos.
―Presidente Palomares, ¿por qué me lo explica de manera tan clara? No tengo nada que ver con la relación que mantiene con Helen ―se burló Anastasia, mirándolo con frialdad.
Con eso, a fuerzas se soltó del agarre de él, abrió la puerta trasera del auto y se subió; durante el viaje, Elías habló con el niño, le preguntó sobre qué clases había tenido ese día, que comió e incluso sobre lo que hizo en la tarde, a lo cual Alejandro contestó feliz todas las preguntas. Mientras tanto, Anastasia miró afuera por la ventana, con los brazos cruzados sobre su pecho, pensando en qué cocinar esa noche.
―Hay que comprar algunas cosas en la tienda que está debajo de mi departamento ―le comentó a Elías.
―Claro ―respondió él.
Al mismo tiempo, la volteó a ver con sus ojos muy profundos por el espejo retrovisor, dio la casualidad de que ella también volteó a ver a ese espejo, por lo que sus miradas se cruzaron. Al notarlo, Anastasia de inmediato apartó sus ojos, pues se rehusaba a encontrarse con los de él.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...