¿Mi hijo es tuyo? romance Capítulo 158

―¿A caso no enviaste a alguien en la tarde para que me llamara a tu oficina? ―le preguntó Anastasia al hombre del sofá. 

―No lo hice ―respondió Elías. De inmediato, recordó que fue Gabriela quien llegó a dejar el mensaje. 

«Pero ¿quién le dio la orden a ella?» se preguntó. Era evidente que todo se había planeado para que luciera como una coincidencia; haciendo una mirada de desprecio en el fondo, Anastasia ya sabía que se trataba de otro de los planes de Helen.  

―¿Necesitas que te explico todo de nuevo? ―preguntó Elías con su baja y seductora voz, aún sentado en el sofá. 

Regresándole el teléfono, ella notó que la piel de aquel nombre estaba enrojecida de manera poco natural y a la par con su frente cubierta de sudor, la usual apariencia severa de Elías lucía un poco débil bajo la luz. 

―¿E-está bien? ―preguntó Anastasia con culpa. 

«¡No me digas que es por la comida picante de hoy!». 

―Me duele el estómago ―respondió cubriéndoselo con su gran mano y añadió algo más en apuros―. Aunque está bien, lo puedo soportar. 

―¿Duele mucho? ¿Quiere ir al hospital? Si tiene problemas estomacales, ¿por qué comió toda esa comida picante hace rato? ¡Me lo pudo haber dicho! ¡¿Por qué es tan tonto?! ―cuestionó Anastasia con rapidez después de arrodillarse llena de miedo junto al hombre. Ella estaba entrando en pánico, por lo que no podía pensar bien las cosas, al mismo tiempo, se culpaba a ella misma y a él por no haber dicho algo antes; al verla en ese estado, Elías soltó una risita después de admirar la escena que tenía enfrente por un rato. 

―Si no comía todo eso, ¿cómo me ibas a perdonar? ―comentó. Sintió como su corazón se tensaba, Anastasia sabía que, en efecto, fue su culpa, pues había preparado toda esa comida picante a propósito. 

―Entonces, ¿qué hacemos ahora? ¿Deberíamos ir al hospital? ―dijo mirándolo con culpabilidad. 

―No hay necesidad, hay una farmacia en la entrada de la comunidad, así que nada más ve por una caja de medicina para el estómago de ahí ―pidió Elías y luego le pasó un vaso vacío―. Y te molestaré con otro vaso de agua tibia ―dijo. Después de rellenar el vaso y pasárselo, Anastasia se apresuró a salir con sus llaves y su bolsa; ya en el elevador, en verdad que se sentía muy arrepentida por sus acciones. 

«Como lo esperaba, le importo a esta mujer». 

Sin embargo, fue un error, puesto que la razón por la que Anastasia tenía tanto pánico era nada más porque estaba intentando compensar el hecho de que ella había causado el dolor estomacal. Después de todo, ella no se encontraba en paz sabiendo que lo había lastimado. 

―¿En serio no necesitas ir al hospital? ¿Sabes? Hay uno bastante cerca ―preguntó Anastasia todavía preocupada, pues no quería que él siguiera sufriendo. 

―No soy tan frágil como piensas, estaré bien dentro de un rato ―dijo Elías, quien siguió tomando del vaso de vez en cuando. Por fin, después de relajarse por un momento, ella se sentó en el sofá mientras respiraba profundo; luego, añadió otro comentario lleno de culpa. 

―¡Me hubieras dicho que no puedes tolerar la comida picante! Aparte, debiste haberme dicho hace rato que tenías problemas estomacales, de otra manera, yo hubiera hecho… ―comentó mientras que Elías la miraba y juntaba todas las cosas que habían pasado. 

«¿Por qué me hizo esa broma? ¿Fue porque miró esa escena donde estaba soplándole al ojo de Helen? ¿Anastasia creyó que iba a besar a Helen? ¿Esa es la razón por la cual está enojada? ¿Me hizo una broma a causa de los celos? ¿Puede ser que Anastasia se haya enamorado de mí?». 

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