Después de dejar a Alejandro en la escuela, Elías no se dirigió a la compañía, en su lugar, compró desayuno y regresó a la casa de Anastasia, pues aún tenía la llave que ella le había dado. Con el desayuno en sus manos, Elías le echó un vistazo a la habitación principal a través de la puerta, al ver a la dueña de la casa envuelta en una manta, sonrió antes de entrar. Si Anastasia supiera que Elías estaría admirando su posición para dormir, se hubiera dormido en una mucho más atractiva; en ese momento, ella se miraba como un gatito domado que dormía con profundidad y cambiaba de posición de vez en cuando. Ni siquiera el hombre notó que su mirada era en extrema gentil y que había algo de nostalgia en sus ojos cuando la miraba; mientras tanto, la mujer dormida yacía en su cama con las extremidades estiradas. El sol brilló en su cara, mostrando su piel perfecta y sus labios rojos, lo cual hizo que se mirara más seductora y a su vez ocasionó que Elías quisiera comérsela, pues estaba ansioso de conocer su sabor.
En ese momento, lo que Anastasia estaba usando era ropa de dormir corta y su clavícula estaba expuesta, haciendo que el hombre tragara saliva de forma inconsciente, mientras que su manzana de Adán se movía. Aunque Elías siempre fue alguien calmado y sereno, se derrumbó enfrente de esta mujer, pues ella siempre tenía una manera de volverlo loco; al final, decidió dejar de verla, ya que se sentía muy seguro de que ella sería suya, tarde o temprano y con eso en mente, salió de la habitación. El reloj biológico de Anastasia siempre la hacía levantarse, pues no tenía el hábito de desvelarse; sin embargo, fue el ruido de los autos de afuera lo que en verdad hizo que se terminara despertando. Abrió los ojos y divagó por un momento antes de salir de la cama; con lentitud, se lavó la cara y los dientes, luego salió para tomar un vaso de agua y casi le da un infarto del susto al ver a Elías sentado en el sofá.
―Tú… ―dijo ella mirándolo fijo con los ojos abiertos de par en par para luego empezar a cuestionarlo con una pizca de enojo en su mirada―. ¡¿Por qué volviste?!
―Te traje el desayuno ―respondió con las cejas levantadas. Mirando hacia la puerta de su habitación, se dio cuenta de que estaba muy abierta, entonces, ¿estaba en una posición donde él podía mirarla con claridad cada que él quisiera?
«¿En verdad miró cómo dormía? ¿Babeé mientras dormía? ¿Me dormí en una posición vergonzosa? ¿Hablé dormida?», pensó mientras que sabía que la respuesta a su primera pregunta era muy obvia, pues estaba segura de que Elías lo había hecho. Por razones desconocidas para ella, empezó a sonrojarse, miró para abajo y se sintió aliviada al ver que todavía tenía puestas su ropa de dormir habitual.
―Ya te puedes ir ―dijo tosiendo un poco.
―Esperaré a que termines de desayunar, luego podemos ir juntos a la compañía.
―Está bien, tomaré un taxi, no necesitas esperarme.
―Pero estoy dispuesto a hacerlo ―contestó Elías con su voz baja, sin pizca alguna de vacilación.
«¿En realidad cree que esta es su casa? ¿Por qué se queda en este departamento estrecho que tan solo tiene tres habitaciones cuando literal, él tiene una mansión donde vivir?», pensó Anastasia frunciendo las cejas. Como ella se sentía hambrienta, caminó hacia la mesa y empezó a comer el desayuno que le habían traído, luego volteó a ver al hombre que estaba sentado en el lado contrario y pretendió estar preocupada.
―N-no eres bienvenido a entrar a mi habitación sin permiso desde ahora. Es mi lugar privado, ¿lo entiendes? ―advirtió usando sus derechos como propietaria del lugar.
―Está bien, ya no volveré a entrar ―respondió con pereza y levantando las cejas.
―Espero que cumplas con tu palabra ―contestó Anastasia, resoplando y sin creerle por completo; después del desayuno, ella decidió irse en el auto con él, pero cuando se subió, se dio cuenta de que ya eran las 9:20 de la mañana.
«¡Dios mío! ¡Otra vez dejé ir mi bono de asistencia completa de este mes!».
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...