—¡Buena suerte, Elías! —gritó Miguel desde el otro lado del patio y alzó el puño al aire, como señal de apoyo moral. Los ojos de Elías se arrugaron al asentirle al joven. Por otro lado, Anastasia estaba ayudando a Alejandro a ponerse el cinturón de seguridad, así que no se percató de nada extraño entre los primos.
Después de eso, Elías ocupó el asiento del copiloto, mientras que Anastasia se sentó en la parte trasera Alejandro, agradeciendo el amplio espacio para las piernas que tenía el sedán.
Primero, fueron a comer a un restaurante de alta categoría, donde Alejandro comió con mucho ánimo. Una vez que terminaron, el pequeño de pronto preguntó si podían ir al museo, a lo que Elías accedió sin pensarlo dos veces. Como tal, Anastasia no hizo más que seguirlos. Ray también fue para vigilar a Alejandro, pensando en cuidarlo y darles a Elías y Anastasia tiempo de calidad juntos.
En ese momento, Anastasia acababa de entrar en el museo cuando sonó su teléfono. Al ver que era Franco quien la llamada, contestó:
—Hola, papá.
—¿El joven Elías está bien? Espero que no haya tenido resaca esta mañana —dijo Franco, preocupado al otro lado de la línea—. Mis amigos no debieron obligarlo a tomar tanto licor.
—No te preocupes, papá. Él está bien —lo tranquilizó.
—Por cierto, me preguntaba si Burgués aún está contratando. Érica estaba pensando en trabajar en tu empresa.
Anastasia se resistió a resoplar al oír esto y pensó: «¡Sí, claro, como si Érica quisiera trabajar! Lo único que quiere es acercarse a Elías y la manera de hacerlo es trabajando en la empresa».
—Grandioso. Entonces me llamas y me cuentas cómo fue la conversación. Érica quiere tomarse la vida en serio, así que tenemos que ayudarla a empezar, ¿no es así?
—Claro —contestó, sin emoción alguna. Tras colgar la llamada, miró al hombre que llevaba a su hijo de una exposición a otra y, tras suspirar, se les acercó.
—¿Qué sucede? —le preguntó él con una mirada oscura.
—Lo que pasa es que mi papá quiere saber si siguen contratando personal en Burgués. Quiere que mi hermana, Érica, trabaje allí —le explicó Anastasia al mirarlo. Incluso bajo escasa luz, podía ver los ángulos cincelados de sus apuestos rasgos. Por un momento, pensó que podría ahogarse en sus oscuros ojos.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...