¿Mi hijo es tuyo? romance Capítulo 61

«¡Anastasia no tiene vergüenza! ¡En verdad está seduciendo a Elías cuando debería estar trabajando!» pensó Helen, mientras se desvanecía su buen humor. 

Se mordió el labio y decidió que tomaría medidas desesperadas. Dejó sus compras y corrió hacia su carro para encenderlo. Miró hacia una pared del estacionamiento y, sin dudarlo, pisó el acelerador para estrellarse directo contra la estructura. El impacto hizo que se golpeara la cabeza contra el volante y el dolor que sintió fue tan intenso que tuvo que tomarse un tiempo para respirar y enfocarse. El carro estaba estrellado y era razón suficiente para llorar, así que Helen se preparó y tomó su teléfono para marcarle a Elías.  

En ese momento, él recibió su llamada, pero como su teléfono estaba conectado al sistema del carro, el tono se escuchó por todo el vehículo, interrumpiendo el silencio de este. Anastasia ya se sentía algo intranquila y ese sentimiento solo aumentó al ver el nombre de Helen aparecer en la pantalla del carro. Se dio la vuelta para no observarlo, como si le ofendiese de gran manera. Elías dudó al ver su reacción, pero decidió contestar de todas formas. 

—Hola, Helen. ¿Qué pasa? 

—¡Choqué el carro, Elías! Estoy asustada. ¿Puedes venir a ayudarme, por favor? —indicó Helen entre sollozos y lloriqueos. 

—¿Estás herida? —preguntó Elías mientras reducía la velocidad del vehículo. 

—Mi cabeza me duele y siento que todo da vueltas. Elías, te necesito aquí. Duele mucho… —sollozó. 

—Envíame la dirección, iré en camino —contestó Elías, sin saber que había hecho justo lo que ella quería. 

«Han pasado cinco años desde la última vez que nos vimos, pero incluso yo tengo que admitir que su acto de damisela en apuros es algo impresionante» pensó Anastasia con sarcasmo. 

De momento, Elías colgó la llamada y miró la dirección que Helen le había mandado. Se giró hacia Anastasia para preguntarle: 

—¿Te importa si tomamos una desviación? 

Ella se encogió de hombros, medio accediendo. Supuso que podría ir a ver cuánto daño había causado Helen. Elías condujo hasta el centro comercial más grande y entró hasta el tercer piso del estacionamiento. El carro de Helen se encontraba destrozado contra la pared, mientras que la conductora descuidada estaba agachada al lado de este. Lucía como si intentase evitar que su cabeza se partiera a la mitad. Vio que Elías se acercaba a ella, pero no parecía para nada sorprendida que Anastasia estuviera con él. De inmediato, se abalanzó a sus brazos. 

—Al fin llegaste, Elías. 

«Y yo aquí creyendo que su cabeza estaría clavada y sangrando por el impacto, pero anda brincando como si todo estuviese bien. Es una lástima que su carro sea lo único que se dañó aquí» pensó Anastasia con amargura. 

—¿Qué estás haciendo aquí, Anastasia? —preguntó Helen, fingiendo estar sorprendida mientras apretaba su agarre en la cintura de Elías. 

—¿Tal vez podrías dejar de hablar por un momento? —comentó Elías entre dientes, algo enojado. 

Anastasia se mordió adentro de la mejilla. Se rehusaba a quedarse y mirar como Elías mimaba a Helen. Volteó sus ojos y dijo: 

—Entonces me voy. 

—No te vayas —llamó Elías. 

«¿Qué? ¿En verdad tienes tiempo para llevarme con tu abuela?» pensó Anastasia mientras se detenía y se giraba para lanzarle una mirada. 

Elías agachó su vista hacia Helen y murmuró: 

—Helen, Ray está en camino para acá. Le pediré que te lleve al hospital para que te hagan una revisión completa, ¿está bien? Si el doctor dice que no hay ningún problema, regresa a casa y descansa un poco. 

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?