Eran alrededor de las 10 de la mañana y Helen estaba buscando algo para comprar en una tienda Louis Vuitton dentro de un centro comercial de élite. Se encontraba revisando uno de los estantes cuando su teléfono sonó.
—Ah, mamá —contestó de una forma brusca.
—Helen, no tendrás algo de dinero que nos puedas dar, ¿o sí? Tus hermanos necesitan liquidar el pago de la escuela y nos preguntábamos si nos pudieras ayudar un poco.
—¿De dónde sacaría el dinero, mamá? A penas tengo suficiente para mantenerme, así que no, no puedo ayudarlos —respondió Helen sin perder el tiempo para rechazar a su madre, quien no tardó en cambiar su tono de voz con ella.
—¿Qué demonios has estado haciendo estos días? De seguro estás holgazaneando por ahí, ¿no es así? ¡No puedo creer que no hayas aprovechado nada de mi crianza y que seas tan inútil que ni nos puedes dar unos 2,000 para ayudarnos! ¡Puedes considerarte mi mayor error!
Helen era indiferente ante las palabras de su madre, quien una vez se cansó de insultarla, colgó sin más. Entonces, Helen se giró hacia la dependienta de la tienda y, en un tono que indicaba con claridad que necesitaba desquitarse con alguien, le habló con rapidez y ordenó:
—Carga todas las bolsas de ese mostrador a mi tarjeta, ya.
La dependienta la miró asombrada. Había escuchado la conversación de Helen al teléfono, así que no podía imaginar que ella tuviese el dinero para pagar por todas esas bolsas; sin embargo, con deslizar su tarjeta negra, Helen hizo la transacción y se retiró de la tienda, frustrada. Esa misma tarde, se encontró con Maya y fueron a un restaurante de primera clase.
—¡Esta es la primera vez que voy a un lugar tan lujoso como este, Helen! ¡Es increíble!
—Dime todo lo que sepas de Anastasia en estos días, Maya —dijo Helen después de tomar un sorbo de su té, tan elegante como pudo.
—¿Estás enterada de la competencia de diseño de joyería que se está organizando? Por lo visto, el diseño de Anastasia llegó a las finales y el ganador se declarará la siguiente semana. Si es ella, ¡se llevará un millón en premio! —informó Maya. Se notaba los celos en sus ojos.
—¿Qué? ¿Un millón? —Incluso Helen estaba sorprendida por esto.
—¡Así es! El premio de la competencia suele llegar solo hasta 100,000, pero escuché que el presidente Palomares hará una extraordinaria excepción este año y por eso subió el premio a un millón. Es revolucionario.
«¿Así que Elías fue quien subió el premio?» pensó Helen mientras apretaba su agarre sobre su taza. Si la tomaba más fuerte, terminaría rompiéndola.
—El presidente Palomares es tan generoso —comentó Maya, ensoñada.
Helen de inmediato supuso que esto se trataba de una de las formas en que Elías le pagaría a Anastasia por las acciones de su madre, lo que para ella significaba que todo estaba arreglado para que Anastasia ganase la competencia y se llevase un millón por el premio. Elías tenía mucho poder en varias industrias bajo el conglomerado. Le sería muy fácil manipular los resultados de la competencia. No sería ninguna sorpresa que Anastasia terminase en primer lugar.
«¡No puedo dejar que Anastasia se vaya con ese dinero así de fácil ni que gane la competencia sin siquiera intentarlo! ¡Quiero que su reputación sea arrastrada por todo el suelo!».
Elías dejó de escribir por un momento, pero se recuperó con rapidez y terminó de firmar un documento antes de cerrar la carpeta. Luego, la miró y, con frialdad, le dijo:
—Un momento, Anastasia. Regresa y toma tu dinero.
A pesar de lo mucho que le encantaba el dinero, Anastasia no quería quedarse con algo que sentía no le correspondía. Se giró para retirarse y dijo:
—Done su dinero a la caridad si no tiene algo mejor que hacer con él. Hay otras personas en el mundo que apreciarían su generosidad.
Al escuchar eso, Ray decidió intervenir por su jefe.
—Señorita Torres, el presidente Palomares ya tiene una fundación de caridad a su nombre y dona miles de millones cada año a dicha fundación —comentó.
Cuando Anastasia escuchó eso, dudó y no supo cómo continuar. Terminó tosiendo con incomodidad, sonrojándose y saliendo del lugar.
—Bueno, entonces pretendan que no dije nada.
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