¿Mi hijo es tuyo? romance Capítulo 83

«¿Cómo es posible que solo recordarla haga que mi cuerpo reaccione de esta forma? Ahora que se enteró de que hubo una relación de una noche entre Helen y yo hace cinco años, de seguro me odio aún más» pensó, impactado por completo. 

Su teléfono sonó en ese momento. Lo desbloqueó y vio que tenía un mensaje de Anastasia junto con una fotografía de una camisa amarilla. 

«Este es el uniforme para el Día de la Familia. ¿Está seguro de que aún quiere venir?». 

«¡Qué camisa tan ordinaria! Apuesto a que se podría comprar camisas con patrones similares en cualquier tienda en línea por un puñado de billetes» pensó mientras se apuró a escribir su respuesta: 

«Ya se lo prometí a Alejandro, así que iré en definitiva». 

«Aun así, esto no va para nada con usted y creo que sería mejor que no formara parte de esto. Le puedo decir a la profesora de que me deje tomar su lugar». 

Después de leer la respuesta de Anastasia, entrecerró sus ojos y le contestó con determinación. 

«Ahí estaré, sin duda alguna». 

Por su parte, Anastasia acostada en su cama mientras se mensajeaba con Elías. Al ver lo insistente que estaba, a pesar de sus intentos por disuadirlo, terminó respondiendo con: 

«¡Bien! Lo veremos a las 2 de la tarde de este viernes». 

«Claro. ¿Alejandro ya se durmió?» preguntó Elías. 

«Sí, ya está dormido». 

«¿Qué estás haciendo?». 

«Hablando con usted, acostada en la cama» contestó Anastasia con rapidez. 

«Anastasia, ¿y si te diera 10 miles de millones para que te casaras conmigo?» preguntó Elías de repente. 

Al ver eso, la mente de Anastasia se quedó en blanco. 

«¿10 miles de millones para casarme con él? ¡Ja, ja! ¿De verdad cree que puede hacer lo que se le plazca nada más porque tiene dinero?» pensó Anastasia. 

Lo rechazó de forma directa con el mensaje: 

«¡Vaya con Helen si necesita a una mujer! Aunque estuviera solitaria, nunca buscaría las sobras de Helen». 

—Tenía miedo aquella noche, pero… Ya no me asusta. Cuando te recuerdo, el dolor se convierte en placer. 

—Deberías dejar de pensar en eso. No quiero que quedes traumatizada —comentó Elías. 

—¡Está bien, entonces! Por cierto, mañana quiero visitar tu compañía y que almorcemos juntos. 

—Claro. Ahora, necesito una ducha —contestó Elías y colgó después de eso. 

Por su parte, Helen, quien se encontraba en la mansión en el centro de la ciudad, había comenzado a sudar frío. 

«¡Elías casi descubre la verdad! Por su tono de voz, apuesto que sabe cuánto torturó a Anastasia esa noche. Aun así, no se encontraba en sus sentidos y era la primera vez de ella, así que apuesto que debió ser horripilante para ella». 

Pese a todo, Helen no podía evitar sentirse celosa. 

«Si solo hubiera sido yo aquella noche. Hubiera podido experimentar a Elías cuando no tiene limitantes. En verdad, aunque fuera una vez, quisiera ser su mujer». 

Sintió que su cuerpo comenzaba a excitarse cuando pensaba en el físico bien trabajado de Elías. 

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