Mi marido desecho romance Capítulo 7

Anna Jing se sentó tranquilamente en el sofá de cuero de la oficina para beber el té de primera clase que Cathy Lee había preparado, un té que era muy popular entre las mujeres porque podía reducir la grasa del abdomen.

Cathy se acercó al lugar de Sylvia y colocó en su escritorio un portafolio con la información personal de Anna.

Anna Jing, de veintitrés años, se había convertido en la campeona regional de lucha femenina a la edad de 18. También sirvió en el ejército y se unió a la Brigada de Guerra Especial femenina. En cinco años, logró desempeñar 17 funciones. Además, logró obtener el mérito de primera clase dos veces, y también el mérito de segunda y tercera clase.

Era muy buena en combate libre y en combate desarmado, pero después de cinco años de servicio, decidió retirarse y estableció una empresa de guardaespaldas. En un mes se ganó una buena reputación en la industria y se encargaba del trabajo de protección personal que algunos guardaespaldas masculinos no podían cumplir.

Sylvia quedó impresionada después de leer la información de esa muchacha. Así como los hombres envidian los músculos abdominales de otros hombres, las mujeres fuertes como ella también envidiaban las habilidades personales de otras mujeres como las de Anna.

Después de unos segundos cerró el portafolio y miró a la chica. "Mi papá me dijo que a partir de ahora puedes vivir con nosotros, pero antes debes saber que aquí vive otra persona, y podría hacerte sentir incómoda", por supuesto hablaba de Henry.

Anna solo permaneció en silencio.

Sylvia sonrió y miró el reloj que traía en su muñeca. Eran casi las 12 en punto.

"Primero vayamos a comer. Te pondré al tanto de la situación de nuestra empresa para que puedas trabajar sin inconvenientes". Se levantó de su silla y arregló su falda negra ya que estaba ligeramente arrugada.

Anna dejó la taza de té y le dijo: "Presidenta Lin, creo que primero deberíamos ocuparnos de los micrófonos ocultos que hay en su oficina".

"¿Micrófonos ocultos?" Sylvia frunció el ceño al oír las palabras de Anna, nunca imaginó que habría eso en su oficina.

"Presidenta Lin, veo que no tiene ni la menor idea de lo que estoy hablando". Anna se levantó y empezó a buscar a tientas por varios rincones de la oficina. Después de unos minutos sacó tres pequeños micrófonos, uno del fondo de la maceta, otro de la esquina de la pared, y el último de la parte más interna de la estantería.

Sylvia se sintió aterrada al ver los pequeños aparatos. Ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaban en su oficina. En ese momento empezó a preguntarse quién podría haberlos colocado allí, y sobre todo, de cuántas cosas se podría haber enterado. Sin embargo, aunque muy estaba enojada, le quedó claro que Anna era una gran profesional y merecía que la contrate como su guardaespaldas personal.

Henry llegó a la planta baja de la mansión Lin y vio que ya era la hora del almuerzo.

Al ser un centro de negocios, había todo tipo de restaurantes con diferentes aperitivos en distrito financiero. El muchacho miró a su alrededor y encontró una cafetería desde la que se podían ver los ventanales de la oficina de Sylvia. Entonces decidió que se sentaría junto a una ventana, en un lugar donde se pudiera apreciar muy bien la Mansión Lin. De esa manera, si ocurría algún problema, podría regresar de inmediato. Por supuesto, él no se mostraría hasta que ese asesino apareciera.

En esa zona trabajaban muchos profesionales que ocupaban cargos administrativos, por lo que era normal verlos en la cafetería con sus pequeños materiales, pero cuando Henry entró, vio que casualmente había pocas personas. Aun así, el ambiente era muy agradable, se escuchaba una suave y relajante música de fondo y también había plantas muy lindas en el estante de flores adornando el lugar.

Por un lado estaba una chica de unos 17 o 18 años, hablando sola mientras miraba la pantalla de su teléfono, por otro lado se encontraba un vendedor intentando promocionar sus productos con los clientes que estaban sentados frente a él, y luego estaba Henry, que había pedido pasteles y una taza del Cassano más barato. Mientras comía tranquilamente, miraba la ventana de rato en rato por si ocurría algo extraño.

Aproximadamente media hora después, algo captó la atención de Henry. Seis personas desconocidas estaban merodeando afuera de la mansión Lin. Todos eran hombres, aproximadamente de treinta años. Dos de ellos conducían unas camionetas viejas, los cuatro restantes estaban concentrados en la mansión de Lin y miraban vagamente el piso más alto.

Esa fue la mejor excusa que se le ocurrió, no podía decirle que alguien quería matarla y que había ido allí para protegerla.

Al escuchar eso, el disgusto de Sylvia solo creció más. No quería hablar demasiado con él, así que sacó rápidamente 500 yuanes de su cartera y se los tiró. "Ahí tienes, no hace falta que los devuelvas. De todos modos, ese salario también es dinero de mi familia. No vuelvas a aparecer por aquí, ¿entendiste?"

Después de eso, lo ignoró y continuó su camino en dirección al estacionamiento. Ana la siguió en silencio.

Cuando llegaron, Sylvia notó por el reflejo de las ventanas del auto, que Henry todavía la estaba siguiendo.

"¿Y ahora por qué me sigues?"

"Presidenta Lin, ¿a dónde vas?" Preguntó él mientras miraba a Anna discretamente.

"Me voy a casa". Sylvia ni siquiera se molestó en mentir, sabía que de todos modos este hombre desvergonzado descubriría la verdad y la haría enfadar aún más.

"Muy bien. Entonces llévame contigo." Henry se frotó las manos. "El taxi es demasiado caro".

"No hay suficiente espacio", respondió ella automáticamente señalando su Mercedes Benz que solo tenía dos asientos.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi marido desecho