MI OTRO YO (LIBRO 1 - SERIE HOMBRES DOMINANTES) romance Capítulo 1

NOTA.

Esta novela es producto de mi imaginación, por lo cual es ficción, no está basado en hechos ni personas reales, si encuentra alguna similitud con un caso de la vida real es pura coincidencia.

Aún cuando la historia está ambientada en California, Estados Unidos, se narrarán situaciones que son producto de la imaginación de la autora y que no están ajustadas a la legislación del estado de California, ni a ningún otro. Por lo cual, si detecta algún caso, que no le parezca aplicable, no se preocupe que está estructurado de esa manera para el mejor desarrollo de la trama.

Prólogo

Estaba terminando las últimas cláusulas de un contrato, cuando el teléfono de mi pequeña oficina comenzó a sonar incesantemente, me chocaba cuando estaba concentrada en algo y me interrumpían, no había para mi peor ofensa.

Cuando atendí se trataba de una llamada de la oficina del gran jefe… y saber que estuve a punto de no levantarme a responder. La llamada era de su secretaria, quien me dio instrucciones claras de presentarme en diez minutos en su despacho, ni un minuto más.

Guardé el archivo con el cual estaba trabajando, para luego tomar un espejo de mi bolso y retocar la pintura de labios y el polvo compacto en mis mejillas, quería dar buena impresión sobre todo porque Adams Brooke era un papacito de primera. Era el hombre por quienes todas las abogadas del bufete y los hombres que se sentían atraído por su mismo género babeábamos y rogábamos por su atención, pero él ni siquiera se inmutaba ante las muestras de interés de los otros.

Un hombre apuesto, piel dorada, ojos grises, cabello castaño oscuro, de un metro ochenta de estatura, con una incipiente barba que le confería un aire de mayor masculinidad, con un fuerte carácter, no le gustaba que le llevaran la contraria y ante cuya presencia, yo Kadece Keshia Keen, perdía mis facultades mentales, alcanzando a susurrar a penas monosílabas.

Subí en el ascensor con un atisbo de nerviosismo, me miré en el espejo para observar una vez más mi aspecto, no estaba mal, pero había visto mejores. En mi rostro resaltaban mis hermosos ojos castaños entre mi piel dorada producto de un día de playa, pero del resto era una chica común y corriente, de estatura media con unas amplias caderas producto de la grasita que se acumulaba en mis revolveras por la falta de ejercicio, porque ese no era precisamente mi fuerte.

Debo confesar que soy una sedentaria, solo camino para subir hasta mi oficina o para ir de compras a los centros comerciales, pero odio cualquier actividad que exija mucho rendimiento físico de mi parte. Y mi cabello mi otro defecto, era mi maldición así me lo peinara, fuese a la peluquería, me realizara todos los tratamientos de hidratación habidos y por haber en el mercado, siempre terminaba luciendo como le daba la gana.

Me di cuenta de que había llegado a mi destino y me bajé con inmediatez, me recibió la secretaria, una mujer tan hermosa que daba la impresión de trabajar de modelo en vez de un bufete de abogados.

—Buen día, abogada Keen, ya la anuncio con el señor Brooke, aunque la está esperando —manifestó la mujer esbozando una sonrisa.

—Buen día, señorita Mariah. No se preocupe, espero —respondí, mientras me sentaba en uno de los sofás disponibles frente a ella, porque no tenía confianza de que mis piernas me sostuvieran por más tiempo, pues, me comenzaron a temblar imperceptiblemente. “Contrólate Kadece” me llamo la atención, pero es que el impacto de ser invitado a la oficina del gran jefe y de verlo a solas, me tenía los nervios de punta.

—Sabía que este caso sería perfecto para usted, dada su conveniente capacidad —habló en un tono que no me quedó duda que era de burla hacia mi persona y de repente mis nervios fueron sustituidos por rabia, respiré profundo para no decir nada que trajera como consecuencia mi despido, sin embargo, respondí.

—Señor Adams. Le aseguro que puedo sorprenderlo con mi capacidad, solo yo pongo mis límites y cuando me propongo algo no hay nadie que pueda detenerme. Envíeme el caso a mi despacho. Con permiso —me di la vuelta, pero su voz me detuvo.

—Entonces demuestre con el caso de la señora Michelle Jones, que su capacidad es sorprendente. Hagamos un trato usted y yo, si gana la hago accionista del bufete, si pierde al día siguiente quiero su renuncia en mi escritorio—expresó en un tono de condescendencia, que a mí me pareció lo más hipócrita del mundo.

—Vaya preparando los documentos donde transferirá las acciones a mi nombre señor Brooke—pronuncié con tono seguro saliendo de su oficina sin despedirme de nadie, solo pensando en el gran problema que nos habíamos metido, mi bocaza, mi orgullo y yo.

"Las palabras que no van seguidas de los hechos no valen para nada". Demóstenes.

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