Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 1227

Cuando volvieron, Neria le dio a Abraham el regalo de compromiso que les había dado Doria, y le regaló a Vanesa los dos collares que había querido comprar hoy pero Nemecia se los había arrebatado y Doria se los había acabado dando.

—Uno bastará, ¿has comprado tantos? —dijo Vanesa, sorprendida ante el espectáculo.

Neria se avergonzó y dijo.

—En realidad no compré esto, iba a comprarlo pero tuve un accidente, este es de la amiga de Abraham.

Vanesa se sorprendió aún más al oírlo y miró a Abraham:

—¿Qué amiga tuya?.

Las comisuras de los labios de Abraham se fruncieron y no dijo nada. Neria se explicó:

—Es una amiga que no veía desde hace mucho tiempo…

Inmediatamente después, pasó al tema:

—Mamá, déjame probártelo.

Vanesa dijo que no, pero su cara se iluminó de alegría.

Mientras Neria se lo ponía, le dijo a Abraham:

—Ya que tu amigo nos dio algo tan valioso, ¿cuándo prepararás algunos regalos para enviar de vuelta, para no dejar atrás este favor.

Abraham asintió:

Cuando subieron, Neria acababa de cerrar la puerta de su habitación cuando llegó la voz de Abraham.

—Gracias.

—¿Darme las gracias por qué? —Neria se sorprendió un poco al oírlo.

Sin contestar, Abraham devolvió a Neria el joyero que tenía en la mano:

—Es para ti, es lo que tienes.

Al final, Neria se lo llevó.

Por la noche, Abraham seguía durmiendo en el sofá.

En algún momento llovió fuera y la temperatura de la habitación cayó en picado.

Neria estaba tumbada en la cama, con los ojos abiertos y un poco adormilada.

—Lo siento.

—No… está bien —Neria añadió, —Aunque hace un poco de frío, ¿quieres ir a por un edredón después de todo?.

—Hablaremos de ello mañana, eso es todo por hoy.

Dicho esto, Abraham se dio la vuelta y se dispuso a dirigirse al sofá.

Sin embargo, en ese mismo momento, Neria oyó de repente un ruido procedente de la puerta y se apresuró a coger la mano de Abraham.

Con el impacto de la inercia, ambos cayeron de espaldas sobre la cama.

Al segundo siguiente, se encendió la luz del dormitorio.

—Os dije que no estabais dormidos, no estoy segura de este edredón sin añadirlo por si os resfriáis… —Vanesa se paró en la puerta.

A mitad de su frase, vio la escena en la habitación y se quedó paralizada durante unos segundos antes de reír al instante y decir.

—Uy, uy, soy yo el que ha venido en mal momento.

Estaba a punto de cerrar la puerta cuando volvió a ver las mantas y almohadas en el sofá, signos evidentes de que alguien había dormido allí.

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