Doria no sabía cuánto tiempo llevaba en el coche, además, el coche cada vez aceleraba un poco más, cada vez era más inestable.
Ella preguntó en voz baja, -¿A dónde me llevas?
Después de unos segundos, sonó la voz tensa de José, -Ya no podemos ir a ninguna parte.
Doria se quedó aturdida, de repente, sintió hasta escalofríos, -¿Qué quieres decir?
-Han manipulado este coche y el freno está estropeado.
Doria por fin se dio cuenta de la finalidad de Agustina.
Esto era la razón por la que no la dejó Agustina decir su plan a los demás. Resultó que Agustina ya lo tenía planeado desde el principio. Si de verdad hubiera creído sus palabras y hubiera seguido a esos hombres, lo que le esperaría seguramente sería la muerte, y su bebé, también desaparecería de este mundo. Eso era lo que Agustina quería hacer realmente.
El coche perecía que había llegado a una vía grande, y se oyó los pitidos de coches de cerca. Doria estaba apoyada en el asiento trasero y dijo de repente, -Si fueras tú solo, no tendrías ningún problema para saltar del coche y marcharte, ¿verdad?
José no le respondió, siguió conduciendo rápido entre los coches, solo quería ir a un lugar donde hubiera menos gente.
Doria parecía cansada, -Creo que ya sé por qué me has buscado. Puede que no lo sepas aún, ayer los policías se llevaron a Alba para interrogarla. Yo también conoces a Alba.
Todo aquello se lo había contado Claudia en la llamada.
Claudia y José era vecinos desde pequeños, pero desde que Claudia se marchó a otro país, los dos se dejaron sin contacto.
Al principio Doria no pensó mucho, pero la aparición de José le había hecho recordar algunas cosas olvidadas. “El intercambio del collar de aquella noche de la cena benéfica debe de haber sido él.” pensó ella.
José se emocionó -¡Todo lo he hecho yo, no tiene nada que ver con ella!
-No sirve para nada decírmelo a mí -Doria sonrió y continuó-. Intuyo que, la razón por la que me has arrestado esta vez también es por Alba. Pero ahora ya da igual todo, lo único que nos espera es la muerte.
José apretó el labio, cuando casi iba a atropellar a una niña, dio un giro brusco al volante y chocó contra un cubo de basura al lado de la carrera.
La fuerte inercia hizo que Doria se golpeara contra la puerta. Ella frunció el ceño, aunque apretó sus labios, un pequeño lamento escapó por su boca.
José preguntó, -¿Estás bien?
-Estoy bien…
Cuando llegaron a un lugar sin mucha gente, José se giró y vio que la ropa de la parte de abajo estaba llena de sangre, frunció el ceño y dijo, -Estás sangrando.
Esta vez, Doria no respondió.
Ella sabía lo que le esperaba. Tal vez Édgar tuviera razón, ella había decidido tener al bebé, por lo que tenía que ser responsable de cualquier consecuencia. A veces, ser terca sin escuchar las opiniones de los demás es un error. Eso era su karma.
Tras un rato, Doria recuperó un poco las fuerzas y dijo suavemente, -Vete.
José no contestó.
La voz de Doria sonaba muy débil, -En estos momentos no te hace falta ser bueno conmigo, ¿sabes cuánto te odio? Si no fuera porque tú me amenazaste con mi hermano, yo ahora tampoco…
Hablando le temblaba la voz, intentaba controlar su sentimiento y continuó, -Todo esto habría terminado hace tres años, yo sé no cómo he pasado estos tres años, dejémoslo así.
En aquel instante, de repente notó que alguien desató el pañuelo en sus ojos.
Seguidamente, José le dio una navaja y le dijo, -Apáñate para desatarte la cuerda.
Sin el pañuelo en los ojos, Doria vio la impactante mancha de sangre que tenía.
Agravó la voz y le dijo a Doria, -Agárrate bien.
Después, sin dudar siguió hacia delante.
Doria estaba acurrucada en un rincón, con la espalda levemente inclinada haciendo todo lo posible para proteger al pequeñín que tenía en su barriga. Pero, aun así, sentía que no paraba de sangrar. Estaba sudando y tenía el puño apretado, aguantando cada joroba que sobrepasaba.
Finalmente, de un gran ruido, el coche se estampó contra algo.
Lo único que quedó ante los ojos de Doria fue una infinita oscuridad, su oreja percibía pitidos y ruidillos, como si alguien estuviera llamándola, la voz sonaba muy familiar, quería ver quién era, pero no podía abrir los ojos de ninguna manera.
Solo quedó un caos.
Fuera, Vicente detuvo a Édgar, quien le transmitía una inmensa frialdad, -Gerente Édgar, la situación de la señora ahora es inestable, esperemos a que llegue el médico.
Édgar se tranquilizó un poco al escucharlo, sus dedos finos y largos poco a poco formaban un puño, y las venas del brazo empezaron a sobresaltar.
Doria y José fueron llevados a la sala de quirófano.
En la puerta del hospital, Édgar levantó sus brazos, casi se le paró la respiración al ver sus manos llenas de sangre.
Vicente nunca lo había visto de esta manera, también estaba preocupado, y dijo en voz baja, -Gerente Édgar, la señora estará bien…
Justo en ese momento, empezó a caer pequeñas gotas de lluvia. Una gota cayó sobre la palma de Édgar, y este entrecerró un poco su mano, y con una voz muy grave, dijo, -Ese bebé, para Doria, significa mucho.
Levantó la cabeza y miró a Vicente, su rostro marcado parecía estar cubierto por una capa de niebla, añadió, -Cueste lo que cueste, hay que salvar a ese bebé.
Vicente contestó, -Ya he contactado con el mejor doctor del país, ya está de camino, llegará pronto.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...