Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 428

Cuando llegaron a casa Édgar y Doria, además de que los personales de la exposición habían enviado la pintura aquí, Vicente había dejado que alguien enviara aquí también mucha ropa de ella.

Ella mirando el armario lleno de ropa, giró la cabeza a decir increíblemente:

—Solo vivo aquí por unos días. Es ridículamente demasiada.

Pero Édgar solo echó una ojeada.

—¿Sí? Creo que está bastante vacío el armario.

Doria se sintió impotente.

¿Él tenía algo problema en los ojos?

Y ese hombre sentado en el sofá, abrió la boca sin prisa.

—¿Solo quedas aquí por estos días, y no vendrás después?

Ella estaba un poco atontada por su cuestión, y volvió a decir tras una pausa:

—No es así exactamente…

—Pues ya tienes el resultado, ¿no?

Doria frunció los labios. No era capaz de hablar más con él.

Luego entró en la cocina y puso en el refrigerador una tras otra las cosas que había comprado en el supermercado.

Poco después, al instante se colmó todo el espacio donde originalmente estuvo vació.

Eso le dio a ella algo parecido a un hogar.

Doria se congeló al darse cuenta de eso, pero levantando de manera inconsciente los labios.

Después de todo, se veía bastante dulce.

En este entonces, Édgar se le acercó de repente y le abrazó la cintura desde atrás, cuya barbilla se apoyaba por encima de sus hombros.

—No regreses a la casa de la Familia Collazo. Reside aquí.

Doria abrió la boca.

—Pero todavía no…

«He investigado nada.»

Ella aún no terminaba de hablar.

—Ya lo has hecho muy bien. Tienes el mayor mérito de que el Grupo Collado hoy en día llegue a este punto.

—¿De verdad?

Ella no creía mucho en sus palabras.

Édgar alzó ligeramente las cejas.

—Por supuesto. ¿Qué gano yo de mentirte?

Pero ella dijo:

—¿Puedes decirlo de nuevo con la mano en el corazón?

El hombre se quedó en silencio.

Se le ocurrió a Doria que llegaría pronto el aniversario del Grupo Collazo. Tenía la sensación de que pasaría definitivamente algo grande.

Además, había conseguido una parte de las industrias del Grupo a través de Rivera. Por ende, no resultó en vano que viviera en la casa de Collazo por este tiempo.

En virtud al estudio de Rivera, sin duda era inaccesible para Doria. Antes siempre había estado cerrado, ahora quedaba allá Briana que la esperaba pretendiendo encontrar algo capaz de amenazarla.

Dado que ella no podía entrar en el estudio ni averiguar nada útil, no había más sentido para quedar en aquella casa.

Doria dijo solo después de un lapso:

—También tengo una cosa pendiente de resolución. Cuando yo acabe, me mudaré de la casa.

Édgar frunció el ceño descontento.

—¿Qué cosa tienes que hacer?

Ella apenas podía respirar mientras él la sostenía, por lo que deshizo sus manos del cuerpo y dijo:

—Rivera me prometió dejar a Briana pida excusas a Ismael. Ahora él no está, Briana definitivamente no hará eso. Así que tengo que esperar hasta que Rivera regrese.

Édgar dio un capirotazo en su frente.

—Para las pequeñas cosas insignificantes, siempre prestas más atención.

—¿Por qué eso es cosa pequeña e insignificante? Ismael es mi hermano, claro que debo protegerlo bien.

—¿Cuándo vienes a proteger también a mí?

Doria dijo:

—¿Lo necesitas?

Pero Édgar le respondió en serio:

—No puedo dormir solo por la noche, necesito que me acompañes.

Ella se mordió los dientes, y cogió el cuchillo por lo lateral.

Se le levantaron levemente los labios delgados a él, quien le quedó rápido un beso en la mejilla y luego salió de aquí.

Y a lo largo del tiempo siguiente, Doria siempre estaba en la cocina y preparó unas comidas.

Durante este período, Édgar fue a preguntarle si necesitaba ayuda, pero fue directamente pedido salir de aquí.

Ella pensaba que no había aquí tanta cosa que necesitaba a dos personas acabar juntos.

Después de la cena, ya eran las ocho por la noche.

Hacía mucho tiempo que no Doria comió tanto. Salió después de lavar los platos y preguntó:

—Édgar, quiero ir abajo a pasear, ¿quieres ir?

Él miró la hora.

—Tendré una teleconferencia en cinco minutos. Baja primero, en terminando iré a buscarte.

—Bueno.

Cuando ella iba a irse, Édgar se le encaminó con la chaqueta.

—Hace fría por la noche. Llévala.

El silencio reinaba por un momento a Ismael. Después de eso, habló:

—…Vale.

Dio una pausa y luego dijo:

—Tengo cosas que hacer, me voy.

Doria asintió con la cabeza.

—Bueno.

Tras que Ismael se fue, ella desvió la vista y preguntó a Édgar:

—¿Para qué él busca a Leila?

Édgar bajo los ojos mirándola.

—¿Qué opinas?

Ella lo entendió al instante.

Madre mía, ¿Ismael obraba tan rápido que había planeado ir a la casa de Leila para verla?

Ella dijo otra vez:

—¿Vino aquí para encontrarte específicamente solo por esta cosa?

Édgar instaló una mano en el bolsillo del pantalón.

—¿No dijiste conocer bien a tu hermano? ¿Acaso no lo ves, eso le da vergüenza? Era nada más que una excusa venir a encontrarme.

Ella defendió a sí misma en voz baja:

—Sabía que estaba avergonzado, por lo que no lo pregunté demasiado.

La otra mano del hombre fue a tirar de la suya.

—Vale, vale. ¿Quieres pasear más? Si no, regresamos.

—Eh, Édgar. Tengo una duda para ti.

—Dímela.

—¿Crees que, hay posibilidad de que a Leila le guste un hombre más pequeño que ella?

Édgar enarcó las cejas.

—¿Pequeño?

Doria le lanzó mirada enojada.

—¡Me refiero a la edad!

¡En qué pensaba todo el día ese gilipollas!

Édgar dibujó una sonrisa.

—No sé. La preguntaré algún día.

—No lo hagas. Eso no es tan importante, si realmente vas a preguntarla, ¡se expondrá Ismael!

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