Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 429

Ismael no paró los pasos hasta que salió del barrio.

Volvió la cabeza y echó una mirada atrás, con los labios suavemente apretados.

No se tardó mucho tiempo en que Jerónimo llegara aquí y se le acercó.

—El Sr. Édgar dijo que la Señorita Doria viviría aquí los días siguientes. No vaya a ver al señorito temporalmente.

Ismael asintió con la cabeza.

—Lo entiendo.

Si se hubiera enterado de que Doria estaba aquí, no habría venido hoy.

Después de que se partió Jerónimo, vibró su celular. Ismael lo sacó a checar. Inesperadamente, Édgar le mandó la dirección.

Ismael se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó ese auricular ya agotado de batería.

Siempre tenía cosas en que ocuparse los últimos días, por lo que postergó hasta ahora que no lo devolviera a Leila.

Tras unos segundos callado, Ismael la llamó.

—¿Estás en casa?

Leila dijo:

—Acabo de llegar. ¿Qué te pasa? Por cierto, mañana iré a la cercanía de tu universidad, ¿te importa que yo te busque a recuperar el auricular?

—No, te lo enviaré ahora mismo.

Ella estaba pasmada al oír eso.

Y se había colgado el teléfono antes de que ella lo rechazara.

Por otro lado, Leila mirando la pantalla que se oscurecía, de modo involuntario abrió los ojos desmesuradamente. ¿Ese chico en realidad vendría aquí?

Leila dejó apresuradamente el teléfono y pollo frito en el mano, irrumpió en el baño para examinarla frente al espejo. ¿De qué maldita ropa estaba vistiendo?

Ya se quitó del maquillaje y cambiado el pijama mientras que llegó a casa.

Ella salió corriendo del baño, entró en el dormitorio y encontró un vestido para llevarse. Después, fue a sentarse ante el tocador y comenzó a maquillarse sin orden y quietud.

Unos cuarenta minutos después, acababa por asearse. Sin embargo, antes de que pudiera relajarse por completo, oyó el timbre.

Leila pensó originalmente que llegaba la barbacoa que había pidió, así caminó al trote allá sin ponerse los zapatos.

—Ya voy…

Pero se quedó totalmente aturdida en el instante en que abrió la puerta y vio pararse afuera a la persona.

Ismael le preguntó:

—¿Puedo pasar?

Ella casi, subconscientemente, dio un paso a lo lateral y le quedó un espacio para pasar.

Leila creyó que «te lo enviaré» significaba que Ismael solo la esperaba abajo y ella bajaba para recuperar el auricular. ¿Cómo él sabía la dirección concreta de su casa?

Ismael pasó por ella y llegó a la sala de estar.

Después de que él se detuvo, ella se dio cuenta de que todavía se quedaban las comidas en desorden por encima de la mesa de comedor. Por tanto, Leila cerró la puerta y caminó con prisa allá, dijo con risas embarazosas mientras limpiaba la mesa:

—Apenas he comido nada hoy, pues…

Se le levantaron a Ismael invisiblemente las comisuras de boca.

—¿No vas a comer?

—¿Mande?

Su vista cayó en el paquete de los pollos fritos, continuó:

—Queda mucho.

Leila bajó la cabeza según su mirada y se sintió un poco arrepentida.

—No… no voy a comer más. De hecho, tengo el mal apetito. Estos solo son para satisfacer mi glotonería. Ya estoy llena.

Terminada de hablar, ella dejó la mesa limpia lo más rápido posible. No obstante, miraba los pollos en su mano, al final no pudo soportar tirarlos. Aprovechando el tiempo en que no estaba Ismael, Leila los puso en el refrigerador.

Al salir de la cocina después de todo ordenado, se le ocurrió que todavía no le servía el agua a Ismael. Así que le preguntó:

—¿Qué quieres beber?

—No me importa.

Leila checó el refrigerador de cual que sacó una bebida para él.

—¿Está bien?

Ismael asintió con la cabeza, luego sacó el auricular del bolsillo y se le entregó.

Ella tendió la mano para tomarlo. Se tembló involuntariamente su yema de dedo Cuando tocaba la palma del chico.

Leila dijo:

—¿Tienes fiebre? ¿Por qué tu mano está tan ardiendo?

Ismael le contestó:

—No, solo que tengo fuerte energía.

Ella no tenía palabras.

Leila hizo una tos. Tomó el auricular desde su mano y lo colocó sobre la mesa.

Ellos dos se quedaban callados por un tiempo.

Ella abrió la boca, pero sin saber de qué debería hablar, así simplemente dejó de hacer sonido.

Ismael se retiró la mano.

—Así me voy. Duerme temprano.

Al escucharlo, Leila casi asintió con la cabeza en seguida.

—Vale. Ten cuidado.

—¿Por qué… no comes?

—¿Me temo que no sea suficiente para ti si yo coma.

Leila estaba avergonzada.

Fue ahogada otra vez.

Mira, cuanta mala impresión le marcó.

Mientras estaba a punto de coger su bebida, ella descubrió que se había agotado.

Justo en este momento, Ismael abrió la suya frontal con solo una mano y la empujó hacia ella.

—Gracias.

Leila levantó la cabeza y se sintió mejor solo después de tomar unos sorbos seguidos.

Unos segundos después, ella de pronto le preguntó:

—¿Cómo sabes la dirección de mi casa?

Ismael dijo despacito:

—Édgar me la dijo.

Ella apretó los dientes secretamente. «Realmente es un especulador.»

Ismael miró la hora.

—Sigue comiendo, me voy primero.

Ella dijo:

—Ten cuidado al regresar.

—Bueno. Te aún mandaré mensaje cuando yo llegue.

—Eso no…

Se incorporó del sofá él.

—Adiós.

Leila lo despidió hasta la entrada y lo saludó con las manos.

—Adiós.

Ismael inclinó la cabeza.

—Buenas noches.

Después de cerrar la puerta, ella volvió frente a la mesa. Fijando la vista en la bebida frontal que solo se tomaba la mitad, le surgió en la mente aquella mano delicada que la había abierto hacía un momentito.

Al tener la conciencia de qué pensar, Leila se apresuró a agitar la cabeza, que quería lanzar de su mente este pensamiento ridículo.

Todavía era un estudiante universitario, de solo diecinueve, ¿qué había en su mente?

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