Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 448

Al oír esta pregunta, Rivera cuya cara apenas se modificó, habló con serenidad:

—Como me preguntas así, os diré una cosa. Briana, de hecho, fue adoptada por mí. Después de tres meses en coma en el hospital, cuando me desperté, desaparecieron todos mis familiares en aquel accidente explosivo.

—Busqué por todos los orfanatos de la ciudad y no pude encontrarte. Pensé que estabais muertas tu madre y tú. En ese momento, coincidí con Briana, quien tenía la misma edad que tú y sus padres la habían abandonado por razón desconocida. Pensé que era muy pobre, pues la adopté. Pero no mucho después de haberla traído a casa, ella estuvo enferma seriamente y lo olvidó todo tras despertarse.

—Durante tantos años, siempre yo la trataba como mi hija biológica. Tampoco quería que ella supiera la verdad, pues yo nunca la había dicho a nadie. En cuanto a lo que te me presentaste con las reliquias, y lo que insistí en creer que Briana era mi propia hija, fue porque no confié en ti, ni quería que Briana se sintiera triste. Pero hoy, ya que tu padre adoptivo ha dicho así, ya no tengo razón que dudar más.

Los invitados por abajo escuchando su tal respuesta, ya estaban insensibles y solo esperaban si habría más cambios del final.

Terminado de hablar, Rivera miró hacia Doria.

—¿Todavía hay otras dudas?

Ella dijo un poco desatenta:

—Qué tipo de persona es Armando, debes de haberlo investigado.

Rivera entrecerró los ojos, sin hablar más.

—Es tal hombre cuyas palabras todo son mentiras, a quien le gusta el jugar que casi consiste en una parte de su carácter y se ve acosado todos los días por los usureros. Solo por lo que acaba de decir, ¿confías en él? ¿No te temes que él coopere conmigo para conseguir el Grupo Collazo?

Un tiempo después, Rivera lanzó un suspiro silencio.

—Doria, sé que me aún odias, está en vano por mucho más lo que yo diga. No ruego que puedas perdonarme, solo que pases bien.

—No digas así —ella dijo—. Aquí tengo una cosa. Creo que usted debería mostrar gran interés en ella.

Doria levantó la bolsa de estraza en su mano y sonrió.

—Adentro hay una prueba de ADN. ¿El presidente Rivera quiere verla?

Rivera desconocía qué ella estaba planeando.

—Doria, encontramos un lugar para hablar.

En este momento, vino una voz vieja pero poderosa entre la multitud.

—Me gustaría ver esta prueba.

Después de salir el sonido, el Señor Figueroa caminó con la muleta hasta el lado de Doria, tomó la bolsa desde su mano y leía el papel. Tras unos vistazos, se puso fuerte ceñudo, y luego se lo entregó a Rivera.

—¿Cómo explicas eso?

Rivera se veía más serio, pero todavía permaneciendo la tranquilidad. Lo cogió.

He aquí era exactamente la prueba de paternidad sobre él y Briana, que se había hecho antes de veinte años.

Y también, era la que él puso en su casa.

Rivera contestó de manera imperturbable:

—No sé qué pasa con esto, ni nunca he hecho esta prueba.

Le preguntó el Señor Figueroa:

—Pues quieres decir, ¿esto es falsificado?

—Solo queda esta posibilidad.

Doria alzó levemente la mano y abrió el puño, en el que colgó hacia abajo una cadena metálica.

—¿Y para esto también quieres decir no saber nada?

Apareció a la vista de todo un reloj de bolsillo, medio calcinado.

Rivera tuvo en seguida un cambio en su expresión. Abrió la boca intentando decir algo, pero finalmente aguantó las palabras.

El Señor Figueroa al ver eso frunció el ceño.

—Doria, muéstramelo.

Ella retiró la mano y se lo entregó.

De checándolo con detenimiento, el anciano se volvió más ceñudo. Volvió a preguntarle:

Rivera hizo señas con la mano y dijo a ella:

—Doria, ¿eso es lo que deseas?

Ella abrió la boca, sin saber de qué deber hablar por un tiempo.

De hecho, eso para ella era inesperada, de que se incendiara de actualidad la casa de Collazo, y además, se ocurrió en un momento de tanta casualidad, como si ella lo calumniara con intención y luego destruyera las evidencias.

Rivera despegó los labios de nuevo.

—Agradezco mucho por ustedes que puedan haber venido al aniversario del Grupo Collazo. Ya he terminado todo lo que debo decir. Ahora pasa algo con mi casa y tengo que regresar, así que adiós.

Diciendo, él dio prisa a bajar la tribuna y caminó rápido afuera. Mientras que casi llegaba a la entrada, detrás de él sonó una voz masculina:

—Señor Rivera.

Brilló una crueldad en los ojos de Rivera. Él detuvo los pasos por unos segundos, y luego giró la cabeza.

—Señor William, ¿tienes algo que decirme?

William se le encaminó, en cuya cara siempre mantenía la sonrisa gentil.

—Acabo de oírte hablar de bastantes cosas, pero estoy curioso sobre una cosa.

—Hablaremos después. Ahora la casa está quemando, me da prisa…

—En caso de incendio, se requieren los profesionales para apagar. Servirá de poca que vuelvas a casa.

Sin esperar hasta que Rivera lo contestara, él continuó:

—Presidente Rivera, has dicho entregar el Grupo Collazo a la Señorita Doria para que esté a todo el cargo. Pues ¿si puedo entenderlo como algo de que, independientemente de qué pase al Grupo, ella tiene que asumir las responsabilidades?

Rivera le dijo:

—Una empresa tan grande como el Grupo Collazo siempre habla de negocios y colaboraciones de decenas de millones de euros. Naturalmente, ella debe ser responsable.

—Eso es interesante. Que yo sepa, el Grupo Collazo últimamente ha sufrido las pérdidas serias, incluso desde hace que unos meses, un gran capital salió sin que supieran su paradero. El Grupo por ahora todavía puede mantener la situación de antaño, solo porque sí aún existe esta compañía, una compañía fantasma. Tan pronto como desaparezca la ilusión, el Grupo estará endeudo con decenas de millones de euros. Ante tal condición, presidente Rivera lo entregas a la Señorita Doria, ¿quieres que ella sustituya por ti cargar la deuda del Grupo?

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