Mi primera vez (COMPLETA) romance Capítulo 48

—¿Seguirlo? ¿Cómo? No te entiendo —Kyle se sentó en su silla giratoria y se sobó el vientre.

—O sea, hay algo que me está inquietando un poco y no estaré tranquila hasta saber.

—Dices que esa tal Amanda es su ex novia, no entiendo.

—Luego te explico—musité mirando el reloj de pared. Era casi la hora en que Nicky venía— Tengo que preparar la oficina del jefe, ¿nos vemos en el almuerzo?

—Sí, pero no me dejes con esta intriga —hizo puchero.

—Bueeeno —me giré sobre mis talones y caminé a paso rápido hacia la oficina de Nicky. Al entrar me sorprendió ver un tiradero por todas partes. Papeles regados en el piso, botellas de alcohol rotas. ¿Qué había pasado aquí? ¿Acaso Nicky se había vuelto loco? Caminé con cuidado porque había vidrio en el piso, sin embargo, había alguien en el sofá que estaba frente a la ventana que daba a la ciudad. Era Nicky. Estaba dormido. Pensé que estaría en su casa, como ayer me dijo Kyle que se fue luego de mi y no volvió. Quizás vino por la noche.

Me acerqué a él con cuidado, estaba harta de las borracheras de Nicky, no entendía qué le pasaba. Así no era como lo había conocido, o bueno, quizás nunca lo conocí realmente.

—Nicky —dije con voz fuerte mientras lo zarandeaba— Nicky, despierta —hasta lo cacheteé un poco, aproveché para desquitarme por cosas que me había hecho. Nicky se removió hasta que abrió los ojos. Estaban medio rojos. Parecía que había estado llorando. —¿Qué demonios hiciste? —lo tomé del brazo y lo hice sentarse en el sofá.

—Señorita Matten —murmuró, olía a alcohol pero no estaba borracho sino que solo estaba crudo.

—¿Ahora me tratas de señorita Matten? —me crucé de brazos riendo un poco— En serio que no sé de qué se trata todo esto. —la verdad me sentía cansada de la situación ya. —Levántate que hoy tienes una junta a las diez y por la tarde tienes una cita muuuy importante —hice hincapié en la última oración.

Nicky se puso de pie frunciendo el ceño, como recordando.

—¿Qué cita? Recuerdo la de las diez —bostezó. Nicky tenía la misma ropa de ayer, su camisa estaba desabotonada de arriba, su pelo estaba completamente alborotado. Había pasado una mala noche, se notaba— Pero la de la tarde no.

Mi mente pensó que si no se acordaba no era tan importante. Y las estupidas mariposas salieron a volar desenfrenadas. Las odiaba. No quería sentirlas con Nicky. Quería matarlas. Me llevé una mano al estómago apretándolo un poco.

—¿Qué te pasa? —me inquiere.

—Nada, indigestión nada más —mentí. Con Nicky ya no tenía nada de vergüenza.

—Hay pastillas para eso.

—Como sea, necesito que te duches por favor —lo apuré—Tienes que ir a casa.

—¿Por qué tendría que ir a casa?

—Para que te duches y te pongas algo decente —lo iba casi empujando a la salida.

—Hay ducha en la oficina —señaló una puerta al rincón— También tengo ropa —añadió. Lo miré completamente anonada. Este hombre sí que caminaba preparado.

—Pues entonces vamos —los dos nos dirigimos a la puerta esa donde se supone que estaba el baño. Al abrir me quedé estática, este baño era más grande y lujoso que el mío. Millonarios tenían que ser. Había una tina, la ducha más adelante, el retrete. Un espejo enorme. Y suficiente espacio. También había en una esquina un mueble. Imagino que ahí tenía la ropa.

—Se me olvidó preguntar: ¿cómo está tu padre?

—Pues lo trajimos al hospital central y tendrán que operarlo. Mi madre se quedó con el, después de trabajar me iré para allá también.

—Te dije que te tomaras los días necesarios —me recordó mientras se empezaba a quitar su camisa.

—Ya se, pero por ahorita no podemos hacer nada allá, solo esperar —me encogí de hombros. Abrí el ropero y saqué una plancha de planchar ropa. Miré a Nicky con expresión interrogativa.

—Ah. Elige un pantalón, una camisa y un saco y plánchalos.

—¿Perdón? —lo miré como si se hubiera vuelto loco.

—Lo que escuchaste —se quitó los pantalones y solo quedó en bóxers— ¿no sabes planchar?

—Obvio que sé planchar —murmuré entre dientes— Es solo que no me gustó el tono en que me lo dijiste.

—Soy tu jefe, ¿no? Tienes que hacerme caso en todo —se acercó peligrosamente hasta acorralarme en la pared.

—Nicky... señor Chance —aparté mi vista.

—¿Qué? ¿Te pones nerviosa? —acercó su paquete a mi cintura. Lo pude sentir ¡lo pude sentir! Inconscientemente mordí mi labio inferior. —Quisiera morder ese labio.

Esta vez sí lo miré. No podía creer el poder que Nicky tenía en mi. Me descontrolaba en momentos. Me sentía débil ante el, sentía que era capaz de hacer todo lo que me ordenara. Sentí fuego dentro de mi. Sentí ganas de besarlo, sentí ganas de ser suya. Solo suya. Nos separaba solo la tela del bóxer del pene de Nicky. Sentía que se ponía cada vez más duro. Nicky elevó su rodilla y la puso en mi entrepierna, frotándola en mi intimidad.

—Nicky... —quise apartarme—... no hagas esto.

—¿Por qué? Si también quieres, lo puedo ver en tus ojos, Alis, ¿por qué no dejas de luchar contra eso que te frena para estar conmigo?

Le miré. Se miraba tan seguro, parecía que yo le importaba. Pero mis inseguridades me ganaban, luego recordé que hoy se miraría con su ex y todo cambió. Mis ganas se fueron. Mis ilusiones también. Así que me puse seria.

—¿Y eso qué? —lo reté con la mirada— Mi novio es Mate.

Se rió.

—Mate podrá tenerte físicamente, pero no sentimentalmente.

Rodé los ojos.

—No hagas eso —dijo.

—¿Qué cosa?

—Rodar los ojos.

—¿Y qué me vas a hacer si lo hago? —sonreí malévola.

Nicky se relamió los labios. Parecía que se contenía de hacer algo.

—No juegues con fuego, Alis, llegará un momento en el cual no aguante más y...

—¿Y qué? —acaricié su pecho.

—Te haré mía.

¿Y que esperas, joder? ¿Que té de permiso? ¡Actúa! Los hombres pueden ser tan lentos a veces, nosotras las mujeres —la mayoría pues— no damos el primer paso y odiamos tener que estarle diciendo a un hombre lo que tiene que hacer. ¡Solo actúen, joder! Claro, mientras que la mujer diga que Sí. Si dice que NO es algo distinto.

—Nicky, vete a bañar —me escapé de su acorralamiento y busqué unos pantalones, la camisa y el saco.

—Alis, Alis... llegará ese momento.

—Ajá. —sin decir más salí del baño con las cosas. Nicky se bañaría. Puse la mesa para planchar y empecé con mi trabajo. Dios, parecía toda una ama de casa.

Cuando Nicky salió ya iba listo y todo, le había pasado la ropa hace un rato. Se había peinado, al menos la ropa había quedado bien. Me esmeré mucho en hacerlo. Parecía otro, ni cosa parecida al Nicky de la mañana. Y cuando había terminado de planchar me había puesto a limpiar un poco el desastre que había hecho por la noche.

—Deja eso, Alis, la señora de la limpieza lo hará —se dirigió a su escritorio y sacó carpetas —Mejor ayúdame con estos papeles. Los inversionistas vendrán en cualquier momento—me los entregó— Y tienes que arreglar la sala de juntas. Mientras tanto anotaré algunas cosas que no pude hacer ayer.

—Está bien —salí de su oficina para la mía a hacer lo que me pidió. Tenía mucho trabajo el día de hoy y me imagino que si no hubiera venido Kyle tendría que estar más atareada. Separé los papeles en su lugar, buscando los correctos y metiéndolos a las carpetas. Después de minutos de hacerlo los tenía todos listo. Me los llevé a la sala de juntas y los dejé encima del escritorio. Limpié un poco la mesa y las sillas. Dejé cada carpeta frente a un lugar y por último dejé botellitas de agua a la par.

Había terminado. Me sentía cansada. Segundos después Nicky aparece por la puerta con todos los inversionistas. Justo a tiempo. Nicky me dio una mirada rápida asintiendo con la cabeza por mi eficacia y se sentó con los señores. Yo me quedé allí con mi libreta a anotar.

Dos horas después la reunión había terminado. Nicky se despedía de todos sus colegas mientras salían de la sala uno por uno. Se miraba animado ya que le había ido bien a pesar de la borrachera que se puso anoche. Yo había anotado demasiado y me dolía la mano. Mi libreta se estaba terminando ya así que tendría que comprar una nueva. Cuando se fueron el se dirigió a mi.

—Todo salió bien, Alis, al parecer logramos convencerlos.

—Corrección: lograste convencerlos —me puse de pie. Quité las botellas de agua vacías y las llevé a la basurera. Reciclando como siempre. —Eres bueno —tomé las carpetas y las dejé en un cajón.

—Pues dile eso a mi padre.

Lo miré.

—¿Tú crees que eres bueno? —quise saber. Quería ponerlo a prueba un rato.

—Pues...

—Dilo, sin pena.

—Yo creo que soy bueno.

—No lo creas, lo eres. Lo he notado todo este tiempo que he estado contigo. Lo que piensen los demás de ti no importa, aquí lo único importante es cómo te veas tú.

—Gracias, señorita Matten —me sonrió. Nicky y yo hacíamos buen equipo cuando dejábamos el orgullo a un lado y las seriedades también.

—Estoy aquí para usted —le devolví la sonrisa. Hubo un momento en que nos quedamos viendo a los ojos, no era incomodo ni nada. Fue un momento íntimo. Lo pude sentir.

—Es hora del almuerzo —me dice— ¿quieres venir a almorzar conmigo?

—Había quedado en ir con Kyle pero...

—Que venga Kyle también —empezó a caminar a la salida.

—¿Estas seguro? —lo seguí.

—Que sí, Alis.

—Entonces está bien. Le diré.

—Iré por unas cosas a la oficina, ya salgo.

Nicky se adentró a la oficina, en eso tomé mi bolso y dejé ordenado el escritorio para que no se viera tan desastre a cómo lo era yo. Nicky salió después con su típico maletín. Nunca lo dejaba.

—¿Vamos? —puso su brazo para que enroscara mi brazo en el suyo.

—Claro —lo tomé. Ambos caminamos hacia la oficina de Kyle, ella en cuanto nos vio intentó ocultar una sonrisa pero no pudo.

—Kyle, ¿vamos a almorzar?

—Pero si ustedes van a ir yo no quiero incomodar... —empezó a decir ella.

—No incómodas, Kyle, anda, deja el trabajo para después.

—Si es así está bien —ella tomó su bolso y se unió a nosotros. Los tres nos subimos al elevador.

En la cafetería nos sentamos en la mesa del centro, la que era de Nicky. Nos atendieron mucho mejor obviamente porque estábamos con el jefe.

—¿Como va tu embarazo, Kyle? —le preguntó Nicky mientras comía su platillo.

—Bien, ayer fui a chequearme y todo marcha de maravilla.

—Qué bueno, ¿el padre no dice nada?

—No, ese tipo no sirve para nada —respondió ella rodando los ojos.

—Qué mal por ti entonces.

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