La fachada de la casa de campo, de paredes blancas y tejas rojas, mostraba los años de su antigüedad. Frente a ella, estaba estacionado un imponente todoterreno negro.
En un lugar donde rara vez se veía un alma, ese día estaba repleto de vecinos curiosos.
"Jazmín, esa niña apestosa, ¿se va de nuestro pueblo Aguas Cristales?"
"Parece que sí, escuché que sus padres biológicos vinieron a buscarla para llevarla a vivir a la ciudad."
"Mejor que se vaya, siempre ha traído mala suerte a quien se le acerca. ¡Sus padres se van a arrepentir tarde o temprano!"
El grupo murmuraba entre susurros.
De repente, alguien gritó: "¡Ahí viene Jazmín!"
Todos los que hablaban giraron la cabeza y vieron una silueta delgada vestida de blanco saliendo lentamente de las sombras de la casa.
"¡Ahí viene el desastre, corran!"
Como si hubieran visto algo aterrador, los vecinos se dispersaron en un instante, mirando hacia atrás mientras huían, como si temieran que la joven los persiguiera.
*
Hacía calor afuera y Pol estaba esperando hace rato, comenzando a impacientarse, quería entrar a apurar, cuando escuchó a los aldeanos gritar algo sobre un "desastre" y luego correr despavoridos.
El bullicio se apagó de repente, dejando un silencio... inquietante.
Pol sintió un escalofrío al observar a la chica con camisa blanca y jeans azules claros acercándose con su maleta a paso lento.
Era alta, con una piel impecable y una cara tan bonita que parecía de otro mundo, emanando una especie de aura etérea.
El brillo del sol era intenso y ella entrecerró sus oscuros ojos, mostrando una pereza en su mirada, como la de un gato. Su expresión era tranquila y dulce, pero sus ojos destilaban frialdad y desdén.
Pol frunció el ceño con desagrado al ver su rostro tan llamativo.
Pol quería decir algo más, pero al encontrarse con su mirada, se sintió incómodo.
¡Esa mirada tenía algo malévolo!
No era la mirada que esperarías de una adolescente.
Viendo a la joven con esa extraña aura, Pol se sintió intimidado y tragó las palabras que iba a decir.
Con una expresión de malestar, dijo con tono áspero: "La señora te ha estado esperando en el auto por mucho tiempo, mejor sube ya."
Jazmín giró la vista hacia la ventana cerrada del auto, con una mirada indiferente.
A punto de reencontrarse con su familia después de más de una década, su hermoso rostro no mostraba signos de alegría o emoción.
Tan serena como un espectador ajeno.
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