Al no recibir respuesta, decidí volver a ocuparme de mis asuntos.
Teniendo en cuenta la promesa de Bernardo de volver a cenar, fui al mercado a comprar los ingredientes de su comida favorita. Al volver a casa, consulté de manera habitual mi teléfono, pero no había notificaciones de mensajes.
«¿Por qué estoy esperando un mensaje de Cristofer?». Esta constatación me hizo sentirme frustrada y decepcionada conmigo misma. Y así, aventé mi teléfono al sofá.
El teléfono sonó mientras estaba ocupada en la cocina. Por alguna razón, el corazón me dio un vuelco.
Salí corriendo de la cocina para contestar el teléfono, pero toda la emoción desapareció al instante cuando vi que era Bernardo quien llamaba.
-¿Hola?
-Hola, querida. Tengo una reunión esta noche, así que no tienes que esperarme despierta. Acuérdate de dormir temprano después de la cena, ¿de acuerdo? Que buena niña. —Y así, colgó la llamada sin siquiera darme la oportunidad de responder.
Me reí. «¿Una reunión? ¿Una reunión privada en una habitación de hotel en algún lugar? Sus empleados tienen mucha suerte de tener un jefe tan atento».
Para mi sorpresa, no me sentí molesta por esta noticia. Volví a comprobar mi teléfono, pero aún no había mensajes nuevos.
No pude evitar empezar a preguntarme si había actuado con demasiada dureza con Cristofer esta mañana y le había hecho enfadar.
«¿Mi mensaje de texto habrá causado algún tipo de malentendido?».
Justo cuando estaba debatiendo si debía llamarlo para aclarar las cosas, sonó el timbre de la puerta.
Mi mente se quedó en blanco. «¿No dijo Bernardo que estaría ocupado esta noche? ¿Por qué regresó de repente a casa?».
Cuando abrí la puerta, un invitado inesperado se apoyó en el umbral. Los rayos dorados del atardecer resaltaban sus apuestos rasgos, haciéndolo parecer un príncipe azul salido de un cuento de hadas.
Me llamaron la atención las múltiples marcas rojas de su cuello.
-Lo siento. Parece que volví adicto al olor de tu jabón floral y no podía soportar dejarte ir -bromeó.
«¿Son esos... los chupetones que le dejé?». Sentí que se me calentaba la cara.
-¿Entonces qué soy? -Mi interés despertó, y me giré para mirarlo.
-Bésame y te digo -dijo con una sonrisa de satisfacción. Extendió su mejilla y la tocó con un dedo.
Intenté apartarlo, pero no era rival para su fuerza. Sentí como si estuviera empujando contra una pared hecha de acero.
-Tienes que irte. Va a volver pronto.
Eso era mentira. No había forma de que Bernardo regresara a casa tan temprano esta noche. Sólo quería evitar que esta chispa entre nosotros se convirtiera en algo mucho más peligroso.
Sin embargo, Cristofer parecía no inmutarse, inclinándose para besarme. Cuando aparté la cara, se movió con naturalidad para besar mis mejillas, bajando poco a poco hasta mi cuello.
—Ni siquiera ha empezado su «cena». Es imposible que regrese a casa tan pronto.
«Así que lo sabe».
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Obsesionada con sus besos