Obsesionada con sus besos romance Capítulo 9

Por amabilidad, decidí no cocinar más cerdo caramelizado. En su lugar, opté por probar el pescado a la sartén en un intento de demostrar mis habilidades culinarias.

Cristofer se rio mientras se apoyaba en el fregadero, observando cómo me remangaba de manera dramática.

Lo miré de reojo.

-¿De qué te ríes?

Sacudió la cabeza, pero sus ojos seguían brillando de alegría.

—Déjame limpiar el pescado. Podrías lastimarte.

Se quitó el abrigo y me lo puso por encima de la cabeza, utilizándome como percha humana. El tenue y embriagador olor a tabaco me envolvió y casi no pude soportar quitarme el abrigo.

Enseguida terminó y se encargó del resto del proceso de preparación: verter aceite en la sartén, freír algunas cebollas y ajos picados y, al final, poner el pescado en la sartén. Por desgracia, lo puso demasiado rápido, y las gotas de aceite hirviendo salpicaron la sartén tan pronto como lo hizo.

Gracias a los rápidos reflejos de Cristofer, el aceite no me salpicó a mí, sino a su brazo extendido que cubría el mío de forma protectora. Noté que su piel empezaba a adquirir un tono rojo intenso en algunos puntos.

-¿Estás bien? Voy por el botiquín -me preocupé, acercando su mano para inspeccionarla. Por alguna razón inexplicable, sentí que mi corazón se apretaba al ver su mano enrojecida.

-Estoy bien. -Me abrazó y me dio unas palmaditas reconfortantes en la cabeza—. He lidiado con cosas peores antes.

Levanté mi mirada para encontrar la suya.

-¿Estás acostumbrado a cocinar para ti mismo?

Bernardo nunca pudo cocinar ni hacer nada útil en la cocina, así que era obvio que había asumido que Cristofer tampoco podía, olvidando por completo el hecho de que el hecho de que fueran amigos no significaba que fueran la misma persona con exactitud.

Cristofer se encogió de hombros y en silencio volvió a centrarse en el pescado de la sartén.

En ese momento, tuve el repentino impulso de abrazarlo por la espalda y consolarlo. Debía de ser duro vivir solo todo este tiempo.

Pero no lo hice por dos razones; la primera es que no pude reunir el valor, y la segunda es que sonó el timbre de la puerta.

Estaba a punto de ir a abrir la puerta cuando de repente dijo:

-Te juro que un día voy a quitar el timbre.

-¿Por qué? -¿Qué había hecho para ofenderlo?

Capítulo 9 1

Capítulo 9 2

Capítulo 9 3

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