—¡Te deseo un feliz aniversario de bodas, es el tercero! Ven a casa antes. Creo que te gustará la sorpresa que te preparé.
Después de enviar el mensaje, Lina Mancera dejó su teléfono antes de entrar de nuevo en la cocina. Apagó la estufa y procedió a cortar los vegetales mientras se divertía, a pesar de estar ocupada preparando la cena especial.
Como si no le afectara en lo absoluto que él hubiera ignorado el mensaje.
Un sirviente que estaba a su lado le ofreció su ayuda:
—Señora, déjeme ayudarla.
—Está bien. Puedes trabajar en otras cosas. Quiero cocinar esto yo misma.
Ante su respuesta, el sirviente replicó con envidia:
—Señora, usted y el Señor en realidad se aman bastante.
Ella no respondió mientras apretaba sus labios.
«¿Parece que Adán y yo estamos enamorados? Más bien es una farsa y no amor…».
A las 7:00 PM, el sirviente limpió el área mientras el hombre de la casa, Adán Peralta, llegaba.
Justo cuando Lina acababa de terminar de arreglar la mesa, el calor que irradiaba el hombre la envolvió desde atrás antes de que él sostuviera su mandíbula y le diera un violento beso en los labios.
Ella se quedó aturdida por medio segundo, entonces se apresuró a alejarlo.
Sosteniendo su cintura, Adán pellizcó su nariz y masculló sin emoción:
—¿No me dijiste que regresara temprano para esto?
—No. Es nuestro tercer aniversario de boda, por lo que tengo un presente para ti —explicó ella con voz melodiosa.
Tras escuchar eso, la soltó antes de alisar su camiseta, la cual estaba un poco arrugada.
—No necesito ningún regalo tuyo. Después de todo, me has dado más disgustos que sorpresas.
Cuando escuchó eso, ella solo pudo sonreír mientras entraba en la cocina en lugar de refutarlo. No tardó mucho para que llegaran al último platillo. Lina se sentó enfrente de Adán mientras servía vino tinto para ambos. Alzó su copa y declaró:
—Un brindis, por nuestro tercer aniversario.
Bajo esa luz, uno podría observar las hermosas facciones del hombre y sus labios apretados. Tenía el ceño un poco fruncido, lo que indicaba que no estaba satisfecho por esto.
Pero Lina solo le sonrió ya que no esperaba respuesta alguna de su parte, por lo que solo alzó la copa y se lo bebió de un trago. Después de esto, se sirvió otra. Así, siguió bebiendo copa tras copa. Al final, la mareada Lina se desplomó en la mesa y miró al estoico hombre ante ella mientras le mascullaba:
—Oye, Adán. ¿Ni siquiera puedes sonreírme en un día como este?
—¿Qué esperas que haga? ¿Qué me ponga loco y ebrio como tú? ¿O que me quede aquí sentado soportando este aniversario en extremo aburrido?
—¿Por qué es aburrido? No todos pueden celebrar su aniversario, ¿sabes? Además, puede que este sea el último.
Adán se mofó un poco, como si hubiera escuchado una broma.
—¿Entonces dejarás que eso pase?
—No… Creo que no. —Lina tenía la copa en su mano y se le llenaron los ojos de lágrimas.
En ese momento, el hombre se hartó de la conversación y se levantó para subir al otro piso. Se arrancó su corbata por la frustración, se quitó la chaqueta de su traje y quiso quitarse su camisa antes de que in par de manos lo sostuvieran, la esencia de alcohol que emanaban era fuerte.
Detrás de ella, Lina dijo con tono ebrio:
—No te apresures tanto. Ni siquiera te he dado mi regalo…
Sus palabras hicieron que Adán se girara con las manos en su bolsillo mientras la miraba en silencio. Con sus mejillas enrojecidas, ella le lanzó una inocente mirada, con sus ojos parecidos a los de un cachorro, estos hacían que verla a los ojos fuera irresistible.
Adán no pudo evitar tragar saliva por instinto al verla. Por mucho que intentara no admitirlo, la mujer ante él era una verdadera belleza, la cual haría que el corazón de cualquier hombre dejara de latir por algunos segundos. De lo contrario, en ese entonces no habría caído en su trampa.
Mientras veía hacia abajo, su mirada aterrizó en sus lujuriosos labios, los cuales se habían puesto aún más rojos por el vino. En cuanto sus manos se colocaron bajo su camisa, Adán levantó de inmediato su barbilla y uso sus labios para hacer que ella abriera los suyos. El ligero dolor hizo que Lina gimiera con suavidad.
—Será mejor que dejes de hacer esto, Lina Mancera. No estoy de humor para juegos.
—¿No te dije que habría una sorpresa esta noche? ¿Esto no es algo que vale la pena celebrar? —La miró sin emoción alguna sintiéndose extraña y molesto al ver la sonrisa en su rostro.
Entonces ella se rio.
—Te deseo una vida feliz después del divorcio, Adán.
Después de pensarlo por algunos segundos, por fin replicó:
—¿Hablas en serio?
—Ahora si es una sorpresa, ¿o no? —asintió.
—De acuerdo. Asegúrate de que no te arrepentirás.
Después de esta declaración, él cerró la puerta de un azotón y se fue.
Ella sonrió después de un largo rato de estar mirando el acta que Adán ni siquiera había mirado.
«También deseo que tengas una vida feliz después del divorcio, Lina».
Esa misma noche, Lina terminó de empacar sus cosas, con las cuales solo llenó una maleta. Respecto a sus zapatos, bolsas, accesorios y ropa que Adán le compró, ella no los tomó en cuenta. Después de todo, se los dio de mala gana. Después del divorcio, se dio cuenta de que estos objetos glamorosos eran demasiado ostentosos. Para ella, eran inútiles.
Antes de irse, Lina miró el papel de divorcio que se quedó en la fría mesa, el cual entonces terminó por recoger. Mientras pasaba por el comedor, miró la mesa y se dio cuenta de que los cubiertos de Adán estaban tan limpios que rechinaban, era como si no los hubiera tocado en lo absoluto. Parecía que el regalo no era tan aceptable como había imaginado.
«Por fortuna, también es nuestro aniversario de divorcio. Puede que Adán se carcajeé cuando recuerde esto en el futuro».
Puede que eso hubiera sido lo más satisfactorio que hubiera hecho desde que se casaron.
Mientras se sentaba en el auto y contemplaba el paisaje, por fin sintió como si levantaran una carga de sus hombros. Después de ser una rica y ostentosa dama pretenciosa durante los últimos tres años, era tiempo de regresar a los barrios bajos. «En donde pertenezco».
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