"¿De quién te escondes?"
En la encantadora noche, después de un profundo beso, los jadeos ambiguos se entrelazaron con la voz baja y ronca de un hombre.
Vanina Sánchez sintió flaquear sus piernas, y los brazos fuertes que la sostenían le rodearon firmemente, atrapándola en su abrazo.
Él sostenía su nuca con una mano, dejando caer besos minuciosos y continuos.
Con sus delicados brazos alrededor del cuello del hombre, ella sentía su rostro arder y su mente nublarse, esquivando sus movimientos más provocativos, "Yo... estoy un poco, sin aliento..."
Aprovechando un breve descanso entre besos, intentó discernir la figura del hombre que la sostenía pero, todo lo que podía ver era un borrón, apenas distinguible por los guapos contornos del rostro frente a ella.
"¿Eres tú?"
Estaba casi segura de que era Dylan Zelaya, el amor platónico que había codiciado en secreto durante tanto tiempo pero, una risa baja y ambigua resonó en el aire.
"Vanina," dijo el hombre, mirándola a los ojos con una emoción oscura e indescifrable, su voz era ronca y seductora, envolviendo sus oídos, "¿Quién esperabas que fuera?"
"Dylan."
Ella lo miraba embelesada y levantó una mano para tocar su afilado perfil mientras él se inclinaba para besarla de nuevo, justo entonces, un rayo de luz desde la ventana del suelo al techo irrumpió inesperadamente, iluminando las magníficas facciones del hombre.
Vanina se paralizó al reconocer ese rostro, porque el hombre que la acariciaba no era su amor eterno Dylan, sino su archienemigo desde hace doce años, Romeo Collado.
Él era la persona que más detestaba.
"¡No!"
Vanina se despertó de golpe, necesitando un momento para calmarse, sacudiéndose el sudor frío causado por la cara del hombre en su pesadilla.
¿Había tenido un sueño romántico sobre Romeo?
Menos mal que solo era un sueño pero, ¿por qué tenía que soñar con su peor enemigo de esa manera?
¿Por qué tuvo que ser Romeo?
"El profesor pensará: Rechazado."
Para llegar al Puente de la Paz, tenía que cruzar un pequeño bosquey su teléfono no dejaba de vibrar con las notificaciones, con el corazón revuelto, Vanina no pudo evitar ver los mensajes del grupo.
"Nunca lo había visto perder la compostura por nada, el poder del primer amor es realmente imparable."
Frunció el ceño, abrió la configuración del grupo y activó el modo no molestar.
¿Reavivando viejos amores?
¿Lo haría?
Quizás, ¿solo estaban poniéndose al día?
Pero jamás imagino que, en su camino al Puente de la Paz, escucharía esa voz tan familiar.
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