De hecho, le encantaría cenar con este encantador padre y su hija.
Miró a Elsa con expectación y luego vio que ésta le hacía un alegre gesto con la mano:
—Gracias, adiós.
Se sentía muy infeliz y si él era infeliz nadie más podía comer bien.
Poco después de que Elsa y Enrique se subieran al coche, vieron que un precioso Porsche azul les seguía por detrás.
El secretario masculino de Enrique informó a Enrique:
—Jefe, ese es el coche de Cristian.
Enrique frunció un poco el ceño,
«¿Este hombre quiere ser descarado? ¿Es infantil?»
—Ignóralo y sigue conduciendo —Enrique gruñó.
Elsa se quedó helada, a veces pensaba que Cristian era extraño, incluso a veces tenía una mirada que quería comérsela.
Y luego pensando en lo que dijo Enrique hoy.
Cuando Cristian conoció a Candela de pequeño, también dijo que quería quedársela.
El hombre tenía graves problemas psicológicos. Pero precisamente porque sabía que Cristian estaba mal de la cabeza, no volvió a tener tanto miedo de él.
Elsa guardó silencio mientras escuchaba.
No pudo evitar mirar por el espejo retrovisor el Porsche que tenía detrás, de aspecto lujoso pero que siempre desprendía una sensación de frío, como la casa en la que vivía, por muy lujosa que fuera, seguía necesitando la ropa vieja de su madre para impregnarse de calor.
Así que, al llegar al restaurante, Elsa se lo pensó y le dijo a Enrique: —Papá, voy al baño.
Asintió con la cabeza y dijo con cariño:
—Entonces papá entrará primero.
—Papá, pídelo tú mismo—.
—Entonces, ¿un poco de pescado para ti? Te gustó bastante esa lubina la última vez —El apuesto aspecto de Enrique se cubrió con el brillo de un padre cariñoso, pareciendo cada vez más encantador.
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