Elsa pensó un momento y dijo:
—Claro, te haré un par personalmente, pero será mejor darme una foto de señora Pomar, de esta manera, puedo cambiar un poco el diseño para encajar su estilo.
Después de escucharla, a Lautaro y a Carolina les gustó aún más Elsa...
A ello les gustaban los diseños exclusivos a medida.
Lautaro entregó a Elsa un cheque por una gran cantidad en el acto.
Enrique se negó de inmediato:
—Es sólo una niña, no necesita tanto dinero ¿por qué no esperar a que termine y a que lo vea la señora Pomar?
Lautaro preguntó sorprendido:
—Me sorprende que Elsa no se dedique al diseño de joyas.
Elsa sonrió, pero Enrique estaba sumido en sus pensamientos y finalmente, en el coche de camino a casa, Enrique preguntó:
—Elsa, ¿quieres estudiar diseño de joyas?
Elsa sonrió y respondió: —Sí.
—Papá, eres tan bueno conmigo, soy tan feliz.
Estaba realmente feliz, había pensado que en este mundo tendría que vivir sin amor, pero ahora que Enrique y Cristian le habían hecho muchas cosas, sabía que todavía había gente que la quería.
Elsa se abrazó al brazo de Enrique y se frotó la cara contra él como si fuera una gatita mimada, Enrique la miró pero luego levantó la vista y vio el Porsche tras el espejo retrovisor.
Bueno, el tipo que le robó su hija siguió detrás.
Enrique frunció el ceño y cubrió los ojos de Elsa mientras ésta decía confundida:
—Papá, ¿qué haces?.
—Estoy con nuestra hija, ¿qué? ¿Es otra mujer?
Nora se quedó helada, sin esperar que Enrique fuera la Elsa que la acompañaba.
En ese momento, Elsa bostezó y dijo:
—Mamá y papá, tengo mucho sueño.
Enrique aligeró inmediatamente la voz y dijo:
—Elsa, vete a la cama, y por cierto, acuérdate de lavarte los dientes o te saldrán caries.
Elsa ya estaba acostumbrada a la preocupación excesiva de su padre.
En todos los años que Enrique había estado casado con ella, nunca se había fijado si tenía caries. Ni siquiera la mira a los ojos, y mucho menos dio una pizca de preocupaciones.
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