Papá, quiero que sea mi mamá romance Capítulo 111

El corazón de Julieta, que en un principio estaba volando por la alegría, cayó al suelo con fuerza en un instante. Era cierto que sólo le hacía a Héctor sus platos favoritos cuando quería pedirle un favor, pero no podía pensar siempre así, ¿verdad?

Mirando la cara de Julieta, que se ensombreció al instante, Héctor se echó a reír:

—Muy bien, vamos a comer.

Julieta sólo se dio cuenta de que había sido engañada por el hombre cuando vio su risa. ¿Por qué su truco siempre sufría un contraataque de él? No quería aceptar la derrota.

Julieta resopló y llamó a Miguel para comer, resistiéndose a hablar con Héctor todo el tiempo. Aun así, Héctor estaba de buen humor y comía con una sonrisa.

Después del almuerzo, las secretarias también volvieron a sus puestos de trabajo una tras otra. No era bueno que Julieta saliera a esa hora, así que Héctor la dejó dormir una siesta en la sala de descanso de la oficina.

—Quiero ir al equipo de producción por la tarde. —Julieta trató de hacer el último levantamiento.

—Descansa bien primero.

—Ya he descansado bastante. —Julieta insistió.

—No, o te descubren si sales. —Héctor le dio a Julieta dos opciones a propósito.

—Entonces me echaré una siesta más—dijo Julieta de mala gana.

No tenía disfraz. Si saliera del despacho de Héctor con un niño en brazos, se generaría una gran incomprensión.

—Pero seguirán ahí después de que me despierte.

—Los haré desaparecer. —Héctor lo prometió.

—Vale. —Julieta dio un paso atrás.

—Miguel, haz la siesta con Julieta. —Héctor se puso a trabajar después de consolar a Miguel.

Probablemente debido a la fiambrera de amor que trajo Julieta, Héctor fue muy eficiente durante la tarde y casi terminó el trabajo en menos de dos horas.

—¿Te has despertado?

Cuando Héctor terminó de dejar el último documento, Julieta salió relajada de la sala de descanso.

Julieta asintió con la cabeza. Como acababa de levantarse, su pelo estaba un poco desordenado, pero eso le daba una belleza especial.

—¿Tengo saliva en la cara?

Julieta se tocó la cara dudosa. No había nada en ella, pero ¿por qué Héctor la miraba así?

—¿Quieres un café? —Héctor apartó la mirada.

—Sí —Julieta asintió.

Héctor llamó a Orlando que este trajera un café moka y un postre, y le dijo a Julieta:

—Espera media hora. Te llevaré de vuelta.

—Emm, en realidad, puedo volver sola —dijo Julieta apresuradamente.

Héctor insistió:

—Os llevaré a ti y a Miguel de vuelta.

—Bueno.

Julieta tomó un sorbo de café y lo encontró un poco dulce.

Las instrucciones de Elena eran evitar salir y controlar su dieta, pero no respetó ninguna de las dos cosas. Frente a Héctor, todo eso podría ser abandonado.

Normalmente, cuando Héctor insistía en algo, Julieta no tenía forma de cambiar nada y sólo podía aceptarlo. Al principio, todavía era posible no escuchar a Héctor. Sin embargo, a medida que el corazón de Julieta se volvía más y más incontrolable, le parecía un poco difícil desobedecer las palabras de Héctor.

—¿No hay nadie fuera?

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Papá, quiero que sea mi mamá