PECADO DEL DESEO romance Capítulo 27

Me cruzo con los ojos de Clyde al levantar la cabeza. Está sentado a un costado de mi cama y me mira intensamente. Me siento algo incómoda e inconscientemente retrocedo…

¡Un momento! ¡Estoy en su cama!

Me sorprendo. Levanto la colcha y salto de la cama. Clyde me presiona del hombro para apoyarme contra la cabecera de la cama.

—¡Clyde, estás loco! —grito en voz baja—. ¡Esta es tu habitación!

—¿Y qué si es mi habitación?

—¡Estoy en tu cama!

—¿Y?

Está inexpresivo e indiferente. En su mirada hay muchas emociones que no consigo entender.

—¿Y? —Siento miedo—. Si nos ve Kenneth, él…

—Él me ha pedido que te traiga aquí —dice a la ligera.

—¿Qué?

—Te has desmayado. —Me mira—. Has velado dos noches cuidando de mamá, por eso te desmayaste por el cansancio. ¿No te acuerdas?

Niego con la cabeza. De lo último que me acuerdo es que estaba sentada en la cama de Yolanda… ¡Ah! Tenía tanto sueño que me quedé dormida y soñé cosas raras.

Pero ¿por qué Kenneth le ha dejado que me traiga aquí?

—Como no has vuelto a vuestra habitación en los últimos dos días, las sábanas estaban sin cambiar —Clyde dijo—. Kenneth quiere que duermas a gusto, así que me ha pedido que te acueste en mi cama.

—Selena. —Sonríe con ironía—. Kenneth está muy preocupado por ti.

Me siento y digo en voz baja:

—¡Me encuentro bien! Solo es falta de sueño. Bueno, más un poco de bajón de azúcar por mis descuidos en la dieta en estos últimos días. ¡No es nada!

—Pero Kenneth no lo cree así. Piense que todo eso es culpa nuestra.

—Ja —se burla y se sienta frente a mí, acercando su rostro—. ¿No crees que Ken sea el marido más considerado del mundo?

Lo empujo, sintiéndome incómoda.

—¿Por qué me miras así? —Me gira la barbilla—. ¿Qué pasa? ¿No estás satisfecha con tu marido? ¿No quieres tu marido?

—¿¡Qué diablos quieres, Clyde!?

—¡Divorcíate si estás harta de él! —dice sin responder a mi pregunta—. Es fácil para ti, solo tiene lugar una boda ni siquiera tenéis certificado de matrimonio, ¿no?

Lo miro con sospecha.

¿Está intentando sacarme información?

—Clyde… —Respiro hondo—. Dime. ¿Qué quieres decir?

Sus ojos se oscurecen instantáneamente.

—¿Qué escuchaste ese día fuera del estudio?

Lo miro aturdida. Después de un largo rato, fuerzo una sonrisa.

—Nada…

—Llevabas un buen rato allí, ¿verdad?

—Clyde, te juro que no escuché nada —susurro.

Sus grandes manos frotan mi espalda.

Una humillación e ira indescriptibles corren por mis venas, como si hubiera millones de insectos devorando mi corazón. ¡Nunca en mi vida olvidaré este dolor!

¡Soy realmente solo su juguete!

Tal vez lo que vi en el estudio solo fue otra de mis alucinaciones. Pero esa ilusión fue tan real que consiguió engañarme. Por su «me gusta» he cuidado a su madre sin descansar ni un rato en dos días. ¡Incluso puedo dar la vida por él!

¡Pero al final resulta que soy una tonta del culo!

Clyde recoge la mano, resopla y se va.

—En estos días iré a hablar del matrimonio con la familia Franco. —Me da la espalda desde la entrada—. Me comprometeré con Sheila y luego me casaré… Pero Selena, nuestra relación no cambiará.

—Tú siempre serás mi juguete y mi esclava. —Gira la cabeza, con una sonrisa burlona—. ¡Tienes que aparecer delante de mí mientras yo quiera!

Se va. ¿También se ha llevado a mi alma? Si no, ¿por qué me quedo aturdida en la cama?

Un rato después suelto una sonrisa irónica. Al parecer, todo lo que pasó desde el estudio hasta ahora ha sido un sueño largo y desgarrador.

Regreso a mi habitación como un alma perdida. Kenneth está levantándose de la silla de ruedas. Al verme entrar, se apresura a arrojar el libro que tiene en la mano y corre hacia mí con muletas y con los ojos llenos de preocupación.

—¿Estás bien, Selena? —Me pregunta—. Tienes mala cara… Oye, ¿por qué no te has acostado un rato más en la cama de Clyde?

Al ver que no hablo, toma mi mano y sonríe.

—Mira… He cambiado las sábanas. Como has estado ocupada cuidando a mamá estos dos días, no he dejado que las criadas las cambiaran. Sé que no te gusta que otros toquen tus cosas…

—Pero Selena… No he dejado que nadie me echara una mano, ¡Yo lo he cambiado! Lo he cambiado con prisa porque quiero que vuelvas a dormir a gusto aquí. Yo…

Mi corazón tiembla violentamente. Por alguna razón abrazo a Kenneth con fuerza, me pongo de puntillas y lo beso…

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