—Es que Clyde no puede. —le respondo—. Y solos nos aburriremos.
—¿Es aburrido salir conmigo? —me habla con enojo.
La ira da vueltas en mi pecho, suelto los palillos y lo miro.
—Creo que es una buena idea. —Yolanda de repente dice—: Ken lleva mucho tiempo sin salir. Clyde, anda, deja lo que tengas que hacer y llama Sheila. ¡También es una oportunidad para que tengáis una cita!
Clyde la mira con impaciencia, como si tuviera algo que decir.
Pero antes de que pudiera hablar, Yolanda bloquea todas sus excusas.
—¡Seguro que Ian tiene más ratos libres en otra ocasión! Además, ahora no tengo el valor de enfrentar a lo de Kath, yo…
Está allí sentada con los ojos rojos y los labios temblorosos.
Se pone enferma cada vez que menciona a Katherine. Tengo miedo de que le pasara algo, así que voy corriendo a abrazarla con fuerza. Tiene las manos frías y todo el cuerpo rígido. Le froto el brazo con fuerza y le doy unas palmaditas en el hombro hasta que reacciona.
—Venga, decidido está. —Se levanta lentamente y se va—. Id de excursión. Si Kath aún vive, podríais ir juntos, pero Kath ya no está… Mirad el mundo por ella…
Miro su espalda, parece que está más delgada. Casi nunca come bien ni duerme bien. La desnutrición a largo plazo ha torturado mucho a esta mujer cuarentona que debería haber sido encantadora. Las señoras de las familias opulentas de su edad se han mantenido jóvenes y hermosas, pero solo ella parece desnutrida y vieja.
Se rumorea que Roberto tiene muchas amantes fuera. Ahora entiendo un poco su infidelidad. Estar siempre con una esposa así, es fácil de llegar a una locura…
Pero el culpable de todo esto es mi padre…
Cuando llegue el día en que mi identidad sea revelada, ¿cómo podré enfrentarme a esta familia?
Después del desayuno, salimos de excursión según lo acordado.
Clyde ha traído a Sheila. Es una chica alegre, y su don de animar el ambiente ha hecho que no sea tan incómoda esta salida.
Y me parece que es inteligente, digamos que en el sentido de saber qué decir en cada ocasión, porque puede entablar conversación con cualquier tema. Creo que ha estado preparando las cosas desde que le avisaron de esta excursión. Ya que aquí tenemos todos sus preparativos: comida, bebida…
Finalmente sé por qué Clyde la ha elegido su prometida.
Cuando llegamos a las afueras, tampoco se comporta como una señorita. Todo lo contrario, toma la iniciativa de poner la mesa y colocar la comida. Hasta ha traído una parrilla porque sabe que a Clyde le gustan las barbacoas al aire libre.
Ha traído la cerveza favorita de Clyde. También ha traído dos camisetas de recambio para Clyde, para que en caso de mancharse con la salsa barbacoa, tenga ropa de recambio.
Más considerada no puede ser. Luego, mírame a mí… Solo me limito a estar aturdida a un lado. Aunque me incomoda ver cómo muestran afecto delante de mí, no puedo hacer nada.
—¡Selena, prueba esto! —Sheila me pasa una brocheta de alitas de pollo—. Lo remojé con Coca-Cola antes de prepararlo, ¡le puedes llamar alitas con Coca-Cola! Es dulce y tierno, ¡prueba!
—Gracias. —Lo tomo, pero siento amargura en la garganta.
Viendo a Kenneth a un lado, le paso la brocheta con total naturalidad, pero Sheila sonríe.
—¡Qué bien os lleváis! ¡Hasta compartís una brocheta!
No puedo soportarlo más, así que lo miro.
—¿De qué tonterías estás hablando? ¿Quién destruiría nuestra relación? No has bebido, pero me parece que estás borracho.
Poco a poco aparece un descontento en el rostro de Kenneth. Veo que una malicia pasa instantáneamente en sus ojos.
Está a punto de decir algo cuando Clyde se acerca desde la distancia y grita:
—Sheila, ve a echar un vistazo a tus alitas. ¡Se están quemando!
Sheila suelta un grito y se va corriendo. Clyde se acerca a mí, me pasa una botella vacía, señala el arbusto de flores y dice en voz baja:
—Hay un arroyo con agua de manantial por ahí. Vamos a por algo de agua.
—Kenneth. —Sonríe—. Mando a Selena a por agua, no me dirás que no, ¿verdad?
Kenneth agita la cabeza, mostrando una humilde y gentil sonrisa.
Yo estoy deseando alejarme. Ahora le tengo mucho miedo, muchísimo. Comparado con él, el diablo de Clyde parece mucho más amable.
Camino hacia el arroyo con Clyde. Él se pone en cuclillas, mete el cubo vacío al arroyo, lo llena y se da la vuelta. En este momento estamos un frente al otro.
—No sigas con él —dice con frialdad—. Selena, si no estás feliz con él, ¡déjalo y vete de la familia Santalla!
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: PECADO DEL DESEO