PECADO DEL DESEO romance Capítulo 38

Uno de estos días, discuto otra vez con Kenneth y de nuevo me insulta «zorra». Me duele que me diga eso. Le arrojo el vaso de agua sobre la cabeza. Luego salgo corriendo de la habitación sin mirar atrás.

Me siento en los escalones de la entrada, mirando la puesta de sol, y un repentino sentimiento de tristeza empieza a invadirme. ¿Así será mi vida hasta que muera? Los quince años me han parecido como un sueño, y ahora se está acercando cada vez más el momento de despertarme.

Recuerdo lo que me ha dicho Clyde el día de la excursión.

—¡Vete de la familia Santalla si no estás feliz!

Justo en este momento, alguien pone la mano en mi hombro. Me doy la vuelta asustada y me encuentro con su mirada. Clyde frunce el ceño y pregunta en voz baja:

—¿Qué haces sola aquí?

Mi corazón late velozmente. Luego pregunto:

—Clyde... ¿puedes hacerme un favor?

Agarro su ropa con inquietud.

—¿Qué ha pasado?

—Nada, solo que... quiero salir a trabajar. Clyde, ¿puedes encontrarme un trabajo?

Clyde me mira antes de preguntar:

—¿Por qué de repente quieres salir a trabajar?

Es tan inteligente que seguramente haya supuesto lo que estoy pensando.

Así que es mejor decir la verdad y evitar problemas. Pero no puedo decirle la verdad, así que le digo una excusa creíble:

—Me he peleado con Kenneth de nuevo.

Le digo que Kenneth se ha vuelto más raro estos días y que sospecho que se ha acordado de algo.

—Sufro a su lado. Antes aún me sentía culpable por él, pero esa culpa se ha disipado después de todas las peleas que hemos tenido últimamente.

Quiero salir a trabajar. En parte para estar lejos de Kenneth. Pero también para sacar uso a mis estudios. Al menos tengo título de grado. No quiero perder el tiempo con las tareas de casa.

Clyde se queda en silencio después de escuchar eso.

—Clyde —Continúo intentándolo con cuidado—, ¿puedes ayudarme? Te lo ruego, sé que tienes muchos contactos, no es tan difícil para ti encontrarme un trabajo, ¿verdad?

—Si te falta dinero, puedo...

—¡No es cuestión de dinero! —Estoy alterada.

—Clyde, ¿no lo entiendes? ¡No quiero quedarme en casa!

Clyde muestra una expresión complicada. Me mira, levanta su mano, pero se retira rápidamente antes de tocar mi cara.

Su mirada es igual de indiferente como siempre.

Me giro para entrar en casa, pensando que no me ayudará.

Claro, ¿por qué me iba a hacer ese favor? Placer es lo único que quiere sacar en mí. ¡El dolor y el sufrimiento lo tengo que aguantar sola!

Aprieto los dientes, le fulmino con la mirada y me surge un sentimiento de agravio.

—Selena —me llama justo cuando entro en el salón.

—Tengo un amigo que trabaja en la estación de televisión. Estudiabas periodismo, ¿te gustaría ser periodista?

***

Una semana después.

Ahora soy periodista becaria en el Departamento de Información Pública de la estación de televisión.

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