PECADO DEL DESEO romance Capítulo 39

—¿Qué haces embobada? ¿No quieres pasar el período de prueba? —Clyde frunce los labios.

—¡Claro que quiero! —Me apresuro a decir—. ¿Pero no dijeron... que es después de un año de prácticas?

—¿Sabes quién es mi amigo?

—¿Quién?

—El director.

Me quedo sin palabras. Le miro en silencio, como si él fuera un dios que gobierna el mundo.

—Si el director dice que pasas en un mes, es que pasas en un mes —susurra—. Selena, sigue trabajando duro. Si necesitas plataformas y recursos, me tienes a mí. Sé que tienes mucha capacidad. Todo lo que necesitas es una oportunidad.

Es la primera vez que le oigo decir algo tan emotivo y en ese momento casi se me caen las lágrimas.

Pero pensando en esta relación tan complicada que tengo con él me hace sentir triste. Espero que tengamos un futuro, pero sé que eso es imposible.

Cuando llegamos al hotel, le cojo de la mano y le doy un pico en la mejilla.

No he hecho eso para que se quede conmigo esta noche, simplemente siento una desesperación, porque me da la sensación de que cada vez que lo veo parece nuestro último encuentro.

Al día siguiente, el jefe del Departamento de Información Pública anuncia en la reunión de la mañana que oficialmente formo parte del departamento y me entrega mis tarjetas de trabajo y de entrevista. Las tomo ante las miradas sorprendidas. Hago una reverencia tímidamente y vuelvo a mi asiento con los aplausos.

Sé que la gente me hará comentarios. Los cotilleos son imprescindibles en las oficinas. A los pocos días, empiezan a rumorear sobre mi relación con algún jefe, que me vieron entrar y salir de la oficina con él, y que siempre viene un coche de lujo para recogerme.

No he hecho caso a estos rumores, simplemente me concentro en mi trabajo, haciendo lo mejor con todas las entrevistas que me encargan.

He tenido suerte de conseguir un par de entrevistas importantes justo después de pasar el período de prueba. A los que entrevisto son personas prestigiosas del sector financiero. Es súper difícil entrevistarles, a menos había que pedir cita con seis meses de antelación. Pero yo lo he conseguido fácilmente asistiendo a algunas cenas con Clyde.

El redactor jefe está muy contento conmigo, pero no sabe aún la relación que tengo con la familia Santalla.

Ya nadie se atreve a rumorear de mí en la oficina, pero sé que lo hacen en privado. En verdad, ¡me la suda!

Me esfuerzo en hacer bien todo lo que me encargan. Hasta hago el trabajo que la gente no quiere hacer. Por eso, aunque mis colegas sienten curiosidad, envidia y descontento conmigo, no se pasan diciéndome cosas.

Mi colega, Miranda Galán, es mi única amiga en el Departamento de Información Pública.

Tiene unos años más que yo, pero ya es una periodista veterana. Nos hemos graduado en la misma universidad, así que tenemos muchos temas de conversación. Además, Miranda es una persona muy agradable que nunca mira mal a los nuevos; todo lo contrario, enseña sus experiencias. Digamos que ha contribuido mucho al departamento.

—Toma, he redactado el comunicado de prensa. Revísalo y si no hay ningún problema, ¡publícalo lo antes posible!

Lo pone en mi mesa. Se había ido, pero vuelve y me pregunta con preocupación:

—Selena, ¿estás bien?

Sacudo la cabeza.

¡La verdad es que estoy agotada! No he parado durante días y noches trabajando.

—¡Mírate las ojeras! —Miranda se ríe—. ¡Vale que el trabajo es importante, pero también cuida de tu salud! ¡Si no tienes buena salud, todo es para nada!

Me apoyo en la pared del baño y me agacho lentamente en el suelo. En mi mente en blanco solo aparece el nombre de Clyde.

¿Qué pensaría al ver esta noticia? ¿Qué pensaría si supiera que Ernesto es mi padre, el hombre que causó la trágica muerte de su hermana? Me odiaría mucho más que estos quince años juntos… Me mataría. Al igual que mi padre le cortó la lengua a Katherine, ¡me sacará los ojos!

Pero de alguna manera recuerdo los momentos que he pasado con él... Esos enredos de amor y odio… donde tiene lugar su desprecio, abuso, humillación y burla. Sí, es todo un cabrón. Lo sé. Pero también recuerdo su ternura, su posesión, y el placer único que solo él puede darme...

Me levanto y abro el grifo. Mojo mi cara con el agua, porque necesito que el agua fría despeje mi mente.

¡No puedo dejar que Clyde se entere de esto!

¡Tampoco puede saber quién es Ernesto Millán!

Entonces, entro sigilosamente al despacho y meto el comunicado en la destructora.

Sé perfectamente las grandes consecuencias que esto traerá. Si el comunicado de la prensa no se envía, no pueden hacer el programa. No se trata sólo de mí, sino de todo el Departamento de Información Pública e incluso de toda la estación de televisión.

Todos los programas y noticias programados podrían ser interrumpidos porque el reportaje no estaba hecho. Y tendrían que reajustar todo el plan inicial.

La estación de televisión entra en un caos. Al final llegan a saber que he sido yo. No lo he negado.

El redactor jefe se enfada tanto que no para de dar golpes en su mesa. Pierde los estribos en su despacho.

—¡Selena! ¡¿Qué demonios has hecho?! ¡¿Quieres que nos despidan a todos?!

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