PECADO DEL DESEO romance Capítulo 41

Finalmente le cuento todo.

Los secretos que estuvieron escondidos durante quince años están siendo destapados uno por uno. Me duele mucho este proceso; sin embargo, después del dolor, siento un alivio como nunca.

¡Ya no tengo que vivir con mis secretos, y por fin puedo dormir en paz esta noche!

—Esto es todo. —Inclino la cabeza—. Ernesto es mi padre. No sé por qué secuestró a Katherine, pero sé que en realidad no quería matarla... porque aún estaba esperando a que esa persona le de el dinero. Si Katherine muere, no recibirá ni un céntimo.

Recuerdo que mi padre hacía muchas llamadas en ese entonces. Al principio su tono era humilde pero luego se volvió impaciente e incluso amenazó con tirar la toalla.

Luego descargó su ira con Katherine. Cada vez que se sentía sofocado la golpeaba. Al final se hartó y le cortó la lengua. Esto la mató.

—¿Quién es esa persona? —Los ojos de Ian se iluminan.

Niego con la cabeza. Sé que quiere seguir esta pista para sacar al verdadero cerebro del secuestro, pero solo tenía ocho años, además, han pasado más de diez años y se me ha olvidado muchas cosas.

—Crecí sin madre. Me decían que mi madre se fue porque mi padre la solía pegar. En mis recuerdos de niña mi padre se emborrachaba a menudo y no teníamos dinero. Cuando tenía hambre iba a pedir comida en casa de los vecinos.... Como nos mudábamos a menudo, no podía ir a la escuela. Era una analfabeta a los ocho años.

—Hasta que conocí a Katherine... —Empiezo a hacer memoria de cuando Katherine fue secuestrada por mi padre. De hecho, pensé que mi padre me había traído a una amiga. Me puse súper contenta. Hablaba con ella todos los días. Sacaba los pocos libros de cuentos que tenía y me puse a ver los dibujos que hay en los libros con ella.

Pero Katherine me leía el cuento.

Me dijo que en la escuela les habían enseñado esos cuentos. Le pregunté lo que es la escuela y me dijo que era el paraíso.

Desde entonces, empecé a anhelar ese lugar. En esos pocos días, Katherine se fue relajando con mi compañía. Y me contó cosas de las que nunca había oído hablar. Me habló de la escuela, de la biblioteca, del teatro, de los conciertos, de los banquetes que hacían la gente de la clase alta, y me dijo que su comida favorita era un pastel red velvet hecho con pétalos de rosa.

También habló de su casa, que tenía un jardín, una biblioteca, y un gran columpio en el patio. Me fascinó escucharlo, era un sitio que parecía un palacio.

Sin embargo, mientras hablaba se echó a llorar, cada vez más fuerte. Echaba de menos a sus padres... Más tarde, mi padre le cortó la lengua y solo vi sangre...

—¡Selena! —me llama Ian varias veces. Entonces vuelvo a mis sentidos, froto los ojos y me doy cuenta de que mis lágrimas han mojado un montón de pañuelos.

—Ian… no le cuentes esto a Clyde, ¿vale?

Me dirige una mirada complicada. Y después de mucho tiempo, lo acepta en voz baja:

—Vale.

En ese momento me entra ganas de arrodillarme y darle las gracias.

De verdad que tengo miedo de que todos sepan de mi identidad y de que mi padre es un secuestrador y un asesino.

Después de la muerte de Katherine, sustituí su lugar en la familia Santalla. Por fin me acerqué al palacio que había anhelado, de la escuela que parecía un paraíso, y de la vida que esperaba... Sí, soy una vanidosa. No quiero dejar una vida como esta. Pero lo que más temo es la gran diferencia que tengo con Clyde.

Me da miedo no ser digna de él.

Si hubiera nacido en una buena familia, si hubiera crecido en un entorno sin preocupación y lleno de amor, ¿podría estar con Clyde como Sheila?

¿Por qué Dios me ha arreglado este destino?

No quiero volver a la vida de antes. En realidad, sé que el amor que admiro acabará por pisotearme.

—Selena, te prometo que no se lo diré a Clyde —dice Ian, tomando mi mano. Me asusto, pero el calor de su mano me da una sensación de tranquilidad.

En su mirada gentil parece haber algo de compasión.

—Tú no tienes la culpa. Fue tu padre quien cometió el crimen, y no tiene nada que ver contigo.

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