Pedido de Amor romance Capítulo 161

—¿Qué fiesta es hoy y por qué de repente hay fuegos artificiales?

—Tantos fuegos artificiales, cuánto cuesta.

—¿Podría ser otro presidente dominante confesando su amor por su esposa?

—Demasiada escritura de dominatrix.

—No puedo asegurarlo, si no, por qué tantos fuegos artificiales.

—Lleva veinte minutos, ¿aún no ha terminado? ¿Hay más?

—No lo sé.

—Espera y verás.

Mientras caminaba entre la multitud, oyó a la gente charlar sobre la conversación, y Selena no pudo evitar sentir gracia.

Abriéndose paso entre la multitud, los dos volvieron por donde habían venido y caminaron por la carretera, donde no estaba tan ruidosa.

—Alberto, muchas gracias por lo de hoy. Los fuegos artificiales son muy bonitos.

—De nada.

Selena se quedó pensativa un buen rato antes de dirigirse a Alberto:

—Espera aquí un momento, voy al otro lado de la calle a comprar algo.

—De acuerdo.

Alberto no se lo pensó mucho y se quedó quieto esperándole en el mismo sitio.

Justo cuando su teléfono de bolsillo volvió a sonar, lo cogió y vio que era una llamada de su hermana Adelina.

Adelina le había hecho varias llamadas telefónicas, por eso él le respondió con prisa:

—Adelina, ¿por qué...?

—Alberto, ¿dónde diablos has estado? Sé que hoy es tu cumpleaños, te he preparado una mesa de comida deliciosa, ¿y has desaparecido?

Al otro lado de la línea se escuchaba la queja de Adelina, deseando poder pasar por el teléfono y ponerse delante de Alberto y darle una paliza dursa.

—Lo siento, mi teléfono estaba en el modo de silencio y no lo escuché.

—Bah. No creas que no sé lo que hay en tu mente. Selena se va pronto, debes estar con ella ahora, ¿no?

Adelina, que se estaba acercando a Selena, se parecía más a ella en el carácter y hablaba con un toque de espontaneidad y temeridad como Selena.

—No.

—¿De verdad?

—Es de verdad.

—¡No me mientas, joder! No creeré ni una palabra de lo que digas.

—Oye, ¿por qué hablas tan vulgarmente? Si no cambias, no podrás casarte en el futuro.

—Selena habla aún más groseramente y mal que yo, ¿y todavía te apetece gustar? ¡Vaya, qué doble rasero! Me molestas mucho, ¡adiós!

Adelina le colgó el teléfono a Alberto, enfadada.

Alberto no pudo evitar que dibujar una sonrisa leve, pensando de repente que lo que había dicho Adelina tenía mucha razón.

Cuando vio que Selena aún no había vuelto, le envió un mensaje de texto a Adelina:

«Adelina, gracias por acordarte de mi cumpleaños. Volveré más tarde».

En toda la familia Donel, sólo Adelina se acordaba de su cumpleaños.

No, debería decir que nadie en este mundo recordaba su cumpleaños excepto Adelina.

Poco después, Selena cruzó la calle con dos bolsas de papel.

Preguntó:

—¿Qué has comprado?

—Secreto.

Selena no le contó y siguió avanzando.

Solía hacer ejercicio corriendo por esta zona, por lo que sabía que había un pabellón cercano con muchas mesas y sillas de piedra para sentarse y relajarse.

Tras diez minutos de caminata, finalmente llegaron al lugar.

Selena tiró de Alberto hacia un cenador con una hilera de mesas y bancos de piedra, que estaba lleno de gente pero también tenía muchos asientos vacíos.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Pedido de Amor