Mini maratón 1/2
Dante Vivaldi.
La enorme lámpara moderna que ilumina toda la estancia, junto a algunas cortinas que recubren el cristal polarizado que me ofrece una buena imagen de todo el centro son mi acompañante en esta enorme oficina central. El grisáceo junto al azul marino hacen tonalidades armoniosas que alegran mi vista, al menos de una forma más que apetrea.
Libero un estrepitoso suspiro mientras deslizo una de mis manos por mis hebras castañas, eliminando algunos nudos que se crean en mi cabello.
Muerdo mi labio inferior con la rara sensación que se apodera de mí cuando recuerdo los labios rojos de la rubia, sus ojos verdes con motas azules, su largo cabello rubio, y esa esbelta figura que solo deseo hacer estremecer.
Desligo mis pensamientos a esa rubia que solo adormece un poco más de mis sentidos con las malignas ideas que pasan por mi cabeza haciéndola caer en ese juego de perversión que tanto me fascina, a la vez que consulto las nueva citas que tengo pendientes para esta casi última semana.
Aún el frío no abandona este mes, y estoy más que seguro de que cada vez se torna más helado, junto a la capa de nieve que recubre la mayoría de los establecimientos del exterior.
Maldigo al molesto dolor de cabeza que se apiada de mi, a la vez que extiendo mi mano libre, agarrando mi vaso de brandy para en el momento que reviso las cuentas anuales del centro le doy un buen trago que me obliga a arrugar un poco el rostro por el amargo sabor que quema mi garganta, arrasando con todo lo que acaricia a su paso.
Abro mis ojos, aún soportando el escozor de la bebida poniendo toda mi atención en los documentos contables que continúan en mis manos.
Realizo algunos cálculos, compruebo tickets, firmo permisos, dejando que el tiempo se me vaya en un santiamén.
Mi cabeza duele, se sienten como si me estuvieran propinando fuertes martillazos en ella sin ningún problema; sensación causada por la intensos reclamos de mi progenitor que para empeorar decidió hacer acto de aparición antes de lo previsto.
Inhalo, exhalo tomando fuerza para no querer agarrarlo por el pescuezo mientras diviso como se mueve de un lado para otro con expresión neutral y déspota lanzándole millones de improperios a alguien a través de su teléfono, podía al menos sentir un poco de empatía porque quién estuviera soportando los reclamos de aquel hombre mayor con personalidad desquiciante; recordaba lo mucho que sabía criticarme cada cosa que llevaba acabo cuando comencé en la empresa de nuestra familia.
Era un verdadero martirio tenerlo todo el rato comiéndome el coco con cualquier pequeño detalle que para mí no era importante, el lo usaba como excusa para gritarme y demostrar lo superior que siempre se ha sentido.
Já, el día que le di la noticia de que me retiraría de la presidencia para comenzar mi nueva empresa su rostro era todo un poema; incluso fu el que menos me apoyo demostrando lo bien que le queda el papel de padre—siéntase el sarcasmo.
Mi expresión era impoluta en aquel momento, y aún me mantengo así cuando mis ojos se cruzan con los suyos.
Nuestroa parecido es desorbitante, de tal forma que no sabes sí somos hermanos o padre e hijo, es como mi peor maldición, pero al menos no lo tengo que ver la mayor parte del tiempo gracias a que solo estará jodiendo a su nueva amante, Renata Cipoletti; una bella italiana bastante joven que logro “Cautivar el corazón de mi creador”; al menos eso es lo que ella cree, y el trata de que ella lo siga imaginando tal cosa cuando no tiene ni idea del mujeriego que se ya encontrado. Aunque, conociendo el pasado de esa joven posiblemente y solo piense en hacerse con todo el dinero de mi padre, cosa que me daría igual cuando todos nos mantenemos por si solos.
Vuelvo mi atención a la chica con anteojos que se adentra en mi oficina con su cuerpo temblando bajo la molesta e intensa mirada de quién años atrás llamaba como padre y hoy es solo un terrible desconocido del que siempre me quiero deshacer.
Bueno, antes también deseaba deshacerme de él, solo que lo disimulaba un poco mejor.
Apilo todo en una buena columna, entrelazando mis dedos en el momento en que la joven se adentra en la estancia liberando un suspiro que parecer ser de alivio; provocando que una sonrisa se alce en mis labios carnosos con los pensamientos que se deben estar deslizando por la cabecita de la chica.
Relajo mis músculos, flexionando un poco más de lo debido los brazos, ocasionando que mis bíceps se marquen en mi traje ajustado a mi anatomía con malicia, de tal forma que los ojos de la chica se desvíen justo a ese punto.
Mi pecho se infla automáticamente al saber que soy ese dulce que muchas no dudaría en tomar más de una vez.
—Señor —su vos es suave, un tono sencillo y carismático que de alguna forma fue lo que me impulso a elegirla como secretaría, no son un hombre fácil de complacer cuando de personal se trata.
Elevo mi mirada, juntando mis ojos marrones tan llenos de experiencia, dolor, y perversidad con las órbitas oculares de ella, esas carcajadas de dulzura, sencillez y espontaneidad. Una combinación buena para alguien con rostro angelical.
—Diga —respondo después de unos segundos, acomodando mi figura musculosa engendrada en un traje azul prusia con unos zapatos de diseñador.
Relame sus labios, extendiendo unos folios que como sé son los nuevos planos de las nuevas tiendas que se incluirían en el centro, junto a la agenda que mantiene cerca de su esbelta constitución física.
—Los nuevos planos arquitectónicos de las nuevas tiendas son estos documentos —señala uno de los folios; dándome ella oportunidad de apreciar las creaciones que nos confecciono la constructora, mostrando esa sonrisa que a veces me saca de mis cabales—; aquí están los documentos que resaltan el presupuesto de cada uno de los materiales y las estadísticas de costo estatal, incluso el internacional está plasmado.
Explica con cuidado, señalando cada una de las láminas que se encuentran en perfecto estado en espera de mi impecable firma.
—En este se puede apreciar los candidatos que tendrían la capacidad suficiente para ejercer el cargo principal en las nuevas adquisiciones que llevarán acabo la construcción con una cantidad de cuatrocientos billones de dólares debido a la cantidad de materiales, incluso el costo es sabido que ha aumentando un catorce por ciento más de lo esperado —chasqueo mi lengua dentro de mi boca, revisando cada hoja sin querer dejarme ni una sola palabra.
—¿Qué pasó con los nuevos encargos que nos pedían los japoneses? —inquiero ingiriendo un buen trago de brandy que hace que me sienta mucho menos pesado que antes, con mis sentidos más relajados de lo esperado y es que no soy un alcohólico pero al menos la ansiedad, la molestia, y el solo cruzar mirada con mi progenitor es como un detonante que me obliga a ahogarme en la bebida que más sostiene mis sistema.
—Hasta ahora todo va yendo más que bien —asegura, dejando el último laminado encima de mi escritorio—; el señor Karazzaki nos ha avisado de las transferencias ya realizadas y los embargos que están llegando poco a poco a Japón.
Deslizo mis manos por mi cabello por decimoquinta vez, desplazando mi mirada hacia la del hombre que ahora no solo se mantiene con una extensa sonrisa que enciende las alarmas en mi cerebro; sino que también se mantiene mirando las puertas que dan al ascensor del subdepartamento empresarial de recursos humanos.
—Necesito también que me informe si por fin la entrevista que será realizada el primero de enero se mantiene vigente o debo cancelar ya que recuerde el viaje que su madre le tiene planeado a Atenas para el lunes próximo veintiocho de diciembre —habla por unos segundos en los que la escucho, aunque; cuando mis ojos divisan al cabello de la pelirroja, su curvilínea figura envuelta en un vestido entubado a su anatomía que me sorprende no la haga temblar del frío, las mangas sin hombres de su conjunto rojo mate, unos tacones stiletto negro que la coloca casi unos centímetros igual a los de mi padre que mide dos metros exactamente con su cuerpo igual de musculoso que el mío, junto a un pequeño bolso Chanel con diamantes en los bordes, un maquillaje para nada sutil recubre su rostro, incluyendo el labial turquesa que recubre sus voluminosos labios, y la jadeita que parece nunca quitarse—siendo conocedor del porque de que no lo haga; una razón que demuestra lo descabellada que está esa pelirroja.
Trago, intentando buscar las fuerzas suficientes para soportar las ganas de asesinar a ese italiano, por sus intensos intentos de provocar mi propio entierro.
Le doy el último trago a mi bebida, casi estrellando el cristal contra la pared, mientras laa maldiciones no dejan de salir de mí.
—Señor; ¿Todo esta bien? —mi secretaria parece ser testigo de como la dejé hablando sola, moviendo su mano delante de mi rostro, sacándome de ese estado en el que me encontraba hacia unos segundos.
Asiento, respirando de manera acelerada con mis puños casi apretados a mis costados en el momento justo en los dos entran por las puertas de cristal que recubren mi despacho.
—Hijo mira quien vino a hacernos la visita —una mueca de asco se apodera de mis fracciones con su tono tan descarado activando al ser hijo de puta que llevo dentro.
—¿Was machst du hier, Glinda?[¿Qué haces aquí Glinda?] —bramo con la rabia corroendo mis entrañas desde lo mas profundo de mi ser, deseando agarrar su pescuezo y acabar con esto de una vez por todas.
Una extensa sonrisa se apodera de su rostro, a la vez que aún con la mano de mi progenitor en su espalda coloca un mechón de su ondulado cabello rojo fuego detrás de su oreja, dejando ver uno de los pendientes que conjuntan con el collar que se mantiene impoluto en su cuello.
—¡Es wird nicht so einfach, mich loszuwerden![No será tan fácil deshacerse de mí] —exclama lanzándole una mirada falsa y llena de superioridad a la joven que se mantiene con el nerviosismo aumentando cuando la mirada de mi padre se desvía en su dirección.
—Mantente alejada de mi lo más posible —demando abriendome paso al corredor que da al ascensor principal.
Admiro los sueños alfombrados, los colores opacos que recubren las paredes, junto a cuadros de personas que en mi vida he conocido.
Camino a paso decidido, con mi aire de superioridad.
Diviso a mi padre esperando en las puertas del ascensor, con su teléfono en el odio mostrando esa expresión epetrea que tanto le fascina colocar, evidenciando su aburrida y fría personalidad.
Me posiciono a su lado, liberando un muy llamativo suspiro que llama su atención, junto a la de la pelirroja que se posiciona a mi lado con una sonrisa que representa lo poco que le importa lo forma de tratarla y aunque algunas mujeres parecen tener aunque sea una pizca de dignidad es como sí ella no formará parte de ese pequeño y diminuto círculo social.
Recibo dos palmaditas en mi espalda, capaces de sacarle medio pulmón a quien no supiera la fuerza que ejerce mi progenitor en cada golpe que propina.
—Veras como todo estará bien —asegura, adentrándose en el interior del elevador de primero, para después seguirle yo—, es un muy bien partido.
Le lanzo una mirada asesina que basta para que el ambiente se torne de todo menos amistoso, siendo facial descubrir la tensión de nuestros cuerpos y que la rabia sea visible en mi rostro.
Me mantengo en el lado izquierdo de la estancia, con el repiqueteo constante de mis zapatos, junto a la molesta forma de masticar la goma de mascar de la pelirroja, a la vez que el transporte de metal desciende a una velocidad que de cierto modo me provoca un poco de vértigo.
—Acércate a la chica hijo —mi anatomía se estremece al escuchar su ronca voz, haciéndome maldecir cuando me da un leve empujón que hace que mi hombro roce con el de la pelirroja; impulsando a que su sistema reaccione a mi toque.
Sus ojos esmeralda se giran en mi dirección, con la ilusión y algo más que me estremece en sus pupilas, plasmadas como si de un papel se tratara.
Gracias a Satanás las puertas se abren en la planta de salida, haciendo que salga como si me hubieran metido un petardo en el culo, echando humo como un jodido toro.
Introduzco mis manos en mis bolsillos, caminando a paso acelerado con las otras dos personas que se juntan a destruir mi buen humor, estropeando mi día con solo su presencia, incluso con su voz.
Mantengo mi mirada en el suelo impoluto del inmenso centro comercial, queriendo por primer vez pasar desapercibido con tantas ganas que no me percato de la silueta de la pelirroja a mi lado.
Un sonido que es como si fuera una excepcional música para mía oídos llegan a mi, poniendo mi piel de gallina, ocasionando que me detenga en seco a solo unos pasos de... Ella.
Elevo la mirada con lentitud, maldiciendo a todo lo alto que mi curiosidad se active, junto a los acelerados latidos de mi corazón; mi boca se seca, y una corriente eléctrica recorre mi espina dorsal, haciéndome cerrar con fuerza los ojos para sin más abrirlos.
Escaneo su dulce pero algo sutil vestimenta, percatándome de los jeans que recubren sus esbeltas piernas, el gaban que la protege del frío, junto a sus hebras rubias más o menos bien peinadas.
Muerdo mi labio inferior con el claro impulso de querer aproximarme a su lugar cuando diviso como el pelirrojo besa su mejilla y repite el proceso con su coronilla, haciéndome bajar la mirada y continuar mi camino con la mirada gacha.
«¿Qué más podría pasar?». pienso encogiéndome de hombres de manera despreocupada, caminando en dirección a mi destino con mi característica expresión.
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