Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 41

Pía Melina.

La roña me carcome las entrañas. Cierro mis ojos odiando el remolino de emociones que se ha atascado en mi garganta.

Pego mi espalda a la puerta, respirando de manera errática con el sol impactando en mi rostro.

Abro los ojos, encaminándome con total seriedad hacia el hermoso balcón con vista a la gran ciudad que muestra al castaño abordando el auto y una que otras parejas caminando de un lado a otro con sonrisas en sus rostros.

Parece sentir mi mirada porque antes de subirse al auto desvía sus ojos en mi dirección; sin embargo, antes de que pueda verme me oculto detrás de la puerta, admirando como; frustrado; despeina sus cabellos para después desaparecer en su medio de transporte.

Peino mi cabello, aproximándome a mi mesa de noche para agarrar mi teléfono móvil que no deja de sonar de manera molesta.

Mis ojos divisan la pantalla que se ilumina con el nombre de la castaña de ojos verdes que como siempre ha sido mi compañera desde la huida de Ethan. Descuelgo, posicionado el dispositivo en mi oido, a la vez que lanzo mi cuerpo en la cómoda cama.

—Cuéntame como te está yendo en Rumania —algunas voces se escuchan al otro lado de la línea aparte de la suya, mientras que trato de centrarme.

—Fatal —libero un suspiro exagerado, queriendo desaparecer de este lugar lo antes posible, aunque no puede ser ya que ni siquiera dinero poseo.

Escucho como la castaña da órdenes al otro lado de la línea para después volver a poner su atención en mi.

—¿Que carajos te ha hecho ese cabron! —interroga y puedo escuchar su tono frío que me acelera el corazón, provocándome el remolino de emociones que he querido evitar desde que salí de aquella alcoba que no me pertenece.

—Yo... t...todo esta bien —murmuro con la voz quebrada, no deseando ser la Pía estupida que cree en las mentiras de quien sea.

El suspiro exasperado que ella libera me pone alerta, y más cuando percibo como le dice algo a alguna persona que esté con ella, mencionando las palabras que me dejan con la boca abierta.

—Ya mismo cogeré un vuelo para allá...

—No es... —no llego a decir mis vocablos cuando finalmente se acaba la llamada dejándome completamente aturdida y con unos nervios que me ponen fatal.

Fijo mi mirada en la puerta del cuarto de baño, teniendo la rara necesidad de darme el mejor baño de mi vida, para dejar atrás esas penas que me aturden la cabeza, y me destruyen la perspectiva de lo que siento por el castaño porque por más rastrero que sea, no puedo evitar que mi corazón se acelere por el más de lo debido; no sé si es masoquismo o el simple hecho de que me descoloque su forma de actuar, incluso de tratarme porque cuando quiere puede ser el mejor príncipe, y cuando lo desea el mejor villano...

¿Acaso nadie a amado a un villano alguna vez?

Yo lo he hecho, porque ser la que enloquece al malo siempre será el maldito privilegio, pero como debemos sufrir para llegar a eso, nada es tan fácil en esta vida; estoy más que al tanto de ello.

Me desnudo, introduciéndome dentro de la bañera con sales y espuma, sintiendo como el agua caliente relaja mis músculos; impulsándome a acomodarme mucho mejor en el lugar que siempre se ha vuelto mi escape de esta realidad; a la misma vez que cierro mis ojos con la idea de pensar que es lo que debo hacer a partir de hoy ya que no me dejaré mangonear y menos por alguien que no vale la pena.

La música de mis auriculares me inunda, con la suave voz de Shaw Mendes envolviendo mi mente en un estado de suma tranquilidad. Más cuando la canción Treat you better es la protagonista que me empaña los ojos, porque hay acciones que duelen más que un maldito golpe y ese castaño es experto en ellas.

A veces me cuestiono si lo hace solo porque quiere o de manera inconsciente, ¿acaso su único objetivo es ganarse mi odio para así evitar que sienta algo por el? No lo creo con esa capacidad de crear un plan tan malévolo de destrozar mi corazón con solo ese objetivo, cosa que si es así; no sabría de qué forma reaccionar.

Después de unos diez minutos salgo del baño con mi cuerpo enfundado en un chándal negro con un top que se ajusta a mi cuerpo, mientras tranquila me peino mis cabellos cuando elevo la mirada encontrando un enorme ramo de rosas, junto a quien menos espere encontrar a solos unos pasos de mi.

—¿Que haces aquí? —inquiero irritada, desviando mi caminar lo más lejos posible del castaño que Justo ahora ya no existe para mi.

Me da igual su rostro arrepentido, me importan tres cuartos el como hace el amago de hablar, provocando que impulsada por un odio que no entiendo de dónde sale le hago una seña para que guarde completo silencio.

—No quiero verte, ¿¡acaso eres tan estupido como para darte cuenta de todo el daño que me haces!? —la furia cala mis venas, lo hace de una manera que llega a destruirme, incitándome a que golpe su pecho, maldiciendo tanto que me descoloca como es capaz de sacar lo mal de mi, ese mal que no me gusta nada—, no quiero ni siquiera escuchar tus jodidos excusas de que lo sientes, que no querías hacer lo que hiciste, incluso no quiero tus flores de mierda que solo me llevan a despreciar lo que más he amado en esta vida...

Trago, soportando el nudo que se apodera en mi garganta, y más cuando veo algo en sus ojos, un sentimiento que me sorprende más todavía... Dolor.

—Eres un capullo; si lo eres, no sabes cuánto desearía nunca jamas haberte conocido porque me enamoré de ti de la peor manera y este ciclo tóxico es algo que jamas voy a seguir, no lo haré porque no comprendes que en esta vida no todo se gana con odio, ni mucho menos con desprecio; no tratando a quienes amas de la forma que tú lo haces —el llanto ya se apodera de mi, haciendo que me odie a mi misma por volverme débil cuando debo ser fuerte—, no creas que dejaré de amarme a mi, para querer a alguien que solo quiere destruirme porque no...

—¿Quien es? —cuestiono sintiendo el sueño apoderarse un poco de mi.

—Señorita, ¿desea que le llevemos el almuerzo a la cama?, no ha pedido nada en todo el día y el señor Vivaldi nos mandó a estar atentos a que al menos ingiera algo —odio el solo hecho de escuchar su nombre, es algo que me pone mis pelos de punta y acelera mis latidos con los recuerdos de ese beso que prefiero mantener oculto en lo más profundo de mi cabeza por lo que quede de vida.

Peino mis cabellos, relamiendo mis labios y sin ánimos de decir un si, solo finalizo la llamada; volviendo a lanzar mi anatomía a la cama, cayendo en segundos en los brazos de Morfeo porque ya Dante no forma parte de mi escape de esta realidad, Moffy repite mi acción, acurrucandose entre mis brazos como el fiel compañero que es, ese que siempre ha estado hasta en mis peores momentos de la vida.

Dos lametazos me ponen a gruñir molesta, queriendo continuar en mi sueño de Bella durmiente cuando unas nalgadas me hacen ponerme de pie como si tuviera un resorte en el culo.

Abro los ojos asustada, encontrando aún con el sueño haciendo mella en mi, a la castaña que sonriente sostiene una maleta en su mano, junto a lo que supongo es un regalo.

—¡Sorpresa! —exclama extendiendo sus brazos, a la vez que deja todo sobre la silla del escritorio y se acomoda a mi lado.

—¡Me has dado un susto de muerte! —me quejo con mi mano en mi pecho sintiendo mis latidos acelerados.

Hace un mohín rodando sus ojos, para después volverse completamente seria.

—¿Me contarás que fue lo que pasó? —cuestiona, colocando un escurridizo mechón de mi cabello detrás de la oreja.

Bajo la mirada, desviando mi atención hacia las destrozadas rosas, entre tanto percibo como ella con su cálida mano agarra mi mentón.

—Lo matare —habla bajo, deslizando las manos por su cabello.

El ambiente se queda en silencio, provocando que una maliciosa idea surque mi mente en una milésima de segundos.

—¿Y si nos emborrachamos? —los ojos verdes de la castaña se abren, uniendo sus manos en el proceso que solo me demuestran que esta noche una venganza será llevada acabo.

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