Pía Melina.
Observo al castaño que espera las palabras que sin ninguna duda salen de mis labios de manera apresurada.
—¡Son dos bebes! —exclamo lanzándome a sus brazos con una naturalidad que no solo me sorprende a mi, a él más de lo debido y es que, desde que ha estado acercándose a mí le he estado poniendo trabas porque Justo ahora solo quiero centrarme en mis bebes.
Sus manos se aferran en mi cintura, elevándome en el aire igual de eufórico que yo, mi madre nos observa y lo sé porque su mirada se vuelve cada vez más intensa.
Pasamos unos minutos celebrando, hasta que finalmente es momento de abordar el auto, cosa que hacemos en ese mismo instante sin pensarlo para emprender nuestros viaje al departamento.
Romeo me sostenía mi mano izquierda con la suya dándome ese cariño y su calor que tanto me reconforta porque no solo se ha vuelto mi mejor amigo, también un aliado después de todo por lo que he pasado. Nos encontrábamos en el auto yendo de camino para el supermercado con mi madre en el asiento trasero durmiendo como un oso.
Después de aquella maravillosa noticia pensamos que deberíamos celebrar y lo mejor después de comprar los alimentos necesarios para mí hogar, Romeo me prepararía una sorpresa de la que no tengo ni la más remota idea. A pesar de las insistencias por saber de qué se trataba fracase aunque hice millones de pucheros que la mayoría de las veces lo convencían.
¿Que quieren que haga? Es que soy muy adorable cuando me lo propongo.
El camino de vuelta al super fue más tranquilo de lo que había pensado, mis labios todavía estaban alzados en una sonrisa que no quería desaparecer de estos al saber la maravillosa noticia que horas antes me habían dado.
Llevaba días sin pensar en Dante y por primera vez me permitía hacerlo, su recuerdo continuaba doliendo mucho, pero igual las lágrimas ya no querían salir como antes. Al menos tenia la certeza de que ya lo había superado. Pase mi mano por mi panza sintiendo como dos vidas habitaban en mi interior. No me lo podía creer todavía. Millones de veces pensé que no estaría preparada cuando mi momento llegará pero esta vez fue muy diferente.
Sentía que era capaz de todo por aquellos que yacían en mi vientre. Un suspiro salio de mis labios imaginandome la bella escena de los bebé diciéndome mamá e incluso dando sus primeros pasos.
La vida era sorprendente y no entendía como estos regalos habían sido enviados a mí como una bendición.En ese momento recordé a mí padre. El era mi héroe, mi ejemplo a seguir. Mi todo. Aun dolía su huida y sentía como si una parte de mi se hubiera ido con el en aquel momento que desapareció; sin embargo, había heridas que no sanaban, solo cicatrizaban pero aún ahí continuaba estando la herida, esperando a se abierta.
Roma me estaba ofreciendo cosas muy hermosas. Un verdadero amor sincero y único que me negaba a aceptar, pero que seguía teniendo en cuenta, dos bebés perfectos que llevarían mi sangre, la unión de mi madre; sin embargo, sentía que todavía faltaban más cosas por vivir o incluso por sentir.
—¿Tienes alguna idea de los nombres? —cuestiona el castaño sacándome de mis pensamientos.
—¿Eh? —giro mi cabeza un poco desconcertada al estar observando por la ventana el hermoso paisaje, pero mi mente no se hayaba en aquel lugar.
—¿Que si ya tienes nombres para ellos? —repitió su pregunta y yo solo lo observé curiosa.
—No, pero, ¿Quieres elegirlos conmigo? —mis palabras ocasionaron que el se detuviera de un momento a otro y sin dudar estampara sus labios encima de los míos.
El beso me había tomado por sorpresa y ni decir de su manera tan diferente a aquel cabrón de besarme. Mis manos se colocaron en su cuello y las suyas en mi cintura, el carro no ayudaba pero igual nos las arreglamos para poder disfrutar de aquel beso.
Segundos después nos alejamos por culpa de la falta de oxígeno mientras colocaba uno de mis mechones rebeldes detrás de mi oreja.
Me sentía más avergonzada de lo normal por haberme dejado de llevar cuando sentía que estaba tan incorrecto, que no debía suceder esto.
—Por supuesto que los elegiría contigo —respondió poniendo el auto en marcha.
Planto uno de sus besos en la mano que estaba entrelazada con la suya dejando una pequeña humedad que sentí más cálida de lo normal. Minutos después ya estábamos de nuevo en las abarrotadas calles de Roma moviéndonos con agilidad de aquí para allá hasta que llegamos a nuestro destino.
Un enorme centro con la palabra supermercado en italiano nos dió la bienvenida. El parqueo se hayaba repleto de todo tipo de autos desde muy lujosos hasta no tanto. Estuvimos vagando buscando una lugar donde dejar el auto pero al estar repletos no encontramos uno hasta que un auto lo dejo libre.
Romeo se acercó a abrirme la puerta pero me le adelante a la vez que él hacía un puchero adorable, activaba la alarma y me tomaba mi mano.
—Eres muy mala —susurro cuando comenzábamos a caminar en dirección a la entrada.
Le dejé un beso en su mejilla pero obviamente me tuve que poner de puntillas por la altura que el poseía y yo no tenía. Ser enana podía ser algo bueno, pero también un pilin malo en ocasiones.
Millones de niños corrían de aquí para allá volviendo locos a sus padres y yo solo podía reírme al saber que pronto estaría así como ellos pero mucho peor al tener dos en mi vientre. Nos dirigimos a los lácteos buscando leche, yogurt, mantequilla, queso; y muchas cosas más.
Nuestro carrito estaba repleto de una gran variedad y eso que solo estábamos para comprar lo indispensable pero cuando los antojos se apoderaron de mi me era imposible no detenerme. Íbamos de la mano mientras Romeo llevaba el carro con su otra mano.
—Hoy Tiana me dio una genial idea para mí madre —nos habíamos detenido en uno de los pasillos junto a una madre con su niña mientras yo hablaba él me escuchaba atento.
—¿Cuál?
—Tenia pensado regalarle una tienda a mí madre para que haga sus dulces, se que se siente un poco mal al estar siendo casi mantenida por mí y aunque no me molesta se que necesita tiempo a solas para disfrutar, además de conocer personas.
—Es una idea maravillosa mi bella dama —susurro dejando un beso húmedo en mi mejilla—, yo te ayudaré con eso.
Ahí estaba ese lado caballeroso que formaba parte de él, aunque esta vez no lo permitiría.
—No; no puedo dejar que hagas eso —a la pequeña niña se le había caído su osito así que antes de que se callera de cabeza lo tomé y se lo acerque.
—Grazia signorina —la madre que era un pelinegra de ojos azules agachó su cabeza con una sonrisa en sus labios.
grazia signorina( gracias señorita)
—No es nada —me aproxime a la pequeña niña de enormes ojos verdes con motitas azules con una sonrisa en mis labios—, debes tener mucho cuidado cariño.
Después de decir aquello me volví a centrar en Romeo y lo encontre mirándome de una manera que no comprendía.
—¿Qué sucede?
—Seras una madre maravillosa —mis mejillas se sonrojaron por primera vez desde hacía un buen tiempo.
Minutos después ya estábamos llenos de bolsas dirigiéndonos hacia el auto con uno de los tenderos que nos había ayudado al momento que el castaño le había dicho que estaba embarazada.
Cargábamos como con veinte bolsas.
Sentía desde hacía un buen rato la mirada intensa de alguien encima de mi cuerpo pero no era capaz de descubrir quién era por más que mirara a mí alrededor. Así que me hice una idea de que solo era de mi imaginación que debía de centrarme.
Extraño a Dante.
La incómoda voz de mi cabeza decidió hacer caso omiso a mis ganas de que continuara como todos estos años bien callada pero como siempre ignoraba mis peticiones.
—Romeo no quiero que confundas las cosas, recuerda que solo somos amigos —hable y su semblante cambio por completo.
—Lo se, pero y eso que más da, mi progenitora tiene el deber de conocer a la chica que me gusta.
Mis mejillas se ruborizaron de manera instantánea, provocando más emociones en mi de la debida.
Este día cada día más se llenaba de sorpresas que no comprendían y ya me sentía en una montaña rusa de emociones locas que no comprendía muy bien.
—Esta bien, conoceremos a tu madre —mis vocablos le provocaron una sonrisa sincera de esas que el sólo sabía ofrecer que tanto amaba.
Horas después ya nos hallabamos subiendo en el ascensor directo para mí apartamento.Romeo cargaba las enormes bolsas de comida y yo aunque no podía cargar mucho peso estaba dándole una ayudita después de una enorme batalla campal entre el castaño y yo.
—Pero no te burles de mi —me quejé abriendo la puerta con cuidado.
—Es que es muy gracioso cuando... —Romeo no pudiera continuar cuando levanté la mirada encontrando a mí madre con rostro preocupado sentada en una de las pequeñas butacas y un hombre de espaldas a nosotros con el cabello negro que conocía muy bien.
Me acerqué a la cocina dejando las bolsas provocando que la mirada de mi madre se fijará en mis ojos. Aquellos tan llenos de vida estaban empañados en lágrimas.
Con prisa camine en dirección a dónde mi madre se encontraba para que supiera que tenía todo mi apoyo.
—Pía —murmuro mi padre extendiendo sus brazos para tocar los míos pero me reuse cuando mis ojos se empañaron en lágrimas.
—¿Por qué estás aquí? —cuestione con mis mejillas empañadas en lágrimas.
—Estoy enfermo de cáncer —aquello me provoco una punzada en el pecho—, y solo me quedan dos meses como mucho para morir. Quería contarles toda la verdad antes de morir.
Le hice una pequeña seña a Romeo, el entendió a la perfección acercándose a mí y colocando su mano en mi hombro.
—No me fui porque quise, huí porque pensé que así encontraría la cura por mi solo. Estuve en millones de clínicas, pero ningunos tenían la cura del cáncer cerebral.
—¿Cuando lo supiste?
—El día de tu cumpleaños los doctores me lo dijeron después de que me desmayara, les dije que no le contarán nada que yo se los diría, pero no tuve el valor. Ahora solo quiero recuperar el tiempo perdido y volver a ser una familia al menos hasta que llegue mi hora.
Cómo siempre he dicho; el odio es un impedimento que solo te nubla el juicio e impide que seas feliz por completo. No odiaba a lo pocreador, y aunque no sabía si decía la verdad prefería darle el beneficio de la duda. Su partida nos había dolido bastante pero aquí estaba para recuperar aquello.
Pasamos horas contándole todo lo que nos había sucedido luego de que el se fue. Le confesé que estaba embarazada y que tendría dos hermosos angeles en mi vientre que pronto el si aguantaba un poco más podría conocer.
Mi padre estaba pálido, cada vez tosía más que nunca, pero aquella noche estuvimos juntos como familia y por primera vez, me había dormido acurrucada a los brazos de Romeo. Terminando con una sonrisa en mis labios y millones de emociones a flor de piel.
—¿Siempre estarás para mí? —cuestione casi con los ojos cerrados.
—Siempre estaré cuando me necesites, soy y seré tu soporte...
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