Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 59

Dante Vivaldi.

Abro mis ojos lentamente al sentir mi cabeza martillear cada vez más por culpa del maldito alcohol.

Mi cuerpo se hallaba envuelto por una sábana blanca de la cintura para abajo dejando mi torso totalmente desnudo. Mi brazos descansaba encima de una diminuta cintura que conocía a la perfección después de haber tenido una noche maravillosa llena de sexo del que tanto me gusta.

Después de aquel incidente terminé volviendo a dónde pertenecía. Mi madre estuvo más que gustosa cuando me aparecí en la mansión cagándome en todos y cada uno de los que vivían aquí.

Acomodo un poco mi cuerpo sintiendo como cada músculo de mi curro se haya contraído en su totalidad. Siento como mis huesos se traquean y finalmente logro sentarme en el borde de la cama.

Paso una de mis manos por mí cara y otra por mi cabellos. Intento abrir los ojos por segunda vez pero vuelvo a fracasar cuando la luz solar se vuelve insoportable a mis ojos.

Permanezco ahí sentando esperando a que mi cerebro decida ayudarme a poder abrir los ojos un sentir una intensa lámpara justo delante de mis ojos.

Siento como la enorme cama se hunde un poco y se a la perfección porque.

—¿Quiero un mañanero? —susurra aquella chica en mi oído, con sus manos invasoras llegando hasta mi duro miembro.

—Ahora mismo no estoy de humor —gruño pero simplemente me ignora.

—Yo quiero un mañanero —la niña malcriada que está en su interior es la que se posa justo delante de mí con su cuerpo desnudo y su cabello cayendo en cascada cubriendo sus pechos para muchos; sin embargo, su coño está ahí expuesto para mí.

—He dicho que no y ya basta —ordeno con voz fuerte ya con los ojos un poco abiertos cuando con fuerza siento como mi cuerpo es empujado hacia el colchón de mi enorme cama y sin dudar se sube encima de mi.

—Lo quiero y no importa que deba hacer para conseguirlo —odio a las niñas caprichosas y ella siempre ha sido una de ellas así que intento quitarme su cuerpo de encima pero fracaso en el acto cuando pega sus labios a los míos de una forma mordaz y posesiva.

—Eres una niña tan caprichosa e insoportable —me quejo en el momento que separa nuestros labios levantándola con fuerza de encima de mi cuerpo.

—Estoy cansada de que siempre te estés quejando y solo cuando estés borracho seas capaz de darme una ración de sexo —vocifera como una loca gritando ocasionando que mi cabeza duela más.

—Cállate ya, mi cabeza va a explotar —me alejo en dirección a la puerta del cuarto de baño, pero antes de aquello ella me gira tomando mi brazo con brusquedad a la vez que me veo su rostro rojo de la ira y sus ojos empañados en lágrimas—, no vengas a hacer un maldito drama en estos momentos; no estoy para eso ahora.

Algunas mejillas se deslizan por su mejilla y ella las deja que caigan; sin embargo, se que eso es sólo una maldita manipulación de su parte. Cómo todo lo es.

—Voy a ser tu puta esposa así que debes darme lo que te pida —me grita y una carcajada seca sale de mis labios.

—¿Asi que serás mi esposa? —ella asiente y tomo su mano izquierda con brusquedad—, ¿Entonces dónde está ese anillo?, Porque se supone que cuando alguien se va a casar le ponen un anillo en el dedo y no llevas ninguno.

—Eso lo compras tú —me señala con una de sus uñas pintadas de rojo mientras aleja sus manos de las mías.

—Que te creas que porque ahora no estoy con Glinda no es aseguramiento de que lo haré; estoy bien mayorcito para saber con quién me casare o con quien no; y definitivamente tú no eres nadie en mi vida. Nadie —reitero, le explico y me alejo después de decir aquello, dejándola con una expresión de dolor falso.

Conozco a las rameras como ella y solo están atrás de mi dinero para tener más del que tienen. Me gustan para follar, pero no para que estén todo el santo día dándome la lata con sus ñoñerías. Cuando me enteré de lo que había planeado mi padre las gana de matarlo aumentaron ya que a pesar de estar en la prisión no ha cesado en querer que contraiga matrimonio con quien sea y más si puede mandarme lejos.

Se suponía que yo decidía en mi vida, ya estaba muy grandecito para que él estuviera tomando decisiones por mí. Al menos alguien si tendría suerte y se casaría con la chica que quiere. Pero siendo honesto no sentía ni una pizca de envidia hacia mi hermano. El era de esos hombres que le gustaban atarse a una persona; yo en cambio; amaba tener los polvos que quisiera y una maldita boda no me lo iba a impedir.

Coloque el pestillo en la puerta para que no me molestara a la misma vez que introducía mi cuerpo dentro de la ducha de mi alcoba. Los azulejos eran de otro color muy diferente a los habituales de mi casa. El mármol era lo que más predominaba y era blanco con pequeñas notas negras en el. El espejo con bordes de oro, un lavabo con puertas de madera y un grifo automático.El vater era como los normales al igual que los colgadores de toallas y los albornoces.

La ducha poseía un espacio para cuatro personas si era necesario. Mi padre era muy excéntrico y siempre le gustaba que sus casas poseyeran ese toque de hombre con millones de dólares que llevaba en su interior que no ocultaba por nada del mundo.

Cuando llegue a aquí sabía que él no estaría así que aproveche para tener unas buenas vacaciones y olvidarme de lo que me estaba comiendo las dos malditas cabezas.

Minutos después envolví mi cuerpo en una toalla y salí de aquel baño con prisa. Al abrir la puerta, la habitación se hayaba totalmente vacía y ahí fue cuando pude respirar con tranquilidad sabiendo que seguro estaría abajo quejándose con mi madre o tomándola con los del servicio y prefería que ellos la soportaran antes de que me volviera loco.

Observé la botella de alcohol que estaba vacía al lado de mi cama con odio en estos momentos. Dicen que el alcohol es nuestro mejor amigo, porque siempre está ahí en los momentos más difíciles. Pero a veces no es así porque el alcohol en ocasiones suele arrastrarte con el; y eso era mucha verdad, porque por más que quieras olvidar algo con aquella bebida lo terminas recordando todo y mucho peor, porque al final el dolor regresa a ti como una maldita bomba nuclear destrozando cada parte de tu ser en segundos.

La vida sigue; al menos es lo que dicen, pero no siempre es verdad, a veces la vida no sigue, a veces solo pasan los días. Eso sucedía en estos momentos. Cada cosa seguía su estúpido curso, y eso era lo que odiaba. Me acomode mi cabello, tomé uno de mis pantalones desgastados que solo usaba en mi país y luego bajé con prisa los escalones.

Al llegar a la punta estaba mi madre conversando con nuestra querida pelirroja conversando de manera muy animada.

—Buenos días mi cielo; tu desayuno está en la cocina —asentí al escuchar las palabras de mi madre y me dirigí a la cocina ignorando la mirada de odio que me lanzaba la chica.

No hable nada solo les di la espalda dirijiendome hacia la cocina. Pase las mamparas de madera y justo encima de la isleta de la cocina se encontraba una humeante taza de café negro con una aspirina y dos hamburguesas con pepino, lechuga, beicon, queso, jamón y la variedad de ingredientes que siempre he amado.

Plante mi trasero en la butaca que se encontraba en la isleta listo para devorar con ansias aquel desayuno en paz y tranquilidad; sin embargo, antes de que me pidiera quejar entro por hermano por la puerta del jardín con un short corto; su cabello mojado, unas gafas que descansaban en su mano, y su abdomen el descubierto dejando caer millones de gotas por este. Una sonrisa de molestia se alzó en mis labios cuando entró caminando a la estancia con paso tranquilo.

—Buenos días hermano —hablo acercándose a la nevera.

—No estoy para tus pendejadas en estos momentos Alaric —bramé con molestia mientras masticaba un enorme trozo de aquel desayuno.

—¡Oh vamos no puedes negar que me extrañaste solo un poquito en el tiempo que estuviste en Vancouver ! —exclama bebiéndose una cerveza mientras se acerca a mí.

—No; no lo hice; eres tan malditamente insoportable que no extrañe escuchar tu molesta voz —afirmé feliz de ver cómo su rostro se desformo un poco pero luego volvió a aquella sonrisa de felicidad que siempre poseía.

—No me arruinaras el día —anunció dándose la vuelta en dirección a la salida.

—Como si para eso tuviera que hacer mucho —susurre.

Con sus ojos empañados se puso en pie y me encaró.

—¿Quieres a la rubia esa de pacotilla que no debe ni tener cerebro?

—No; no la quiero; y tampoco es una rubia de pacotilla, ese papel te quedaría a ti, porque a pesar de que muchos dicen que las rubias son tontas ella tiene más cerebro que tu en este mundo, su cuerpo es suyo, no está cubierto por cirugías al igual que el tuyo, es mucho más madura que tú y no necesita mendigar el amor de nadie porque muchas personas la aman, pero sobretodo el cerebro que posee te supera. No la amo porque le he dado cuenta que lo que siento por ella no se compara ni una pizca con ese sentimiento a pesar de que no lo he sentido nunca ... —iba a continuar cuando dos toques en la puerta impidieron que continuara.

Pronuncié un adelante a la vez que entraba Matilda, la señora que llevaba años trabajando en aquella mansión.

—Señor; su hermano ya vino con su amiga —asentí mirando la hora en el reloj de mi mano.

7:00 PM

El tiempo había volado o era que me había levantando muy tarde pero igual deje que la mujer se fuera y me giré en dirección a la pelirroja.

—Iremos a cenar porque mi hermano quiere que conozcamos a su maldita novia; pero después de eso quiero que recojas tus maletas y desaparezcas de mi vida.

Le di la espalda colocándome un pullover negro que se acomodaba a mis músculos y dejaba ver lo bueno que estaba mi cuerpo.

Bajé los escalones de dos en dos encontrándome a una rubia de espaldas con un mini vestido color blanco ajustado a su cuerpo y unas sandalias bajas de color negro. Su cabello estaba atado estaba suelto y se veía que podía llegar a ser muy hermosa.

Mi hermano la acompañaba y por lo que veían estaban hablando.

—Hola —pronunció mi madre acercándose a la jovencita que continuaba dándome la espalda.

—¿Doctora? —cuestionó ella, pude ver sus hombros tensarse y a mí madre sonreír nerviosa.

—Bella dama, esto lo quiero aclarar —hablo mi hermano tratando de relajar el momento tan incómoda que ahí se llevaba acabo mientras yo era un simple espectador.

—Romeo, Habla ahora o te juro por Dios que me iré —comentó aquella voz que conocía más que ninguna en este mundo erizando los bellos de mi piel en segundos y levantando a mí fiel compañero de batalla como si nada.

—No te lo dije porque sabía que no iba a querer ir a las consultas de mi madre, pero la primera vez que te acompañe al ver lo bien que hablabas de ella no quería que pensaras que te había mentido, intenté contártelo, pero siempre algo se interponía y por eso no lo supiste hasta hoy —ella siente relajando sus músculos y mi madre se acerca envolviéndola en un fuerte abrazos de esos que ella sabe dar muy bien. Sus ojos se cruzan con los míos y alza sus labios en una sonrisa.

—Te presento a mi segundo hijo —se detiene una segundo cuando la rubia se gira lentamente y mi corazón se detiene al cruzar sus hermosos ojos azules con los míos, pero no es la única que se queda en un estado de chock—, este es Dante.

Y ahí estaba enfrente de la mujer que tanto estaba buscando por mar y tierra; pero lo peor era que mi hermano estaba enamorado de ella, además de que ella; estaba embarazada de él.

«Mi mujer se iba a casar con mi hermano»

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Peligrosa 21+ (COMPLETA)