Catalina contestó con franqueza: "No tengo idea, solo me desperté aquí".
"¿Quién eres?".
"Ahora, soy tu esposa". El rostro de la mujer era puro y sincero, pero también demostraba una calma y paciencia inquebrantables.
Diego la miró fijamente, intentando romper su defensa con su imponente presencia. Pero no tuvo éxito. Era la primera vez que veía a esa mujer, ¿por qué no podía enfadarse con ella? Por eso, solo podía tratarla con indiferencia, intentando parecer lo más amenazador posible: "No eres mi esposa, no lo eres".
Catalina no objetó y simplemente abrió el certificado de matrimonio legalmente válido que tenía a su lado: "Están nuestros nombres e información personal. Eres Diego, ¿verdad?".
Al escuchar eso, Esperanza, Manuel y todos los sirvientes en la habitación contuvieron la respiración. Esa mujer, realmente no sabía lo que estaba haciendo. ¿Se atrevió a llamarlo por su nombre?
¡Qué valiente era!
Todos retrocedieron medio paso, esperando la explosión de Diego. Sin embargo, contra todo pronóstico, la tormenta anticipada no llegó.
¿Qué estaba pasando? Y Catalina no mostraba miedo alguno frente al poderoso Diego, y le explicó con calma: "De verdad no sé cómo terminamos casándonos. Me desmayé de repente mientras cuidaba a un familiar en el hospital. Cuando desperté, ya estaba aquí. Y en cuanto a este documento, también estoy confundida".
Catalina no estaba mintiendo. Desde el momento en que subió al coche, estuvo inconsciente. Cuando despertó, ya estaba en la habitación, con ese documento a su lado. Estaba muy confundida, porque no recordaba haber ido a la oficina de registro. Y la foto en el certificado de matrimonio tampoco era su verdadera apariencia, sino ella con una máscara, todo eso era muy extraño, ¿no?
"No te hagas la tonta, no me trago esa historia". La voz de Diego seguía llena de insatisfacción.
Los ojos de Catalina no estaban intencionalmente abiertos de par en par, pero eran grandes, y al abrirlos un poco transmitían una expresión de inocencia: "No me estoy haciendo la tonta, eso es realmente lo que ocurrió".
Diego se quedó sin palabras por un momento. Era un hombre de acción, pero en ese momento se sintió impotente.
¿Divorcio? ¿Ya iban a divorciarse tan rápido? ¡Ni siquiera había entendido lo que estaba pasando!
Además, la persona misteriosa que la había llamado aún no había aparecido. Si se divorciaban tan rápido, ¿aún esa persona misteriosa estaría dispuesta a salvar a su abuela?
Catalina permaneció sentada en la cama, y la impaciencia de Diego se reflejaba en su mirada: "Levántate, no me hagas repetirlo".
Catalina pensaba rápidamente en cómo calmar a ese hombre temporalmente. No era que no quisiera divorciarse, solo que la persona misteriosa aún no le había enviado un mensaje, por lo que no podía tomar una decisión apresurada, pero poco después, Manuel recordó algo y se golpeó la frente: "Sr. Moreno, no puedes divorciarte de la Sra. Ortega en este momento".
Las cejas de Diego se fruncieron, y su mirada era afilada como un cuchillo, como si quisiera cortar un pedazo de carne de Manuel: "¿Estás buscando problemas?".
Manuel levantó las manos y explicó rápidamente: "Sr. Moreno, por favor, cálmese. Hace un mes, la Ciudad de Dorado publicó una nueva ley matrimonial que establece un periodo de reflexión de tres meses para el divorcio. Así que tú y la Sra. Ortega tendrán que esperar tres meses antes de poder divorciarse".
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