PERVERSIÓN romance Capítulo 28

Seguía sin entender que es lo que le estaba pasando a mi

mujer pero aquellas palabras acabaron por encenderme aún

más y volteé a Sara, quedando ahora ella pegada a la pared

del callejón. Como la pareja bien compenetrada que éramos,

mientras yo hacía deslizar mis pantalones hacia mis tobillos

ella se desprendía de sus braguitas.

Ya totalmente dispuestos, Sara alzó su pierna apoyándola en

mi cadera mientras con mi mano encaraba mi polla contra su

vagina. Un solo golpe y entró toda hasta el fondo, soltando

ambos un grito de placer y de liberación.

Al instante empecé a bombear con todo lo que tenía para

follarla como ella misma me había pedido, teniendo que

acallar sus gritos con mis labios para no llamar la atención

de cualquiera que pasara por allí cerca. Al fin y al cabo,

estábamos relativamente cerca de una arteria principal de

una gran ciudad como era Sevilla y no podía faltar quien se

sintiera atraído por los alaridos que soltaba mi mujer por su

boca.

El callejón resonaba con el ruido de nuestros cuerpos

chocando y los gemidos ahogados por nuestros labios. Mi

mete-saca feroz nos llevaba inexorablemente al orgasmo que

ambos estábamos deseando alcanzar. Fue Sara la primera en

alcanzarlo, cosa normal teniendo en cuenta el grado de

excitación en el que se encontraba.

Con un quejido que salió del fondo de su garganta que

ahogué como pude y su cuerpo agitándose al son de los

estertores que su sexo enviaba a todo su cuerpo, se corrió de

una forma pocas veces vista por mí, quedando casi

desfallecida entre mis brazos que la apresaron contra la

pared. Yo aún no me había corrido, me quedaba poco para hacerlo y, mientras sostenía el cuerpo casi inerte de mi

mujer, seguí embistiendo contra su coño rezumante de

fluidos hasta alcanzar mi orgasmo, rellenando su vagina con

mi leche.

Ahora fui yo el que se dejó caer sobre ella, apoyando mi

cabeza sobre su hombro, tratando de recuperarme del

tremendo esfuerzo realizado, del que no me arrepentía, a

pesar de los riesgos corridos. Poco a poco fuimos

normalizando nuestra respiración y a darnos cuenta de

nuestra situación.

Estábamos los dos medio desnudos, en un callejón en medio

de la ciudad de Sevilla y aun con nuestros sexos unidos. Nos

separamos y empezamos a vestirnos rápidamente queriendo

volver cuanto antes al hotel. Emprendimos el camino en

silencio, no era el momento de hablar, ya lo haríamos cuando

llegáramos a nuestra habitación.

No tardamos en llegar allí, previo paso por recepción a

recoger la llave, cosa que esta vez hice yo ya que al parecer

Sara ya había tenido bastante de juegos por ese día. Me

sentía algo incómodo con aquel silencio que duraba desde

nuestro encuentro en el callejón y tenía prisa por llegar a la

habitación y averiguar la causa de su calentura y el repentino

silencio que ahora la embargaba.

Una vez dentro, Sara empezó a desvestirse quedando solo

con sus braguitas que se veían a todas luces empapadas por

la combinación de nuestros fluidos. Yo la miraba, esperando

que dijera algo, pero no parecía tener intención de hacerlo.

Me senté en la cama y ella hizo lo propio.

-¿Estás bien? -le pregunté preocupado- no has dicho nada en

todo el camino... -Sí, tranquilo. Solo estoy cansada -era evidente que no me

decía la verdad y decidí presionarla un poco más.

-Sara, por favor... dime qué te pasa... sabes que puedes

confiar en mí -le dije tratando de tranquilizarla y animarla a

abrirse a mí.

-Es que...-no pudo acabar la frase ya que empezó a llorar.

Rápidamente me senté a su lado y la abracé, tratando de

consolarla y aliviar su llanto. No sabía a qué venía todo

aquello pero no quise forzar más la cosa y dejar que hablara

cuando estuviera algo más calmada. Poco a poco su llanto se

fue espaciando hasta casi cesar.

-Tengo que confesarte una cosa y temo que te enfades

conmigo -me dijo hipando.

-Te prometo que no lo haré, cariño -le dije animándola a

seguir hablando.

-Es que antes, cuando me preguntaste en el pub por si me

estaban tocando para llamarles la atención, te mentí... -me

confesó.

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