PERVERSIÓN romance Capítulo 29

Más que nada porque, viendo aquella foto, se me había

puesto dura de nuevo y un deseo irrefrenable de

masturbarme recorrió mi mente y mi cuerpo. No es lo

mismo, me dije. Ella no me va a tocar ni yo a ella, solo es en

mi imaginación. Así me auto convencí para meterme en el

baño con móvil en mano y masturbarme hasta correrme

viendo la imagen desnuda de la amiga de mi mujer.

Al día siguiente nos levantamos también tarde, muy tarde. El

sol ya entraba a raudales por la ventana anunciando otro día

espectacular y caluroso. Me senté en el filo de la cama y

observé el cuerpo de Sara que dormía a mi lado dándome la

espalda. No pude evitar fijarme en su culo y recordar cómo

había sido capaz de dejar manosearlo a aquel desconocido.

Una mezcla de celos y excitación me recorrió el cuerpo. Y

también miedo, mucho miedo. Aquello confirmaba lo que ya

me había temido, que Sara avanzaba a pasos agigantados, sin

frenos y cuesta abajo, sin control ninguno. ¿Hasta dónde era

capaz de llegar en su afán de probar cosas nuevas?

¿Y yo? ¿Hasta dónde sería capaz de llegar yo? Porque

últimamente yo también había hecho cosas que semanas

atrás negaría rotundamente ser capaz de hacer. Y las había hecho. Espiaba el correo de su jefe, espiaba y grababa a su

amiga follando, me había intercambiado fotos con ella y

masturbado con esas fotos. Si hasta había follado con Sara

imaginando que a la que penetraba era a Judith...

Cada vez sentía que estábamos yendo demasiado lejos con

aquello y no tenía muy claro cómo podía acabar la cosa. Pero

claro, era tan excitante aquella situación... y menudos

polvos. Era difícil resistirse a la tentación y parar aquello que

tanto placer nos estaba dando.

Me levanté y fui a ducharme, dejando que durmiera un poco

más. Estaba bajo el agua, ahuyentando mis pensamientos,

dejando que se escurrieran por el desagüe cuando sentí el

cuerpo de mi mujer abrazándome por detrás.

-Buenos días, cielo. ¿Te importa si compartimos la ducha?

Notaba sus pechos pegados a mi espalda, el roce de su vello

púbico en mis nalgas y su aliento cálido junto a mi oreja.

Una incitación al pecado.

-Tarde para preguntarlo ¿no? Ya estás dentro...

-Siempre me puedo salir... pero entonces no podría hacer

esto -dijo pasando su mano por mi cintura para agarrar mi

miembro y empezar a acariciarlo. Éste empezó a endurecerse

con el contacto de su piel.

-Joder, Sara. Como me pones...

-Ya lo veo, ya... -dijo apretándose aún más contra mí.

No aguanté más. Me giré y estampé mis labios contra los

suyos, besándonos de nuevo con la pasión desbordada

mientras mis manos aferraban sus pechos y pellizcaban sus

durísimos pezones. Mi polla, atrapada ahora entre nuestros

dos cuerpos desnudos, acabó de endurecerse al contacto con

su pubis. Le di la vuelta de forma brusca, haciendo que apoyara sus

manos contra la pared de la ducha, agarrando con mis manos

sus nalgas mientras refregaba mi miembro por su coñito

húmedo, ávido por entrar en su gruta.

-Me encanta cómo me tocas el culo, cariño -dijo suspirando.

-¿Más que el que te lo tocó ayer? -le dije sin pensar y al

momento me arrepentí, temiendo haberla cagado.

-Mucho más, Carlos. Mi culo es tuyo... él podrá tocarlo pero

solo tú disfrutarlo, nadie más que tú...

Estaba claro que no estaba enfadada, más bien lo contrario.

Estaba utilizando lo ocurrido anoche para crear un nuevo

juego entre nosotros dos, un juego donde, si no había

entendido mal, me animaba a utilizar su culo, cosa no muy

habitual entre nosotros dos.

Mientras seguía frotando mi polla contra su sexo, la penetré

con mis dedos arrancándole un hondo gemido de gusto, para

seguidamente llevarlos a su entrada trasera y empezar a jugar

que dejaban mis manos que la sujetaban con fuerza para

evitar estamparla contra la pared. Desde mi posición

contemplaba la espalda arqueada de mi mujer, su cara medio

girada apoyada sobre su brazo que impedía que chocara

contra el azulejo, sus ojos cerrados y su boca entreabierta

gritando y respirando con dificultad.

-¿Te gusta que te parta el culo, zorra? -le dije dándole un

azote y enrojeciendo aún más su nalga.

-Sí...sí... pártele el culo a tu mujercita... -me rogó. -Es lo que te mereces por zorra, por dejarte meter mano

como una cualquiera -dije volviendo a soltarle otro azote que

resonó por todo el baño.

-Sí, castígame por haber sido mala... me lo merezco...

-Claro que voy a castigarte. Así aprenderás a saber quién es

el dueño de este culo -dije estampándole otro azote aún más

fuerte que los otros dos.

-¡Sí, sí! -gritó Sara a la vez que alcanzaba un orgasmo que la

hizo desplomarse sobre el suelo de la ducha. Apenas pude

sujetarla para que no se rompiera la cabeza al caer.

Pero la cosa no iba a acabar así, yo estaba desatado y no me

había corrido, así que empecé a pajearme a un ritmo salvaje

hasta alcanzar mi orgasmo instantes después, lanzando mis

chorros de esperma sobre el cuerpo medio desfallecido de

Sara que, desde el suelo, contempló como mi semen

impactaba contra su cara, sus pechos y su vientre.

Ahora fui yo el que me dejé caer al suelo, respirando de

forma agitada pero satisfecho, muy satisfecho, sintiéndome

liberado como si me hubiera quitado un peso de encima. Una

agitada Sara me contemplaba satisfecha mientras el agua

hacía desaparecer la corrida con la que la había bañado. Pero

antes, recuperó un pegote que había impactado en su cara y,

ante mi sorpresa, lo llevó a su boca y se lo tragó.

-Mi desayuno -me dijo.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: PERVERSIÓN