-Un par de cervezas más –dije- mi mujer se encuentra algo
acalorada... -le dije como si él no se hubiera ya dado cuenta.
-Enseguida se las traigo -dijo dándole un último vistazo a los
muslos de mi mujer. Cuando se alejaba vi cómo, con
disimulo, el chico se acomodaba la erección que había
empezado a crecer bajo el pantalón ante lo que acababa de
contemplar.
-Eres un cabrón -me dijo Sara a mi lado. No había reproche
en su voz y su mirada seguía al camarero al que también
había visto recolocarse su miembro.
-Tú también, no te jode. Supongo que ahora me tendré que
hacer una paja para contentar a tu amiga -le dije sacando a
colación la conversación del móvil.
-Como si te fuera a costar tanto... ya me he fijado en cómo
la mirabas -me lanzó ella.
-No tanto como tú a su novio, amante o lo que sea -disparé
yo.
-Sus consumiciones -dijo el camarero poniéndonos las
cervezas pedidas en la mesa. De paso aprovechó para echar un nuevo vistazo al muslamen de Sara que todavía seguía
con las piernas separadas y el vestido subido.
-Gracias -dijo mi mujer con coquetería.
-A ti -respondió él dándose la vuelta de camino al local.
Cuando lo perdimos de vista estallamos en una carcajada
conjunta mientras Sara, ahora sí, recomponía su ropa.
-Estamos locos -dije yo.
-Pero te encanta ¿a que sí? -dijo buscando mi complicidad.
Yo se la di besándola de nuevo.
Apuramos las cervezas, abandonamos aquella cafetería y
pasamos el resto de la tarde paseando por las calles de
aquella ciudad donde tan bien lo habíamos pasado y donde
aún nos quedaba una última noche que disfrutar.
Volvimos al hotel para cambiarnos y salir a cenar y, quizás,
tomar una copa después dependiendo de lo que nos pidiera el
cuerpo. Y a Sara se la pedía, ya que eligió para salir una
minifalda de escándalo y una camiseta de tirantes que se
pegaba a su pecho de una forma impúdica.
-Ya veo que has vuelto a las andadas... -dije observándola
detalladamente.
-¿No te gusta? Es como antes me has dicho... -respondió
confusa.
-Para, para. No lo decía como un reproche, solo constataba
que has vuelto a vestir como te pide el cuerpo, nada más. Y
sí, me gusta -le dije sinceramente.
-Y mira que he estado tentada de no ponerme sujetador...
pero se me hubiera visto todo ¿no crees? -me preguntó
sabiendo la respuesta de antemano.
-Mira que te gusta provocarme -le dije pegándome a ella y
besándola mientras acariciaba sus tetas que lucían
imponentes bajo aquella camiseta. -Te quiero lo que no está escrito -me dijo- no sabes lo que
me alegra que confíes en mí de esta manera. Venga, vamos.
Tenemos que aprovechar nuestra última noche aquí -me dijo
cogiéndome de la mano camino a la puerta.
Sara había vuelto. Aquella forma de andar, luciendo cuerpo
desde que se abrió la puerta del ascensor, camino del
mostrador para darle todo un espectáculo al recepcionista
que se relamió al ver lo que se le avecinaba. Y en el
restaurante, tres cuartos de lo mismo, haciendo enloquecer al
camarero con sus sugerentes poses. Y aun nos quedaba la
traca gorda, que era volver al pub donde le habían metido
mano por primera vez.
-¿Estás seguro? -me preguntó antes de entrar- sabes que
podemos dar media vuelta y no pasa nada -me dijo
comprensiva aunque notaba que estaba deseando que le
dijera que sí.
-Si estás deseando entrar -le dije- te he dicho que confiaba en
ti y te lo voy a demostrar. Además, necesito material que me
inspire para la foto de tu amiga -dije guiñándole un ojo.
Sara se abrazó a mí y traspasamos la puerta del local. El
local lucía igual de abarrotado que la noche anterior, lo que
presagiaba otra noche de toqueteos que hoy iba a notar más
debido a lo escueto de la falda. Nos encaminamos a la barra
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: PERVERSIÓN