PERVERSIÓN romance Capítulo 35

—Ja,ja,ja, menuda cara se te ha quedado -se burló de mí

- ya sé que me aprecias pero no tanto tontín -dijo pasando su dedo índice, acariciando mi mejilla desde casi la oreja hasta mi mentón. Inevitablemente seguí el curso de su dedo y volví a caer en su trampa, o sea, que mis ojos se perdieron irremediablemente en el profundo escote que lucía la compañera de mi mujer.

Con la llegada del calor, su ropa se había vuelto más ligera si eso era posible y la abertura de su blusa parecía haberse agrandado. Un sujetador negro que apenas podía contener aquel par de pechos llenaron mis ojos, un sujetador de encaje donde me pareció que empezaban a marcarse sus pezones.

¿Le gustaba que la mirase? Fue ahí cuando me di cuenta que había vuelto a perder y aparté rápidamente la vista, no sé porque ya que era evidente que me había pillado de pleno pero no quería darle más poder del que ya parecía tener sobre mí, jugando de aquella manera conmigo.

-¿Te ha gustado la vista, Carlitos? A mí me encanta ver la cara que pones cuando las miras… -siguió provocándome Daniela.

-Ha sido algo involuntario, Daniela -intenté justificarme aunque no creo que nadie pudiera tragarse eso. Era obvio que me había regodeado algunos segundos de más mirando aquel espectáculo de tetas.

-Si no me importa que las mires, cielo… es más, si tú quisieras estaría encantada de enseñártelas de más de cerca - dijo sugerentemente. Por suerte estábamos algo apartados y nadie cerca que pudiera escuchar nuestra conversación, aquello que había salido de boca de Daniela era una insinuación en toda regla.

-Te digo que ha sido sin querer. Quiero a mi mujer y estoy plenamente satisfecho con lo que tengo en casa, así que no tengo ningún interés en ningún tipo de proposición del tipo que me acabas de hacer -le dije algo alterado.

-Si tú lo dices… -dijo indiferente a mis palabras. Entonces se acercó peligrosamente a mí, casi notando aquellas tetas pegadas a mi pecho y me susurró al oído.

-Sabes, yo ya he empezado a jugar también y ten claro que, cuando acabe todo esto, tú y yo habremos follado digas lo que digas ahora… y que sepas que estoy deseando que llegue ese día -dijo mientras, al retirarse, su lengua lamía el lóbulo de mi oreja, provocándome un estremecimiento que recorrió mi cuerpo entero.

Sin más, se dio la vuelta y se perdió pasillo adentro, dejándome allí plantado y con cara de gilipollas.

¿A qué había venido todo aquello?

¿Qué había querido decir que ya había empezado a jugar?

¿De verdad había dicho que estaba deseando acostarse conmigo?

Ni que decir tiene que salí rápido de allí, huyendo de aquella mujer que parecía poder hacer conmigo lo que le viniera en gana.

El resto de la jornada estuve intranquilo, aquel encuentro había alterado mi ánimo y mi mente que no paraba de divagar intentando entender algo de todo aquello. A media tarde se me ocurrió que, quizás, podía ser que en el correo de Roberto pudiera haber alguna pista de lo que pretendía Daniela.

Al fin y al cabo, ella pretendía el mismo cargo que Sara y quien tenía que decidir era él. Volví en cuanto pude a mi despacho y me colé en su correo buscando algo que me diera algún indicio de por dónde iban los tiros.

Había bastante material que revisar, llevaba una semana larga sin examinarlo y no quería que se me pasara algo por alto. Como siempre, el material más jugoso estaba en su correo de trabajo y, como no, con su colega de juergas Oscar.

En varios de ellos hacían referencia a mi mujer, de lo sexy que venía últimamente, de lo mucho que se excitaba Roberto con ella y sus deseos de poder hacer algún avance que acabara con mi mujer empitonada por su ariete. Palabras textuales. Ese tío cada vez me daba más asco y me daban ganas de mandarlo todo a la mierda, contarle a mi mujer lo que él decía de ella incluido el hecho que no pensaba darle el trabajo de ninguna de las maneras.

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