PERVERSIÓN romance Capítulo 9

Y ella se daba cuenta, claro. Parecía disfrutar viendo mi cara cada vez que salía a mostrarme lo que se estaba probando, yendo su mirada de mi rostro al bulto que se notaba en mi entrepierna y sonreía traviesa, sabiendo que ella era la causa de que aquello estuviera así.

Al final, cuando acabó de probarse toda la ropa, nos dirigimos a la caja donde compró buena parte de la ropa que acababa de probarse.

Pensé que mi tortura había acabado pero nada más lejos de la realidad. Cargado de bolsas, con su brazo cogiéndome el mío, nos encaminamos a otra tienda.

-Vamos a mirar aquí dentro. Me apetece comprarme un par de vestidos para nuestro viaje a Sevilla. Seguro que allí ya hace calor y voy a necesitar algo ligero.

Algo ligero supuse que debía querer decir poca ropa, porque los vestidos que me hizo llevar al probador eran livianos, con escote pronunciado y algo cortos, al menos para lo que estaba acostumbrado a ver a mi querida esposa.

Vérselos puestos fue un auténtico calvario, suerte que al llevar las bolsas podía ocultar el enorme bulto que lucía en mi entrepierna y que ya era imposible disimular. Hasta a mí me parecieron demasiado atrevidos, según los cánones a los que estaba habituada Sara.

-Sara, ¿no crees que quizás sean un poco demasiado atrevidos para ti? ¿No decías que querías ir paso a paso, tomártelo con calma? -le pregunté algo nervioso.

-Ya lo sé, Carlos pero estos no son para aquí. Los quiero para ponérmelos en Sevilla, allí no nos conoce nadie y quiero ver hasta dónde soy capaz de llegar.

Todavía no estoy preparada para lucirlos con gente conocida, paso a paso cielo. Su respuesta me convenció y me excitó a la vez. Si el viaje a Sevilla iba a ser una escapada para probar sus límites se avecinaba un viaje de lo más apasionante.

Al final salimos de aquella tienda con varios vestidos, faldas, shorts y camisetas que nada tenían que ver con lo que mi mujer guardaba en su armario.

Y aún quedaba la prueba final, una última tienda a la que visitar y que, cuando la vi, casi hace que me corra encima solo de imaginarme lo que iba a pasar allí dentro.

Una tienda de lencería. De nuevo se repitió la misma escena que en las otras tiendas, mi mujer escogiendo cosas de los diferentes estantes y yo acarreando con ellos hasta dirigirnos a los probadores donde me esperaba un nuevo tormento, éste cien veces peor que los otros ya que ésta vez las prendas eran conjuntos de ropa interior y saltos de cama.

Pero Sara, envalentonada por mi presencia, por estar haciendo lo que esa mañana había sido incapaz de hacer y, sobretodo, por ver la reacción que aquello estaba causando en mí, decidió dar un paso más en su particular sesión de exhibicionismo hacía mí.

-Carlos, creo que será mejor que entres al probador conmigo. No me parece una buena idea tener que estar entrando y saliendo medio desnuda para que veas si me queda bien o no. Yo sí sabía que no era una buena idea, que lo único que quería Sara era jugar conmigo a provocarme aún más pero su argumento era bastante válido y no se me ocurrió nada para rebatir su planteamiento.

Así que, cargado de bolsas, me metí en el probador donde Sara ya me esperaba dispuesta para empezar su particular show. Su camiseta fina de manga larga y sus tejanos desaparecieron pronto, quedando en ropa interior. Fue ahí cuando decidió empezar a provocarme, quitándose de forma parsimoniosa su sujetador, jugando con sus copas hasta mostrarme sus apetecibles pechos donde ya resaltaba sus pezones endurecidos.

Después fue el turno de sus braguitas, que decidió quitarse de espaldas a mí, haciéndolas bajar muy lentamente y exponiendo su culo firme y su sexo que mostraba muy a las claras que aquello también la estaba excitando a ella. Cada prenda que se fue probando, lo hizo de forma sugerente y sensual, llevándome al borde del infarto, teniendo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abalanzarme sobre ella y hacer algo para lo que aún no estaba preparada.

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