Sara empezó a reírse mientras me pareció oír por el móvil la voz de Judith que decía “será guarro”.
No había contado con que ella lo oiría pero parecía que se lo había tomado a guasa por los comentarios divertidos que empezaron a intercambiarse las dos. Me metí en la ducha sintiendo de fondo el sonido de sus voces, abrí el agua y me relajé sintiendo el agua correr sobre mi cuerpo desnudo.
¿Tendría razón Judith y debería habérselo contado a Sara? Tenía mis dudas.
Ella era su mejor amiga y estaba convencido que, si le hubiera contado que acababa de cortar con Judith, Sara no hubiera querido saber nada de mí y lo nuestro habría acabado antes de empezar. Aunque ella lo veía de forma distinta.
Quizás, ahora, con tantos años a nuestras espaldas, quizás si sería un buen momento para contarle algo que tampoco creía que tuviera tanta importancia. Al fin y al cabo, ni siquiera llegamos a acostarnos los dos.
Más de media hora después, salí de la ducha y aun se sentían sus voces hablando por teléfono.
Me vestí y me tumbé en la cama, trasteando con mi móvil y dándole algo de privacidad a mi mujer, que seguramente estaría siendo interrogada por su amiga respecto a lo de la ropa del día anterior y los cambios que se estaban produciendo en ella y que Judith ya había percibido.
Tan concentrado estaba en mis pensamientos que ni me enteré de cuándo habían acabado de hablar y cuánto rato llevaba ella mirándome desde la puerta. Cuando me di cuenta, ella se sentó en la cama a mi lado mirándome de forma escrutadora.
-Estás muy pensativo hoy -me dijo.
-Quizás. Tengo muchas cosas en la cabeza -le dije tirando balones fuera.
-¿Te preocupa lo de ayer? -me preguntó cogiéndome por sorpresa, ya que no sabía a qué se refería.
-No sé a qué te refieres -le dije sinceramente.
-A utilizar a Roberto en nuestro juego -me dijo. Parecía realmente preocupada porque aquello me hubiera molestado.
-Ah eso -le dije sonriendo- no te preocupes por eso que no me molestó en absoluto. Era parte del juego como lo son mis comentarios sobre el trasero firme y duro de tu amiga… -dije para quitarle importancia al asunto.
-Mira que llegas a ser tonto… -me dijo dándome un leve empujón- y yo que empezaba a pensar que estabas molesto por eso…
-Cielo, sé que tú me quieres y yo confío en ti. Sé que eres incapaz de hacer algo que me haga daño como tú sabes que yo tampoco te lo haría.
Todo lo demás son juegos inocentes que, si sirven para follar como animales, pues bienvenidos sean.
-Me alegro que pienses así, me has quitado un peso de encima. Y anda que ya te vale contarle a Judith lo de la ropa de ayer… menudo tercer grado me ha impuesto… -Ya… quizás no debería haberle dicho nada.
-No sé lo que le habrás dicho pero ha insistido mucho en saber si “mi liberación”, palabras textuales de ella, nos ha afectado a nuestra vida sexual -dijo mimosa.
-Si que es curiosa tu amiga… ¿y tú que le has dicho? - pregunté interesado por saber su respuesta.
-Pues la verdad, que follábamos como nunca -me dijo- que anoche lo hicimos tres veces y que me corrí no sé cuántas veces…
No estaba seguro si aquello era verdad o no pero a mi polla poco le importó para crecer bajo la ropa oyendo lo relatado a su amiga. Sara se relamió, satisfecha, supongo que aquello era lo que se había propuesto.
-Veo que a nuestro amiguito le gusta mi sinceridad con mi amiga… o acaso recuerda el buen rato que pasó anoche… - su mano ya acariciaba mi verga por encima de la tela, acabando de endurecerla.
-Eso espero -dijo dándose la vuelta- ¿Qué haces? -dijo al ver como intentaba guardarme la polla de nuevo en el pantalón.
-Pensaba que después de esto…
-¿Qué se me había pasado el calentón? Nada de eso, guapetón. Así que deja eso fuera que tu mujercita aún no ha acabado de jugar con ella -dijo acercándose a la cama de forma sensual. Volví a obedecerla, por supuesto.
Ella recuperó la postura que tenía antes de la interrupción, volviendo a besarme y a frotar su cuerpo contra el mío, recuperando en segundos la rigidez de mi miembro.
En cuanto la notó totalmente dura, se alzó levemente para encajarla en la entrada de su vagina y se dejó caer empalándose completamente con ella.
-Joder, qué gusto Carlos… -dijo suspirando de placer. Inició un lento vaivén sobre mi miembro, pudiendo sentir cada centímetro de su estrecha vagina, deleitándome con el suave balanceo de sus pechos y disfrutando con la expresión de su rostro donde se reflejaba la enorme calentura que ardía en su interior y que no había disminuido ni un ápice tras el suceso de la cortina.
-Así que te gustaría que mañana Judith no llevara bragas eh… con esas mallas tan ajustaditas… seguro que se le marca su coñito… ¿Eso es lo que te gustaría? -dijo incrementando la velocidad de sus movimientos sobre mí. Sara volvía a jugar, metiendo de nuevo a su amiga en nuestro encuentro sexual.
-Claro que me gustaría, cariño. Sudada y con esas mallas… seguro que se le marca todo… hasta sus labios podré distinguir a través de ellas…
-Sí… y a ella le encantará enseñártelo, con lo guarra que es y las ganas que te tiene…
-ahora ya botaba de forma intensa sobre mi enhiesto miembro. ¿Las ganas que me tiene? ¿De qué estaba hablando Sara? -¿Y a ti? ¿Te gustaría que ella se exhibiera ante tu marido? - dije intentando alargar las manos para alcanzar sus tetas pero fui rápidamente rechazado.
-Las manos quietas, déjame a mí…y sí, me encantaría ver como lo hace… no más de pensarlo me pongo a mil.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: PERVERSIÓN