Estuvimos como el día anterior una hora dándole a todo los artilugios que nos mostraba Rubén, indicándonos como usarlos y las rutinas a seguir para ejercitar nuestros cuerpos. Ese día se me hizo más llevadero que el anterior, no sé si por estar empezando a acostumbrarme al ejercicio o porque se me hizo más llevadero al notar continuamente los ojos de Judith recorriendo mi cuerpo. Cuando acabamos, nos fuimos cada uno a su vestuario a cambiarnos y ducharnos.
Ese día, al tener mi autoestima por las nubes y al saber la relación que tenían Rubén y Judith, no me mostré tan nervioso ante la presencia del monitor que continuaba exhibiendo su cuerpo sin vergüenza, pero comprendí que no lo hacía para provocarme sino que lo hacía de forma natural ya que era a lo que estaba acostumbrado. Cuando salimos de los vestuarios, volvieron a insistir en ir a tomar algo y ese día aceptamos su invitación ya que, debido a los días de fiesta, íbamos a estar unos cuantos días sin vernos. Estuvimos charlando sobre nuestros planes para esos días festivos y charlando de forma amigable los cuatro, aunque seguía notando las miradas curiosas de Judith sobre mí. Nos despedimos en la puerta de la cafetería efusivamente y partimos las dos parejas en sentidos opuestos.
-Estos van a follar seguros -me dijo Sara en cuanto nos alejamos un poco.
-¿Tú crees? -le pregunté no muy seguro. -Ya te lo digo yo. Cuando nos hemos cambiado en los vestuarios me he fijado en que Judith estaba muy excitada así que seguro que ahora va a desquitarse con Rubén.
-Vaya, pues no había notado nada -le dije sinceramente.
-Es que los hombres para eso sois unos negados. ¿No te has dado cuenta de cómo te miraba? -Bueno, de eso sí que me he dado cuenta pero no sé qué tiene
que ver... -Pues todo, Carlos. Cuando estábamos comprando le he
hablado de todo por lo que estábamos pasando... ya sabes,
nuestros juegos y cómo acabábamos casi siempre follando
como animales... y entre eso y el conjuntito que te he comprado que te sienta tan bien...
-me dijo mientras no perdía detalle de mi reacción. -¿Estás diciéndome que soy el culpable de que ella esté cachonda? -pregunté atónito.
-Aja -dijo divertida- compruébalo tú mismo -dijo abriendo su mochila y sacando algo de su interior que me dio para que lo cogiera. Cuando lo hice, vi que lo que me había dado eran las braguitas de Judith y, sin ninguna duda, estaban empapadas. Yo no daba crédito a aquello y miré a Sara que sonreía traviesa.
-¿Y esto? -dije sin entender nada. ¿Cómo había sido capaz mi mujer de atreverse a hacer algo así?
-Considéralo un regalo -me dijo tranquilamente. Como si fuera lo más normal del mundo que tu mujer robara las bragas de su mejor amiga para regalárselas a su marido.
-Huélelas -me pidió. ¿De verdad me había pedido aquello? Por su cara, vi que lo decía completamente en serio y, lentamente, llevé la prenda a mi nariz y aspiré profundamente. ¡Menudo olor! Aquella mezcla de sudor, deflujo fruto de su excitación... un cóctel explosivo que me
hizo empalmarme al instante. Me sentí algo violento excitándome de aquella manera, oliendo las bragas de Judith y con mi mujer al lado, pero a ella no pareció importarle ya que echó mano a mi paquete y lo acarició con deleite.
-Vaya, sí que te la pone dura mi amiga...pues ahora se estará
follando a Rubén pensando en ti -dijo sin dejar de acariciar mi miembro que cada vez estaba más duro. -Joder, Sara. Para un poco que nos van a ver...
-era verdad, todo esto estaba sucediendo a la altura de nuestro coche pero seguíamos en mitad de la calle, a la vista de cualquiera que pasara. -Tienes razón -dijo parando su toqueteo en mis partes
-¿Estabas excitada, verdad?
-Mucho. Y más que iba a estar. Roberto nos había llamado para repasar algunas directrices nuevas que debíamos incorporar al informe del nuevo cliente y decidió que mejor hacerlo en la mesa de la sala de juntas.
Él se sentó en un extremo de la mesa y nos invitó a sentarnos en frente suyo. Resoplé casi indignado por aquel burdo truco. -Ya -dijo Sara- yo tampoco me creía que fuera capaz de hacer algo así pero lo hizo. Nos enseñaba los papeles pero sin apenas apartarlos de su lado y nos obligaba a inclinarnos para poder seguir sus indicaciones. Yo al principio lo hice con mis brazos cruzados, como apoyándome en ellos paraocultar que viera más de lo debido...
-Pero después dejaste de hacerlo -dije casi seguro que era lo que había pasado. A pesar de todo, no estaba enfadado sino extremadamente excitado.
-Sí, por culpa de Daniela otra vez. Ella cruzó sus brazos también pero por debajo de sus pechos, como empujándolos hacia arriba para que asomaran por su escote aún más si eso era posible. Por supuesto, Roberto se dio un festín viendo aquello, me pareció que hasta alzaba su culo para ver mejor
lo que tenía delante... -Y tú no quisiste ser menos...
-No sé si fue por celos o porque quería saber qué se sentía alser tratada así... -Pero hiciste lo mismo que ella... -no me podía creer que Sara hubiera sido capaz de hacer algo así. -Lo hice. Crucé mis brazos y me incliné un poco más,
haciéndole una pregunta para que se fijara en mí... Yo alternaba la vista entre la carretera y su cara. Estaba ruborizada y movía de forma nerviosa sus piernas, con sus pezones marcando la tela de su ropa.
-Y se dio un festín -confirmé yo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: PERVERSIÓN